Pocas ediciones de la Copa América tuvieron su costado político como la que se juega en Brasil. La Conmebol demostró una vez más su afán por recaudar a cualquier costo. Cuando se bajaron Colombia y Argentina como sede conjunta, el gobierno de Jair Bolsonaro no dudó en tomar su lugar. Poco importaron, ante la decisión de que se juegue el torneo, las protestas sociales en ciudades como Río de Janeiro, Brasilia, Cuiabá y Recife. Picos de 4.000 casos diarios. Medio millón de brasileños fallecidos por Covid 19. Después de Estados Unidos, Brasil se convirtió en el segundo país en superar esa cifra. La vacunación, advierten, es por demás lenta. Se desmerecen el uso de barbijo y el confinamiento.

Hasta hoy, van 140 casos oficiales de coronavirus entre integrantes de las delegaciones, personal tercerizado y demás. La cifra fue dada a conocer por la Conmebol. De esos 140, no se informó cuántos pertenecen a futbolistas.

En ese escenario se juega la Copa América. De nada sirvieron las prevenciones colombianas y argentinas. Tampoco los reclamos de algunos jugadores que amagaron con no participar. Entre ellos, Neymar. A Tité (Adenor Leonardo Bacchi), el técnico del equipo local, lo cruzaron desde la derecha por su postura política. “Comunista, antipatriota, arrogante, militante petista”, fueron algunos de los calificativos con los que se lo intentó callar desde las redes sociales. Tité, sostienen en Brasil, estuvo hace casi un mes al borde de ser despedido por su ideología. El apoyo del plantel, el nivel de juego actual y ser el entrenador del seleccionado campeón en la edición 2019 de la Copa América lo consolidan en el puesto. Bolsonaro espera, agazapado, para dar el zarpazo.

Hoy los futbolistas, sin embargo, no tienen peso para imponer sus posturas. Si alguna vez se soñó con un cambio cuando Diego Maradona llamó a la rebelión, no queda nada de eso. Marcelo Martins Moreno, capitán de Bolivia y covid positivo, atacó a la Conmebol ante la reiteración de casos en el plantel de su equipo. “Si muere una persona ¿qué van hacer ustedes? Lo que les importa solamente es el dinero”. La respuesta de la organización fue una multa de 20 mil dólares y un partido de suspensión en la Copa. Martins, que juega en el Cruzeiro, luego minimizó el tema. Todavía no se sabe si estará en condiciones de jugar ante Uruguay, este jueves.

Neymar criticó el estado de las canchas desde Instagram, la plataforma actual para dar batalla. El viernes, tras el 4 a 0 a Perú, se quejó por el césped del Nilton Santos, en Río de Janeiro. “Celebrando el gol de ayer en el ‘hermoso césped’ del Engenhao”, ironizó. Tité, antes, también había manifestado lo mismo sobre ese escenario.

Cuando Lionel Messi anunció su alejamiento del Barcelona en agosto pasado, a través de un burofax, quedó en claro que los futbolistas tienen cada vez menos incidencia: horas después, y a pesar de ser el jugador más conocido del mundo, tuvo que dar un paso al costado. La industria del deporte es un negocio millonario difícil de parar. Los futbolistas top, de hecho, son millonarios a merced de empresarios. A cambio de sus ingresos, venden su silencio.

En la actualidad no es posible escuchar a un dirigente diciendo “cállense y jueguen”, como les dijo el presidente de la FIFA Joao Havelange en los 80 a Maradona y a Jorge Valdano tras reclamar por el horario bestial de los partidos en el Mundial de México. Maradona no se quedó callado pero igual no cambió las cosas.

En estos tiempos, en cambio, un dirigente de la talla de Havelange no le contestaría a un jugador sino con hechos. El caso Martins, sin ir más lejos, es un ejemplo. Después es el deportista quien decide hasta dónde llega con su postura. Por suerte, todavía hay voces que gritan sus reclamos. Son los que cuando hablan patean el tablero.