Es difícil plantear el aprendizaje cuando existen situaciones abrumadoras: un Estado provincial que se contradice en las políticas de Salud, transgresiones continuas por parte de los ciudadanos, autopercepciones de abandono, soledad, atentado contra la libertad, encierro. Sin embargo, podemos detenernos a reflexionar como parte de un proceso de duelo, de significación y de preparación ante lo fatídico. Detenernos, despegarnos de la inmediatez y de la incertidumbre que revolotea anunciando la muerte.

En Catamarca rige la etapa roja de “aislamiento estricto”, desde el 15 de abril. Los especialistas afirman que el ciclo viral tiene catorce días; hemos pasado varios ciclos en etapa roja sin que la curva de contagio ceda. ¿Hay algo que no funcione entre las partes involucradas en pandemia? ¿La responsabilidad ciudadana o/y la tarea del Estado provincial?

La gestión de la provincia ha sido de las más preventivas si se compara con otras. El virus entró tardíamente y se transitó un 2020 con cierta tranquilidad. Las fronteras fueron cerradas desde el inicio. Pero las decisiones inconsultas o la información discrecional son prácticas que en el contexto actual hieren la sensibilidad social. Desde que en abril la curva de contagios empezó a incrementarse, el Ejecutivo Provincial produjo señales de desconcierto y tomó medidas contradictorias, que luego debió modificar con otros decretos. Esta desorientación impactó negativamente en la opinión ciudadana.

Por lo pronto, estamos dándonos cuenta de que necesitamos un Estado presente y ordenado. Que debemos invertir en Salud Pública, en la producción de componentes tecnológicos, en el desarrollo de la infraestructura para atender problemáticas comunitarias. No representan un gasto ni se pueden abandonar al libre mercado. Es inversión y ampliación de derechos.

En cuanto a las dificultades del individuo en relación comunitaria, hubo transgresiones continuas, bastantes disimuladas: rutas alternativas para evadir controles, juntadas nocturnas de adolescentes con el aval de los padres, amontonamientos en la zona céntricas, uso impropio del barbijo, no respeto de las distancias ni de la cantidad de compradores en los comercios barriales, festejos entre mayores, compartiendo vasos, mates, utensilios, artimañas para circular; exigencias patronales para ir a trabajar pese a que se dieron en el lugar de trabajo casos de covid. En la gran mayoría todas estas transgresiones han sido autojustificadas: porque es mi cumpleaños, porque es el último año de secundaria y no sabemos si nos vamos a volver a ver, porque necesito conservar mi empleo, porque me estoy volviendo loco encerrado, porque tengo que venir al centro, porque no voy a darle el gusto al gobierno, a mi madre que me ordena, porque me estoy fundiendo.

El encierro, la soledad, la necesidad del otro, la muerte, la pérdida de libertad, el miedo a un Estado represor, probablemente operan como factores que en la consciencia dan argumentos a las transgresiones. Por otro lado, al presentarse la muerte como ordenador social en pandemia, por su intensidad, nos paraliza. Nos suspende en un presente apremiante. A pesar de la asfixia económica, cuando toca la puerta la parca, en la mayoría de los casos lo económico pasa a segundo plano. Más allá, el enfrentamiento con la muerte, es vivida como ajena. Es el otro quien se muere. Lo presenciamos a menor o mayor distancia, pero siempre, como estructura de conocimiento. De todos modos, cuando podemos establecer un lazo de semejanza con el otro, cuando entendemos que hay algo en común, aunque sea nuestra finitud, empezamos a ordenar nuestras vidas de otras formas. Comprendemos que el tiempo humano no es una secuencia infinita para nadie. Y eso es una de las condiciones estructurales que nos ordena como individuos en sociedad.

En relación con los límites con la auto-percepción, el sujeto moderno y posmoderno, según autores renombrados, deposita el sentido de su existencia en vivir lo mejor posible y alargar su vida; su esperanza apunta a detener el tren en que viaja hacia su finitud; apostando al éxito de la ciencia y la tecnología. El sujeto moderno y posmoderno se constituye como objeto de estudio de las ciencias humanas y del saber de ellas que les enseña cómo vivir. Realimenta así esperanza hedonista que, como todo porvenir de una ilusión, tiene el final cantado: el vacío y la des-ilusión. Es distinto al sujeto moderno planteado (esclavo de sí mismo y de su proyecto hedonista) quien puede buscar un sentido de trascendencia a su propia muerte, a través de la transmisión de un legado, valores, herencia: familiar, religiosa, política, económica, cultural, etc. O sea, quien puede proyectarse como parte de un espacio más amplio: una comunidad, una nación, una especie. Y de ahí, quizás, surjan conductas de mayor cuidado hacia el semejante.

El proyecto neoliberal de la libertad se asienta en la premisa “solo hazlo”. Sin embargo, este choca una y otra vez contra la pared de la realidad como un duro rebote de pelota de goma. Con todo, puede contar casi siempre con la treta de la consciencia capaz de olvidar rápidamente y relegar sus recuerdos al plano inconsciente. Reprime todo lo que no encaja con celeridad.

Nuestra auto-percepción moderna nos dice que no somos sujetos sometidos, sino un proyecto libre. Por esto quizás en tiempos de covid las limitaciones normativas aparecen como un atentado a la libertad. Si fuese el proyecto de nuestro pequeño ego el que primara, no podríamos entender nuestra relación con el otro y con la comunidad. El sujeto neoliberal -como dice Byung-Chul Han desde su visión global- como empresario de sí mismo, no es capaz de establecer con los otros relaciones que sean libres de cualquier finalidad. Entre empresarios no surge la amistad sin fin alguno. Sin embargo, ser libre significa estar entre amigos. Libertad y amigo tienen en el indoeuropeo la misma raíz. La libertad es una palabra relacional.

Desde una mirada latinoamericana, el problema de la muerte que trae el virus, no es más cruel que la desigualdad social, las dictaduras militares, las presiones económicas y financieras que obturan el desarrollo de la industria, los constantes golpes de Estados en tiempo de democracia, las alianzas oligárquicas nacionales con los intereses foráneos, las estructuras vigentes patriarcales y colonizantes, la discriminación de negros, mujeres, indígenas, la precarización laboral, etc. En definitiva pareciera que la autopercepción es: siempre en lucha o resignados a la dominación.

*Psicólogo