Brasil vivió hoy su primera huelga general en veinte años. El país quedó paralizado en rechazo a las políticas de Michel Temer, que pretende encarar una profunda reforma laboral que también afecta a las jubilaciones.

San Pablo y Río de Janeiro fueron los focos principales, con marchas repudiando la política de Temer, un presidente acusado de ilegítimo por amplias franjas tras el impeachment contra Dima Rousseff, y cuya popularidad alcanza mínimos históricos del 4 por ciento.

Durante la jornada hubo piquetes en rutas y avenidas, impactando así sobre el transporte. Para el gobierno, la medida de fuerza fue un “fracaso” por el uso de piquetes. En Río hubo piquetes frente a la Asamblea Legislativa, e hicieron barricadas con fuego. La policía reprimió con gases lacrimógenos y camiones hidrantes.

"El que hace paro es vago, perezoso, duerme hasta tarde. Yo me levanto temprano”, descalificó el paro Joai Doria, alcalde de San Pablo y empresario que aspira a ser candidato a presidente por el PSDB. Llegó al palacio comunal en helicóptero e intentó, en forma infructuosa, que Uber llevara gratis a los empleados. Hubo 16 detenidos por bloquear los accesos en San Pablo.

Porto Alegre, Belo Horizonte, Recife, Bahía, Fortaleza y Manaos fueron ciudades importantes donde también se sintió la medida de fuerza.

Mientras tanto, con el país afrontando una huelga de magnitud como no se veía desde 1996, se dio a conocer el índice de desocupación: 13,7 por ciento en el primer trimestre. Un total de 14,2 millones de brasileños están sin trabajo: son 3,1 millones más que hace un año.

La reforma laboral ya cuenta con media sanción en el Congreso. Según Osmar Serraglio, ministro de Justicia, la iniciativa “desespera” a los sindicatos porque quitaría la contribución de los empelados que estén afiliados. Por otra parte, la nueva norma deja en manos de los empleados, y no de los gremios, la negociación salarial. Para el líder sindical Vagner Freitas, hoy pudo haber habido una adhesión mayor a la de los 35 millones de personas que pararon en la huelga de 1989.

Otro hombre con historia en el sindicalismo brasileño ponderó la jornada. "Es una satisfacción saber que el pueblo está tomando conciencia. La gente se quedó en casa porque no quiere que le quiten los derechos. El movimiento sindical y el pueblo están haciendo historia porque adhirieron las amas de casa, el trabajador y el pequeño comerciante", afirmó el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva.