La serie Graceful Friends es una producción coreana. No estamos acostumbrados a ese tipo de producción visual. Ya hemos tenido la oportunidad de apreciar una película como Parásitos, también coreana, que contrasta notablemente con Amigos con clase, por su tema. Así fue traducido su título en inglés. El término graceful se traduce por agraciado o elegante e incluso delicado, todas figuraciones de ese orden.Si descomponemos el nombre tenemos grace, que significa gracia, pero también podemos significarlo como deseo. Sólo que el término ful significa falso, fallido, e incluso vano o vacío.

La serie (que se puede ver en Netflix) tiene una estética muy cuidada y refinada. Los espacios y la vestimenta también. Se trata de amigos que rondan los 40 a 50 aunque casi todos con un aspecto casi adolescente, juvenil. Los cinco amigos han contraído enlace con mujeres con vidas muy disímiles. Es la amistad entre los hombres la que determina la pertenencia y la vida del grupo que conforman los distintos matrimonios. Es decir que es un grupo de amigos que se conocen hace aproximadamente 20 años, con una vida acomodada, con las vicisitudes laborales de cada uno de ellos y de cada una de ellas.

No quiero seguir describiendo los personajes, las situaciones o la trama, sino más bien detenerme en algunos aspectos que me llamaron la atención. Entiendo que se trata de una cultura distinta, con un mundo simbólico distinto, con creencias no occidentales, con lazos de otra naturaleza, a pesar de la globalización mantienen sus costumbres y un trato personal que incluye inclinaciones de cabeza, genuflexiones de amor y de pedido de perdón y de conmiseración, que no existen entre nosotros.

La amistad entre los hombres en la serie parece adolescente, hasta el aspecto físico no se corresponde con la edad que dicen tener. La llamada libido masculina, de la que habla Freud, no parece hallarse presente, no hay conductas de alarde ni una actitud hacia las mujeres que signifique la urgencia de un deseo, más que en alguna mirada que es más melancólica que de deseo.

No quiero aseverar estas afirmaciones de un modo contundente sobre un mundo que no conozco, sobre el cual sólo cuento o con películas o con alguna literatura.

Tragedias inconmensurables, que tendrían consecuencias severas en nuestros lazos occidentales y cristianos, parecen no tener esas consecuencias, siguen una relación sin mayores consideraciones. Así como también una relación se disuelve sin especiales explicaciones o por motivos vanos o menores. Son lazos, parecen, constituidos de otra manera, incluso los lazos de padres a hijos también se disuelven o por un desacuerdo o por algún motivo moral, de una manera definitiva y sin retorno sin que esto acarree los dolores propios de nuestra cultura.

Como casi toda serie que se precie de tal, no faltan los crímenes, pero tratados de una forma donde quedan impunes por una irresolución policial pero que dejan la sensación moral de que eran crímenes justificados por las características de las víctimas.

No puedo decir con seguridad que sea recomendable aunque puede resultar llevadera y con una estética que por extraña puede ser agradable. Me gustaría conocer Corea.

 

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