Sin sorpresas ni candidatos reformistas en competencia, el extitular de la Autoridad Judicial Ebrahim Raisi se impuso cómodo en la elección presidencial de Irán y permitió la vuelta al gobierno de los conservadores, después de ocho años de mandato del moderado Hasan Rohani y con la participación más baja de la historia de la República Islámica, 48,8 por ciento.

El ministro del Interior Abdolfazl Rahmani Fazli, informó este sábado, un día después de la elección, los resultados finales, que otorgaron un 61,9 por ciento a Raisi y lo convirtieron en el presidente electo, sin necesidad de una segunda vuelta.

"Con la bendición de Dios, haremos lo mejor para que la esperanza de un futuro viva ahora en el corazón de la gente crezca más", dijo Raisi y agregó que quería reforzar la confianza de la ciudadanía en el Gobierno para una "vida brillante y agradable juntos".

La tasa de participación se estableció en 48,8 por ciento, es decir la más baja para una elección presidencial desde la instauración de la República islámica en 1979.

La abstención batió así el récord del 57 por ciento de las legislativas de 2020 y quedó muy por debajo del 73 que sufragó en 2017 para la reelección de Rohani.

El malestar social en el país de Medio Oriente más golpeado por el coronavirus, las sanciones económicas estadounidenses y la descalificación de cientos de candidatos, entre ellos los reformistas con más chances de hacerle competencia a Raisi, ya hacían prever una magra participación.

El guía supremo iraní, el ayatola Alí Jamenei, celebró este sábado la elección ganada por Raisi como una victoria de la nación contra la "propaganda del enemigo", ante los llamados de abstención por el veto previo de casi todos los candidatos reformistas y moderados.

"La gran ganadora de las elecciones de ayer es la nación iraní porque se ha levantado otra vez frente a la propaganda de la prensa mercenaria del enemigo", agregó Jamenei en declaraciones reproducidas por la agencia de noticias AFP.

Desde el exterior, Raisi fue rápidamente felicitado por los Gobiernos de Rusia, Siria, Turquía y Venezuela.

El presidente ruso, Vladimir Putin, lo felicitó en un telegrama y se mostró confiado en reforzar la "cooperación bilateral constructiva". En la misma línea se expresó su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan: Espero que "la cooperación entre nuestros dos países se fortalezca más adelante."

El presidente sirio, Bashar al Asad, celebró la victoria y destacó "el enfoque de la Revolución Islámica en la gestión del país frente a los planes y presiones" externas, en referencia a las sanciones de las potencias occidentales, que su Gobierno también enfrenta.

El mandatario venezolano, Nicolás Maduro, también hizo hincapié en ese aspecto en un comunicado difundido por su Gobierno en Twitter: Esta victoria "garantiza que Irán seguirá siendo libre y soberana y que a pesar de las adversidades impuestas seguirá creciendo poderosamente."

Por el contrario, la oposición iraní en el exilio aseguró que el "boicot" a las elecciones fueron "el mayor golpe político y social" al régimen teocrático del país.

"El boicot ha probado y demostrado al mundo que el único voto de la gente de Irán es derribar este régimen medieval", indicó en un comunicado la líder del Consejo Nacional de Resistencia de Irán (NCRI), Maryam Rajavi.

En paralelo, la organización Amnistía Internacional (AI) pidió investigar al presidente electo "por crímenes contra la humanidad como asesinato, desaparición forzosa y tortura" contra militantes de izquierda durante los años posteriores a la Revolución Islámica.

"Seguimos pidiendo que Ebrahim Raisi sea investigado por su implicación en crímenes pasados y presentes contra el derecho internacional", reclamó la organización y volvió a acusar al dirigente de haber sido miembro del órgano, coloquialmente conocido en Irán como la Comisión de la Muerte, que definió la muerte o desaparición de miles de prisioneros opositores detenidos en 1988.

Raisi ha negado en el pasado cualquier participación con esa comisión.

Según el escrutinio final, el general Mohsen Rezai, un excomandante en jefe de los Guardianes de la Revolución y uno de los imputados por la causa AMIA en la Argentina, quedó en segundo lugar y detrás se ubicaron el expresidente del Banco Central y el único considerado moderado de la contienda, Abdolnaser Hemati, y el diputado Amirhosein Ghazizadeh-Hashemi.

En mensajes en Instagram, Twitter o retransmitidos por los medios de comunicación iraníes, los tres candidatos que enfrentaron a Raisi reconocieron rápidamente la victoria del conservado.

Se trató del final esperable de una campaña apática que no generó grandes expectativas o movilización en la sociedad como sucedió en años anteriores.

En este contexto, hasta la campaña del ahora Presidente electo fue austera, con pocos afiches electorales en la capital Teherán, la gran mayoría de los cuales mostraba solo el rostro de Raisi con su habitual turbante negro.

Sus principales promesas, en tanto, fueron luchar contra la corrupción y defender a las clases populares que perdieron poder adquisitivo por la alta inflación de los últimos años, la derrumbe de la moneda local y el creciente desempleo.

Sin la necesidad de una segunda vuelta, el conservador ya puede empezar a preparar las primeras medidas que tomará cuando asuma en agosto próximo y tome el mando del Gobierno de manos de Rohani, un reformista que apostó por una mayor apertura internacional y una ampliación de las libertades individuales, pero cuyas esperanzas se vieron frustradas con el ascenso al poder de Donald Trump en Estados Unidos, su ruptura unilateral del acuerdo nuclear y un renovado enfrentamiento absoluto con Irán.

Raisi no solo deberá enfocarse en recuperar la economía de inmediato, sino que también deberá decidir cómo seguir con las negociaciones multilaterales con las potencias mundiales -incluida de nuevo Estados Unidos- para revivir el acuerdo nuclear y poner fin a las sanciones que asfixian a su país.