Las bolsas de valores estadounidenses volvieron a ubicarse cerca de sus picos de cotización. Las caídas registradas en las primeras semanas de mayo duraron poco y nuevamente los índices de acciones de muchas de las principales empresas del mundo desarrollado apuntan para arriba. La expectativa que el salto de la inflación de Estados Unidos sea pasajera, las perspectiva de un crecimiento robusto a partir del programa de estímulo fiscal de la gestión Biden y el éxito del plan de vacunación figuran como los argumentos fuertes para explicar esta tendencia en la que parece haber inversores que nunca apuestan a la baja.

A pesar del optimismo en las bolsas algunos de los principales referentes del establishment financiero global comienzan a plantear que la situación no resulta sostenible. El problema que mencionan no es únicamente que los activos se encuentran inflados por la liquidez extraordinaria en el mundo desarrollado. El planteo es más profundo que el de una burbuja de acciones: consideran que las potencias de occidente no podrán mantener su rol de líderes en la economía y las finanzas internacionales en un mundo cada vez más desigual.

“La confianza es un bien precioso. Al no hacer más para ayudar al resto del mundo a vacunarse lo más rápido posible, las economías avanzadas occidentales están desperdiciando su recurso más importante y poniendo en peligro el sistema internacional en el que se basa su prosperidad”. Con estas palabras resumió su posición Mohamed El-Erian, una de las voces más escuchadas entre los inversores globales. Fue CEO de Pimco (un fondo de inversión que maneja activos por más de cinco veces el PIB argentino) y su lectura nunca pasa desapercibida.

El punto al que apela es que en el último año se observó una distribución global de las vacunas obscenamente desequilibrada, injusta e ineficiente. La consecuencia es una recuperación económica desigual entre los países, un salto de la pobreza extrema en las regiones vulnerables del plantea y una inestabilidad impredecibles para los próximos años.

Por este motivo, El-Erian plantea que hacia adelante -si no ocurre un cambio en la forma de coordinar la pandemia contemplando las tensiones cada vez más marcadas de los países en desarrollo- puede terminar de romperse el orden establecido a partir de la posguerra. O en otras palabras: equivale a decir que Estados Unidos perdería su rol de regulador global.

Los cambios y la ruptura del status quo no pueden descartarse en el plano geopolítico: los indicadores sobre la falta de equidad en el mundo son impactantes. Naciones Unidas publicó recientemente un informe que muestra el resultado de una de las peores recesiones en casi un siglo. Se perdieron cerca de 114 millones de puestos de trabajo y 120 millones de personas pasaron a la pobreza extrema. El premio Nobel Amartya Sen resumió la semana pasada que esta crisis es una catástrofe en la lucha contra la pobreza en países como India.

Esa economía en desarrollo es una de las que enciende las mayores situaciones de alarma y en la que se generan grandes interrogantes respecto de su futuro. El execonomista jefe del Banco Mundial Kaushik Basu publicó una opinión mostrando datos extremos de la situación social. Los siete millones de empleos que se perdieron en abril elevaron en más de dos puntos la desocupación. El principal problema de ingresos ocurre entre los jóvenes: la tasa de paro es 24 por ciento.