En la antesala del invierno, Mar del Plata vive su peor momento en la pandemia del coronavirus. Muestra un ritmo de crecimiento de casos nunca antes visto, acumula un número de muertes alarmante, tiene a buena parte de la actividad comercial en el abismo de la quiebra, y a todo eso se suma la disputa –no menor, y en tono cada vez más fuerte– que encabeza el intendente Guillermo Montenegro contra las gestiones de Alberto Fernández y Axel Kicillof desde que entró en vigencia la nueva etapa de cuarentena.

Superando el techo que había puesto septiembre con 9100 infecciones, mayo se convirtió en el mes en el que se reportaron más enfermos de covid-19 en la ciudad y es el segundo con mayor cantidad de fallecimientos. El acumulado mensual deja un saldo de 254 decesos, lo que se traduce prácticamente en 9 muertos cada 24 horas. En estas semanas, también se registró el récord local de contagios diarios notificados en un mismo día (491) y de casos activos (4.215).

Por eso no fue extraño escuchar la palabra “colapso” en más de una oportunidad entre los efectores privados del sistema sanitario. De hecho, en el fin de semana extralargo atravesado por el confinamiento se incrementó notablemente la labor de urgencias médicas. “Las guardias de los tres principales establecimientos de la ciudad estaban colapsadas. Había demoras de hasta cinco horas para atender a algunos pacientes”, graficó a Página/12 Gustavo Elicabe, titular de la Federación de Clínicas y Sanatorios bonaerenses (Fecliba).

El profesional también aseguró que el Hospital Interzonal General de Agudos (Higa) Dr. Oscar Allende se “llenó”, por lo que reconoció “dificultades” con las derivaciones de pacientes que provienen de otros municipios, algo que en los últimos días ya había generado rispideces públicas en la costa. Fue por estos mismos inconvenientes que el intendente de Villa Gesell, Gustavo Barrera, había acusado a Montenegro de “jugar con la salud en la región”. “Es que la ocupación de camas creció en cuatro o cinco días de golpe”, aclaró al respecto el médico de la clínica Pueyrredon.

Pero la otra cara, la económica, también enciende alarmas importantes. Y la decisión que tomó el viernes la gestión de Kicillof de hacer retroceder a General Pueyrredon a “fase 2” –que suspende las clases presenciales y contempla las restricciones más duras en la Provincia– no mejora para nada los ánimos en un sector que ya había aceptado a regañadientes el pedido de cierre total del presidente. “Hasta antes del confinamiento eran 280 los hoteles cerrados. Y ahora creo que el 96 por ciento debe estar así. Solamente trabaja el que tiene algún esencial. Prácticamente toda la actividad está parada y va a ser muy difícil volver a levantarse”, dijo a este medio Eduardo Palena, vicepresidente de la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica, ante la consulta por el impacto del DNU presidencial.

Hay más números que permiten entender la dimensión de la crisis: la seccional local de la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos (Uthgra) reveló que en los últimos meses la ciudad perdió 1400 puestos laborales. Y la Unión del Comercio, la Industria y la Producción (Ucip) finalizó a principios de mes un estudio que relevó 242 locales vacíos entre los principales paseos, como Güemes, Constitución, Punta Mogotes, Playa Grande, Microcentro, Juan B. Justo, San Juan, Alberti, Talcahuano, 12 de Octubre y Tejedor.

Es cierto que el bajón económico de invierno no es una novedad para Mar del Plata. Hace décadas que la política de la ciudad está empantanada en la discusión de cómo “salir de la estacionalidad”. Pero el agravante de una pandemia sin freno avizora golpes más fuertes para junio y julio respecto de años anteriores. El escenario, incluso, es más negativo que en septiembre y octubre del 2020 –el pico de la primera ola–, cuando había más ahorros, estaba el auxilio del Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) y asomaba la esperanza de una temporada de verano que, al final, tampoco cumplió las expectativas de los empresarios. En la comparativa, el único viento a favor es el de la vacunación, que, con 200 mil vacunados, avanza a paso lento pero sostenido.

Por la permanencia en fase 2, la postal de cierres y aperturas comerciales en la ciudad no debería modificarse demasiado a partir del lunes con relación al actual período de cuarentena estricta. Pero gastronómicos, hoteleros, gimnasios, natatorios, shoppings, y hasta peluqueros anunciaron que harán caso omiso a las restricciones que buscan frenar el avance del coronavirus. “Esta fase 2 plantea una realidad inviable. Salud también es tener para comer. Salud es trabajar. Nuestra actividad es segura. Necesitamos que la gente venga a la ciudad y se sienta segura y cuidada. Necesitamos trabajar”, justificó Nancy Todoroff, la secretaria general de Uthgra.

¿Y habrá controles? El intendente Montenegro intenta no quedar mal con nadie: en cada oportunidad, ratifica su acatamiento a las disposiciones de Nación y Provincia pero al mismo tiempo manifiesta su respaldo a las quejas constantes del empresariado. “Sabemos de las necesidades de los comerciantes y también sabemos que hay que ser muy duros en los controles. Pero el mayor esfuerzo lo pusimos y lo vamos a poner en todo lo que tiene que ver con la clandestinidad porque ahí no hay ningún protocolo. No tengo ninguna duda. Y tampoco tengo miedo de decirlo”, aclaró.

A pesar de esta postura “moderada”, la tensión entre las distintas gestiones es evidente desde la llegada de la segunda ola. El hombre del PRO encabezó el viernes una conferencia de prensa en la que apuntó por la “falta de previsibilidad” a la hora de definir los pasos a seguir en la pandemia. “Esto no es una pelea política. Hay que ser sumamente cuidadosos a la hora de comunicarle a la gente cómo vamos a seguir. Tenemos obligación de ser claros, previsibles, para que los vecinos puedan entender lo que les decimos. No se puede confundir a la gente”, criticó.

El cortocircuito con Alberto Fernández se desató con la publicación del DNU del confinamiento. Allí se modificaron los criterios para que un distrito sea considerado de “alarma epidemiológica”: antes, las ciudades tenían que superar dos requisitos para ingresar a la categoría pero, desde el 21 de mayo, con cumplir un solo parámetro alcanza para que la jurisdicción sea pasible de las restricciones más estrictas. Montenegro leyó esa modificación como un “perjuicio directo” para Mar del Plata y acusó al Gobierno de cambiar las “reglas de juego” sobre la marcha y sin previo aviso. “Nos enteramos el mismo viernes a la medianoche cuando se publicó. Nadie nos llamó”, apuntaron en el Ejecutivo.

A partir de ahora, el debate que promete ganar espacio en la ciudad es el de la educación presencial. En sintonía con la postura del jefe de Gobierno porteño ,Horacio Rodríguez Larreta, Montenegro anticipó su rechazo a la suspensión y aseguró que la actividad en las aulas no repercute en la curva de contagios. "En marzo teníamos 9 de cada 1000 chicos que se contagiaban y ya con las clases, ese número había variado a 10 de cada 1000. No hubo variaciones en ese lugar", dijo, aunque por el momento no habló de presentaciones para revertir esta situación.

Y teniendo en cuenta el impacto de las bajas temperaturas y los posibles brotes de otras enfermedades respiratorias, los pronósticos de corto plazo tampoco abundan en optimismo. Porque de mantenerse la escalada de contagios de coronavirus y los criterios epidemiológicos que rigen al Ministerio de Salud de la Nación, Mar del Plata debería estar “confinada” durante largo tiempo. Para pasar a fase 3 y recuperar las clases presenciales y otras actividades, la ciudad tendría que registrar un promedio de 235 casos diarios de manera ininterrumpida durante 14 días. “Yo, en esta situación, no lo veo posible”, confesó Montenegro.