“Ser gordo es que te digan que te vas a morir, que sos insalubre y que normalizás un estilo de vida poco saludable, pero cuando te vacunás se enojan porque te ‘adelantaste’ y le sacás vacunas a gente que está enferma de verdad. Digan que odian a los gordos y listo, chicos”, tuiteó Agustina Cabaleiro, -Online Mami en las redes-, influencer, modelo y activista. Suficientemente gordos para estar enfermos, no tan enfermos como para acceder al derecho de vacunarse. Los militantes de la normatividad corporal volvieron a poner en la balanza de La Salud, así con mayúsculas, a quienes no responden a la delgadez obligatoria: esta vez, para fiscalizar si merecen, o no, ser vacunados. En el medio: el estigma, el señalamiento y la vergüenza, que hacen que muchas personas inoculadas porque su peso se corresponde con índice de masa corporal que el Ministerio de Salud dictamina que es un factor de riesgo para el COVID, elijan no compartir la tan esperada foto junto a la libreta de vacunación.

Con las redes sociales como terreno de disputa, varixs activistas por la diversidad corporal denunciaron esta situación exponiendo su doble vara, coherente con una gordofobia estructural previa y enquistada en la sociedad. Sin embargo, hacia adentro de estos espacios de militancia, se generó otro debate: esta vez, en torno a una incomodidad que, para Brenda Mato, fue como estar “entre la espada y la pared”. ¿Qué significa para quienes hace años denuncian la violencia de la patologización hacia los cuerpos gordos, marcar en el formulario de vacunación esta variable que les pone dentro del grupo de riesgo?

Para Laura Contrera, activista por la diversidad corporal, esta estigmatización hacia las personas gordas en contexto pandémico no es algo nuevo: “Hemos visto en los primeros momentos del año pasado la circulación de memes gordofóbicos sobre el peso corporal y el intentar alertar a la población más que en el cuidado respecto a un virus letal, el cuidado de no engordar”, señala, “esto no ha disminuido, pero ha encontrado este nuevo foco para ejercitar la gordofobia estructural que es violenta, es estigmatizante, discriminatoria y muy dañina para la salud psicofísica de las personas gordas, como lo es cualquier tipo de discriminación”.

¿Qué lectura puede hacer el activismo por la diversidad corporal sobre esta situación?

--Hay una doble vara entre quienes supuestamente alegan que se preocupan por la salud de las personas gordas y dicen que, para eso, tienen que bajar de peso, cuando en realidad les causa repugnancia tu forma corporal y no aceptan la diversidad de los cuerpos. Pareciera que para ellos de pronto, cuando las personas gordas toman decisiones con respecto al cuidado de su salud como, por ejemplo, acceder a la vacunación en un contexto pandémico mundial, se sienten habilitados a expresar de forma violenta que los gordos no merecen acceder a esa vacuna. En definitiva: que están en el grupo de riesgo solo por comer demasiado, entonces no les corresponde ser inmunizados, como si esto se tratase de una especie de castigo total.

¿Qué discusiones se dieron hacia adentro de los activismos en torno a la contradicción que implicó, para muchxs, marcar la opción obesidad en el listado de comorbilidades para inscripción de la vacunación?

--Que el estado nos patologiza es claro. Esto es algo que sucede: está la Ley de Trastornos Alimentarios, por ejemplo; hay un montón de situaciones en las cuales las directivas y las políticas públicas giran en torno a la patologización de la gordura, y por eso nos juntamos y luchamos. Pero lo cierto es que, justamente por esto, para muchxs la presencia de esta palabra y el tener que tildarla en un casillero les resultó muy violento y eligieron no hacerlo. Otrxs, en cambio, entendieron que quizás ahí podía haber un uso estratégico de las condiciones legales vigentes en un contexto pandémico.

¿Qué contempla esta segunda mirada?

--Como bien dijeron las compañeras de Gordas Trabajando la vacunación, aparte de ser un acto individual, es parte de algo colectivo. Haciendo ese razonamiento, muchas personas modificaron sus inscripciones y marcaron este casillero, a pesar de estar en contra de la terminología patologizante. ¿Eso implica estar aceptando pasivamente la patologización del estado? No. Significa que estamos en un contexto de crisis sanitaria y estamos eligiendo dar cuenta de aquello que nosotros consideramos que es una gordura, pero que no es una enfermedad. Pero también hay una realidad objetiva: nuestros cuerpos pesan lo que dice el Estado que tienen que pesar para habilitarnos a una vacuna. Entonces es por esto que sí sentimos ese ir y venir con respecto a una de nuestras políticas más importantes, que es luchar por la despatologización. Pero, a la vez, entendemos que el acceso a la salud es un derecho y esta lucha jamás implicaría negarnos a su ejercicio inalienable.

¿Cómo fue compartir estos sentires con tus compañerxs?

--En mi caso personal, ha sido definitiva la comunidad gorda y poder charlar y escuchar experiencias, argumentos y los acompañamientos. Yo el año pasado tenía una postura muy apegada a la idea de que no quería marcar ningún casillero que hable de la obesidad: es una etiqueta que no me representa y no sentía que debía reforzarla, porque está basada en un índice de masa corporal que es, al fin y al cabo, un instrumento que no mide adecuadamente mi estado psicofísico de salud. Lo cierto es que conversar con personas de la comunidad gorda me cambió muchísimo el panorama, sobre todo hacerlo desde un lugar de no juzgamiento, incluso para aquellas que deciden no vacunarse ahora, que deciden no marcar el casillero; estar abierta a entender lo que pasa a la comunidad gorda. Me parece importante no juzgar las decisiones ajenas, pero sí entender que podemos modificar las nuestras

¿Qué fue lo que te hizo cambiar de opinión?

--La comunidad gorda me ayudó muchísimo a cambiar esta idea original que tenía en un principio, sobre todo el poder escuchar experiencias de personas gordas que conozco o que me escribieron en las redes, que han tenido COVID. Poder hablar cuestiones ligadas al maltrato, a la discriminación, al temor enorme que nos provoca a la gente gorda el contacto con la instancia médica que, en general, es tan violenta y tan estigmatizan con nosotrxs. En ese sentido, la opción de la vacunación ha sido una suerte de estrategia bastante liberadora dentro de este contexto excepcional. Por eso, quiero enfatizar bien esto: nuestro pedido de despatologización no se da de bruces con el derecho a la salud por el acceso a la vacunación. Entonces, hay que comprender las decisiones de las personas gordas, de querer marcar o no ese tilde espantoso. Sino, no podemos entender todo lo que están vivenciando, toda esta gordofobia desatada y, además, nos falta una parte de la historia.

Sin embargo, Laura también coincide con las “académicas gordas” que han cuestionado que la gordura sea un factor de riesgo para el COVID. “Todavía no hay tantos estudios y quizá los que se están haciendo ahora sean bastante sesgados; tal vez porque sean gordofóbicos, no tengan un enfoque internacional y, quizás, lo que están viendo como riesgos asociados con la gordura en realidad son riesgos asociados a la discriminación, al estigma, a la pobreza; a otras condiciones interseccionales vinculadas a pertenecer a minorías étnicoraciales, minorías sexogenéricas, etc”.

Laura Contrera. Foto: Jose Nicolini

ENTRE LA ESPADA Y LA PARED

Brenda Mato es modelo, activista y se toca la teta izquierda cada vez que habla del Dr. C*rmillot; para ella, pensar en la posibilidad de vacunarse se sintió como estar “entre la espada y la pared”. “¿Qué hago? ¿Me anoto o no me anoto? ¿Soy una mala activista si me vacuno? ¿Soy hipócrita y me estoy cagando en lo que siempre sostuve?”, pensaba y daba vueltas antes de, finalmente, tomar la decisión de darse la inyección. Pero, tras haberlo hecho, pasó una semana hasta que decidió documentar su experiencia en las redes y compartir que ella también se había sentido expuesta a señalamientos por haber hecho uso de este derecho; una historia que, muchxs otros usuarios, también comentaron que les era propia.

¿Por qué tardaste tanto en compartir tu decisión de vacunarte?

--Es que para esta enfermedad la gordura sí es un factor de riesgo, pero mi miedo era no poder explicar lo suficientemente bien la contradicción que me generaba usar esa palabra por la que siempre me patologizaron para, ahora, vacunarme. Yo tampoco tengo todo resuelto, lo hablé con otros activistas y me dijeron “yo no les voy a dar el gusto” y no quisieron vacunarse; pero me parece importante poder plantearlo.

¿Qué encontraste en las redes sociales en torno a este tema, por parte de otras personas gordas que también estaban en la duda?

--Lo que estuve leyendo es que hay mucha gente que durante años tuvo el tupé de ser médicos de instagram y que, con solo ver una foto nuestra, ya se sentían absolutamente habilitados para decirnos que estábamos reconta enfermos y que nos íbamos a morir mañana y que, ahora, nos exigían certificados para saber “qué tan enfermos estábamos”. ¿Cuál es el criterio? Es solo gordofobia, para eso digan que nos odian y listo.

¿Qué sentís cuando tratás de disputar este criterio gordofóbico?

--Es muy difícil explicarle a una persona que no vive en carne propia esta violencia; nos tratan de extremistas, de exagerados y yo te juro que quisiera que algún día exista la posibilidad de hacer un intercambio de cuerpos y que esa gente viva un día en el mío: que sientan las miradas, los comentarios, las sensaciones, que sientan cómo es quedarte afuera de un montón de cosas. Es sumamente complejo transmitir esto cuando del otro lado no hay mucha empatía y lo único que me dicen es que pruebe “haciendo dietas”. Mi pediatra me mandó a los nueve meses de vida a hacer dieta, o sea…¡dieta de teta!

¿Qué otras reflexiones salieron en torno a este tema con otros militantes por la diversidad corporal? ¿Qué los hizo elegir vacunarse pese a todas las contradicciones que señalabas?

--Algo que me pasó un montón hablando con otrxs es decir: “Yo también quiero vacunarme porque no quiero llegar al punto de contagiarme y pasarla realmente mal y que un médico tenga que decidir entre una persona con otro tipo de cuerpo y el mío, porque ya asumen que soy enferma de entrada y que tengo menos chances de vivir”. Mucha gente se ofendió con este planteo y no entienden que toda tu vida viviste violencia médica y te ignoraban cuando tenías una dolencia y te decían que era por ser gordo; hay gente que, por eso, casi se muere. Ya sé que “not all médicos” pero, ¿y si justo en ese momento tiene que decidir ese médico?

UNA DEUDA PENDIENTE

Yésica Reyes es modelo y activista gorda bypeaseada: “fui gorda y ahora soy bariátrica”, aclara. Esta semana compartió en sus redes sociales un mensaje que recibió en su correo de una persona desconocida: “Ah bueno, ahora resulta que todos los gordos se vacunan primero. Están estafando al sistema, qué se creen, hasta mi vecina de 20 años ya se vacunó, ¿y la gente enferma qué?”, y sigue: “los gordos vagos se vacunan, porque son gordos por vagos, yo trabajo 12 horas y aún así llego a ejercitarme a diario y tengo que ver cómo son privilegiados quitándonos las vacunas al resto”.

Yésica es, además, enfermera y conoce de primera mano los yeites y tejes del sistema médico que la excluyó a ella misma cuando fue paciente: “aún vivo con las secuelas de las enfermedades que tenía porque, durante años, los médicos y especialistas solo veían en mi a una gorda que algo estaba haciendo mal”. Como trabajadora de la salud, le parece fundamental recalcar que la obesidad no es una enfermedad porque no reúne las condiciones necesarias para ser entendida como tal: “no todxs los gordxs son enfermos, no todas las gorduras son iguales”, sino que es un factor de riesgo que puede predisponer a ciertas enfermedades o lesiones, “como lo es el tabaquismo, el consumo problemático de alcohol o tener sexo sin protección”.

Para ella, sin embargo, estas explicaciones no alcanzan porque, en definitiva, no tienen que ver con dudas genuinas con respecto a una política pública relacionada con las prioridades de vacunación, sino con exponer y reforzar un odio “a las personas gordas”. “Prefieren que mueran antes de que reciban atención”, sostiene: “A ningún abuelo le reclamaron, a ninguna persona con VIH le reclamaron, a ninguna persona con patologías respiratorias le reclamaron, pero a las personas gordas sí nos reclaman”. Por eso, para ella, que puedan acceder a este derecho es una la deuda que tiene la sociedad, el Estado y el sistema médico hacia ellos.

Como enfermera y paciente que supo tener un cuerpo gordo, ¿cómo es tu experiencia en el sistema médico?

--Las personas gordas muchas veces ni se pueden afiliar a una prepaga u obra social porque superan el índice de masa corporal y por eso suponen que tienen enfermedades de base y están más predispuestas a enfermarse; o son discriminadxs cuando van a una consulta médica. Por eso, las personas gordas se alejan del sistema médico: por miedo o vergüenza a ese castigo constante. La salud nos ha costado; excepto cuando te quieren vender el milagro de la delgadez ya sea en fármacos, dietas o cirugías; ahí sí sos una persona y recibís un trato digno del negocio.

¿Qué le dirías a las personas gordas que no quieren vacunarse para evitar este tipo de señalamientos?

--Vacunarse, más allá de ser un derecho de todxs, es un acto individual en pos de un bien común. Si se nos incluyó, accedan a ese derecho. Hoy a mis gordxs, les digo: vayan a vacunarse con la frente en alto, sin miedo y sin vergüenza, no le están robando a nadie ni aprovechándose del sistema: ese sistema les ha dejado sin ropa, sin asientos en el transporte público, sin acceso a los boliches, sin derecho a ejercitarse, sin tranquilidad, sin acceso a la salud, entre otras tantas cosas. Ese sistema les ha discriminado por años, les robó alegrías, les enseñó a odiar sus cuerpos, les llevó a dañarse, a sufrir trastornos alimenticios, depresión; este sistema incluso dejó morir a muchxs. Tiene una deuda muy grande con nosotros y es hora de que comience a pagarla.