"Larreta y Acuña suspenden todo para que las familias reclamen presencialidad y se peleen con docentes y auxiliares. Esto no es ingenuo. Fue pensado para producir un enfrentamiento, por eso también quitan los alimentos. Es a todo o nada. Corren el eje de lo sanitario y la ética de la defensa de la vida a cuestiones que aparecen como de contenidos escolares. Detras de ello está la economía, lo que se mueve alrededor de la escuela. No están dispuestos a dar ayudas económicas, ni computadoras, ni libros, ni cargas de tarjetas de datos. Es presencialidad para negar el desastre sanitario". Angélica Graciano, secretaria general de Ute-Ctera.

La pelea por la presencialidad, en CABA, lejos de terminar está apenas en un impasse con aviso de continuidad dentro de una semana. La obstinada negativa del valor de la educación remota y, en consecuencia, la suspensión de la educación mientras dure el aislamiento exigido por el DNU para todo el país, equivale a decir que la educación solamente es válida en forma presencial. Anunciar que los tres días “perdidos” esta semana serán recuperados a fin de año equivale a retar a los docentes y padres a mandar nuevamente a los hijos al contagio de las aulas.

La batalla contra los educadores porteños se concibe como el eje de la política de este año electoral. El desacato al primer DNU marca un arranque que no se va a detener en este corto aislamiento.

La judicialización prolijamente planificada que arrastró a la Corte Suprema al filo del juicio político, no va a quedar en este episodio. Cortar la ayuda alimentaria cerrando escuelas no es un gesto menor. Cuando esto termine vuelven las clases presenciales, lo contrario es admitir un error y asumir como responsabilidad propia los más de 15 docentes muertos por covid desde que empezaron las clases presenciales en la Ciudad, miles de contagios y burbujas pinchadas en todo el mapa escolar.

La semana de tregua obligada no significa ningún cambio de actitud política de Horacio Rodríguez Larreta, las consecuencias de su chirinada son demasiado importantes y el efecto arrastre entre gobernadores que no son de su espacio suficientemente importante como para deponer armas y consensuar de verdad, sigue considerando los contagios y las muertes apenas daños colaterales.

Se prevé que la dirigencia nacional de los docentes tomará cartas en el asunto y esto no quedará circunscripto a la ciudad autónoma. Los conflictos en tiempo de pandemia tienden a autoalimentarse y las mediaciones son crecientemente ineficaces.

La interminable huelga de Colombia, con rasgos de desobediencia generalizada, la aplastante derrota de la derecha chilena, en las elecciones de constituyentes, marcan que el punto de equilibrio del modelo neoliberal se ha quebrado. Esto no consagra ningún triunfo anunciado sólo abre las puertas. La piel lastimada de la sociedad, tras cuatro años de macrismo, sumada la pandemia en su peor momento, extrema los cuidados para que el desmadre no se torne inevitable. En chile todo comenzó con un puñado de estudiantes secundarios saltando los molinetes del subte de Santiago. Lo que vino lo construyó el gobierno con su lógica violenta y represiva. Centenares de tuertos, ciegos y heridos sumados a varios asesinados no logró parar una bronca acumulada durante 3 generaciones a partir del nefasto 11 de setiembre de 1973. La mentira tiene patas cortas las verdades profundas que acumula la memoria popular las tiene muy largas.

La lucha entre el olvido y la resignación contra la memoria y la defensa de la vida no tiene conciliación posible. Alguien se impone sobre el contrario. La escuela pública tiene un siglo y medio la política de Rodríguez Larreta, Mauricio Macri y Soledad Acuña apenas una década y media. La dimensión del tiempo explica la síntesis de la historia. Cuando se impone lo inmediato la memoria se transforma en amnesia colectiva hasta que el protagonismo callejero nuevamente la coloca en el centro de la política y renace la esperanza. 

*El autor es secretario de Derechos Humanos de la CTA y dirigente histórico de la UOM.