“El año pasado acumulé deuda del monotributo por unos meses en los que viví con lo mínimo, cobrando el IFE. Este año estuve al día, fue muy angustiante cuando vi que esa deuda se me iba a duplicar con el retroactivo a enero” dice Mariana que trabaja como repartidora.

Su relato contrasta con el del millón y medio de trabajadores y jubilados de altos ingresos que se beneficiaron por la reducción de impuesto a las ganancias para la cuarta categoría. También con la realidad cotidiana de los empresarios alcanzados por el aporte extraordinario y por única vez que, aún después de pagarlo, seguirán teniendo fortunas imposibles de gastar en una sola vida.

Parece que llegó la hora de cambiar algunos relatos arraigados. Si hasta ahora las grandes potencias contribuyeron en la construcción de la épica alrededor de los empresarios exitosos, ahora es el propio presidente de Estados Unidos y sus pares en el G7 y el G20 los que colaboran con las investigaciones que muestran el daño que ocasionan al no pagar impuestos. No se trata sólo de modificar los tributos sino de rever también los artilugios legales que facilitan la evasión.

Expertes de todo el mundo coinciden en el diagnóstico: se está tensando a más no poder la cuerda de la desigualdad y de algún lado tendrán que venir los recursos para paliar la crisis, para fortalecer los sistemas sanitarios, para erradicar el hambre y para cerrar las brechas de género. Las calles lo confirman. O al revés. Expertxs confirman lo que las calles diagnostican.

Este es el marco en el que regresa la pregunta por una reforma tributaria integral en la Argentina ¿Sucederá? ¿Tendremos la oportunidad de pensar, por primera vez, una reforma con perspectiva feminista?

Vade retro

El malestar que provocó la noticia sobre la categorización retroactiva a enero del monotributo dejó miles de memes en las redes que ilustraban la falta de derechos laborales que sufren la mayoría de quienes aportan al régimen del monotributo. La situación de les 4 millones de monostributistas no es homologable. Es un universo muy amplio que va desde profesionales de altos ingresos que no habrían tenido dificultad para pagar el aumento, a trabajadores por cuenta propia, pequeños comerciantes y hasta empleades estatales precarizades.

Finalmente, el gobierno dio marcha atrás con la medida que habría generado una deuda para millones de contribuyentes que aportan al fisco y al mismo tiempo, engrosan las filas de quienes llegan a fin de mes con las cuentas y los bolsillos vacíos.

El enredo de idas y vueltas dio pie para preguntarse qué fue de la reforma integral tributaria que alguna vez se prometió y para volver a mirar cuáles fueron las modificaciones impositivas durante el 2021.

Si agrega mujeres ¿es feminista?

Durante el primer semestre se aprobaron dos leyes que modificaron uno de los impuestos que, por su naturaleza, es de los más progresivos: el impuesto a las ganancias. Se trata de un tributo clave para redistribuir la riqueza y acortar las cada vez más amplias brechas de ingresos, sobre todo entre trabajadores formales e informales.

Por eso la modificación de la cuarta categoría del impuesto a las ganancias, ese que pagan las personas físicas del decil de ingresos más altos, llama la atención en un contexto en el que los recursos no escasean. Además de acotar el universo de quienes pagan el tributo, la ley brinda toda una serie de beneficios en forma de posibles deducciones. Entre otros, permite a quienes no tengan servicios de guardería o jardines materno-infantiles en sus lugares de trabajo deducir hasta $5.590 por mes por este concepto.

Si bien se presentó como una conquista para quienes tienen hijxs a cargo, un análisis más amplio sobre su progresividad deja algunas dudas. Lo que pueden deducir esxs trabajadorxs es dinero que no entrará a las arcas públicas. Un cálculo rápido permite ver que con lo que se dejará de recaudar por ese beneficio exclusivo para trabajadorxs de altos ingresos se podrían haber construido 66 jardines públicos al año para lxs monotributistas y otros empleadxs informales.

Para compensar la pérdida de recaudación que generó esta ley (se calcula que dejarán de recaudarse alrededor de $50 mil millones), el Poder Ejecutivo envió otra, que también se aprobó por estos días y que modificó el impuesto a las ganancias que pagan las empresas. Por iniciativa del macrismo, este año las empresas habrían visto reducida la alícuota del 30% al 25%. El proyecto que se aprobó reduce lo que pagarán el 90% de las empresas, en su mayoría PYMES, respecto de lo que pagaban con la ley de Cambiemos. Y aumenta la alícuota del 30 al 35% al 10% de las empresas de mayores ingresos.

Esta ley también contó con su artículo dedicado a la perspectiva de género. Estableció una deducción especial por pago de honorarios a cargos jerárquicos. Si se trata de cargos ocupados por mujeres, se podrá deducir de ganancias el 40% de los honorarios pagados. Y el 60% si la persona a la que se le pagan honorarios es trans. Una política orientada a romper los techos de cristal, sin dudas. Habrá que esperar que no sean monotributistas quienes deban barrer esos vidrios rotos.

Si bien no hay información con apertura por género, no hay dudas de que son mayoría varones los que se vieron beneficiados por la modificación de la cuarta categoría.

Es una pena que haya habido dos leyes para modificar ganancias y que no se recoja una demanda añosa: que los jueces dejen de tener el privilegio de no pagarlo. Las críticas feministas a la justicia patriarcal podrían incluir este capítulo económico.

Como dice la receta que pasó de boca en boca feminista: no se trata de agregar mujeres y revolver.

Dato contra relato

En medio de una pandemia en la que todos los sectores, con algo de buen tino, exigen al Estado la compra de vacunas, atención sanitaria, el funcionamiento de las escuelas, es el momento propicio para pensar cómo se financian esos servicios, sin los que todas nuestras vidas estarían en peligro. La reforma fiscal de Cambiemos de 2016 y 2017 redujo la presión fiscal sobre rentas y patrimonio. Eso no evitó ni la inflación, ni la caída de la inversión industrial ni el aumento del desempleo. Los datos son contundentes para derribar el mito bobo de que los impuestos altos destruyen la economía.

En 2019, con el cambio de gobierno, una de las primeras medidas fue el aumento de Bienes Personales y la creación del Impuesto País que redundaron en un aumento de la recaudación del 2020 en 1,5 puntos del PBI.

Esta semana se conoció un informe que muestra cómo en Estados Unidos evadieron impuestos los ricos más ricos del planeta. Jeff Bezos, dueño de Amazon, Elon Musk, dueño de Tesla, Soros, Bloomberg y otros tantos que pasaron años enteros sin pagar impuestos federales. Pero el informe explica también quienes sí pagaron: las clases medias y bajas.

El esquema es similar en todo el mundo. Tu fortuna es mi miseria, reza el cartel. Las mujeres y el colectivo LGBT están sobrerepresentades en los hogares de menores ingresos y a diferencia de los multimillonarios, no tienen artilugios para evadir. Son a quienes más afectan los impuestos al consumo como el IVA y el relato del emprendedorismo que esconde precarización con “autoempleo”, como le pasa a Mariana, repartidora monotributista cuyo empleador fantasma quizás figure entre las listas de los superricos.

Para reducir las desigualdades, entre ellas la desigualdad de género, huelga una reforma tributaria integral. Será feminista sólo si tiene como bandera la redistribución de la riqueza.