“Sin libros no hay futuro posible.” El volante de fondo rojo sangre “S.O.S Libro Argentino”, firmado por la Cámara Argentina del Libro (CAL) y la Cámara de Papelerías, Librerías y Afines (Capla), resume la situación con que el sector enfrenta durante la 43° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Las ventas disminuyeron un 25 por ciento, aumentaron los costos de los servicios básicos y la logística, la producción de libros se desplomó un 25 por ciento –durante el año pasado, 20 millones de ejemplares menos que en 2015–, cayeron las compras estatales y cerraron librerías. La lectora atribulada, que vuelve como todos los años a caminar por los pabellones del Predio de la Rural, anda un tanto alienada por el regreso de la locutora que anuncia las presentaciones de libros y los principales actos. Los ánimos no están por el subsuelo, pero tampoco cunde la esperanza de remontar una coyuntura tan compleja y polarizada que ocasiona que se vendan libros muy caros como la biografía bilingüe de Arthur Rimbaud a $1500 porque, concentración económica mediante, los más ricos tienen cada vez más dinero para gastar.

La lectora atribulada habla con Maximiliano Kreft de Waldhuter (stand 410 del pabellón azul), una distribuidora que tiene libros de sellos españoles como Impedimenta, Acantilado, Atalanta, Periférica, Nórdica, Páginas de Espuma, Funambulista y La Uña Rota, entre tantos otros. “La Feria arrancó bien con las jornadas profesionales, con los libreros del interior que vinieron a hacer sus compras. Vinieron de muchas librerías chicas del interior. Como los libros que tenemos no se consiguen en otras librerías, la Feria es el momento para comprar. Los que compran acá saben que van a conseguir determinadas editoriales que sólo distribuimos nosotros”. Waldhuter es un espacio para perder la cabeza. Un repaso desordenado y ecléctico –atributos de un tipo de lector con el que muchos se identifican- registra Cómo se hizo Donald Trump, de David Cay Johnston, publicado por Capitán Swing ($520) y la Obra completa Bilingüe de Arthur Rimbaud, publicada por Atalanta en un solo tomo ($1500). “En las dos últimas horas se vendieron diez ejemplares de Rimbaud”, aclara Kreft. En este espacio hay libros muy caros y otros con precios más “razonables”, como El monstruo de colores de la catalana Anna Llenas, publicada por Flamboyant ($390), libro para chicos que es el más vendido en Waldhuter. Hasta el sábado vendieron 230 ejemplares. El ejemplo contrario sería Kafka, una biografía de Reiner Stach, en dos tomos, editada por El Acantilado ($2200).

La libreta de la lectora atribulada se empieza a llenar de títulos: Una biografía Gainsbourg: Elefantes rosas, de Felipe Cabrerizo, publicada por Expediciones polares ($550); Mercier y Camier de Samuel Beckett, editado por una nueva editorial española, Confluencias ($400); Tres años en la cámara de gas de Filip Müller, publicado por Confluencias, con prólogo Yehuda Bauer e introducción de Fernando Palmero ($550); Correspondencia de Anton Chéjov con Olga Knipper, publicada por Páginas de Espuma ($350); La fórmula preferida del profesor, de la escritora japonesa Yoko Ogawa, editada por Funambulista ($470); La noche sexual ($380) y La lección de música de Pascal Guignard ($400), ambos publicados por Funambulista; Soy un gato del japonés Natsumae Soseki, publicado por Impedimenta ($600); Cuentos de hadas de la narradora británica Angela Carter, publicado por Impedimenta ($560); Las Mitford: Carta entre seis hermanas, editada por Tres Hermanas ($700); El aumento seguido de El arte de abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento, publicado por La Uña Rota ($460) y La caja de los deseos, la obra en prosa de Sylvia Plath, editada por Nórdica ($500).   

El próximo año, Montevideo será la ciudad invitada a la Feria del Libro. La lectora atribulada rumbea hacia el pabellón amarillo al stand 1600 donde está Uruguay. “Ahora tenemos el doble de espacio en comparación con el año pasado, para aumentar la visibilidad de nuestros libros”, cuenta Ezequiel Figueredo, uno de los encargados del espacio. Excepto los libros de Criatura y Hum, dos editoriales uruguayas que tienen distribución en la Argentina, el resto solo se consigue en este stand, como la novela Alerta naranja de Leandro Delgado y Niño rico con problemas de Dani Umpi ($100 cada uno), ambos editados por la Propia Cartonera; Poesía completa de Idea Vilariño, publicada por Cal y Canto ($350); una recomendación fervorosa de Figueredo de uno de sus autores uruguayos favoritos: Gustavo Espinosa y tres de sus libros: Todo termina aquí, Las arañas de marte y Carlota podrida, los tres editados por Hum ($230 cada uno); Dualidades de la gran poeta uruguaya Circe Maia, publicada por Rebeca Linke ($260); y Un proyecto latinoamericano. Antonio Candido & Ángel Rama, correspondencia, con prólogo y notas de Pablo Rocca, editada por Estuario ($270). “El libro argentino subió tanto que estamos más baratos o igual, algo que nunca había pasado en la historia”, reconoce Figueredo. Una maestra pregunta el precio de un libro para chicos y aclara: “Quiero que mis alumnos conozcan a (Alfredo) Zitarrosa”. La maestra compra Crece desde el pie, la canción de Zitarrosa ilustrada por Pantana. El libro, publicado por Criatura, incluye un CD con la canción en la versión de Martín Buscaglia ($230).

Hablar con Jorge Gurbanov, de Ediciones Continente (stand 1316, pabellón verde), es un placer. Pero también enciende todas las alarmas por la situación de la industria editorial. “Todavía no sabemos cómo viene la Feria porque recién el próximo fin de semana llegan los bibliotecarios de la Conabip a comprar. La gente viene sin plata a la feria porque estamos a fin de mes. Los primeros días nunca se sabe cómo van a ser. Tenemos una incertidumbre total sobre lo que va a pasar –reconoce Gurbanov—. La tendencia del mercado es la venta de los libros caros. La gente que tiene plat, tiene cada vez más plata, y compra libros más caros. En la librería El Ateneo estamos batiendo récord de ventas con libros infantiles de $600 para arriba. Las señoras vienen con la pila de libros al mostrador, pelan la tarjeta y no preguntan cuánto valen los libros. A la Feria no sé si viene esa gente. A nosotros nos está yendo menos mal que al resto porque tenemos 20 mil títulos en distribución, sólo mil son los que editamos nosotros. Vendemos pocos ejemplares de muchos títulos. Los otros han dejado de vender más de lo que dejamos de vender nosotros”.

–¿Cuánto dejó de vender Ediciones Continente?

–La caída fue de un 12 por ciento en ejemplares.

Gurbanov cuenta que en la mesita de luz de su casa tiene una foto de Alberto Sileoni, exministro de Educación, con una velita que le prendía todas las noches por la cantidad de libros que compró durante su gestión a las medianas y pequeñas editoriales. “Toda nuestra producción se hace en empresas recuperadas y autogestionadas. Ahora el costo de producción en el país es tan alto que no solo no podemos exportar, sino que nos sale más barato traer el libro de afuera. Ese libro que hacíamos de a mil o 2 mil ejemplares en imprentas recuperadas, ahora con 400 0 500 nos alcanza. Y una edición de 500 ejemplares es muy cara. Hoy nos sale más barato traer 300 ejemplares de España, que además nos dan crédito a largo plazo, los libros vienen en consignación y los pagás cuando los vendés. De lo que nosotros imprimimos acá, el 50 por ciento del costo es papel. El papel lo pagaste ayer y te lo entregan mañana. El libro lo tenés que consignar. Cuando te viene el informe de ventas, hay 120 días para cobrarlo. Entonces se produce todo un quiebre en el aparato de producción. A su vez, no podés exportar, no hay compras por parte del Estado y la pérdida del poder adquisitivo generan un combo explosivo”. El editor de Continente advierte que le preocupa más el futuro del país que el del sector editorial. “Después del discurso del ministro de Cultura (Pablo Avelluto), creo que tenemos que asumir la derrota. No estamos vencidos, pero hasta que no comprendamos que nos derrotaron, no vamos a poder armar la contraofensiva. Nosotros seguimos haciendo chistes, pero me estoy cuestionando si tenemos que hacer chistes, me parece que no. (Arturo) Jauretche decía que un pueblo triste, un pueblo que no tiene humor, no tiene fuerza para la pelea. Pero nos toman el pelo; lo que hizo Avelluto fue una falta de respeto total. No tenemos capacidad de reacción, ahí nos tendríamos que haber levantado y habernos ido. Cómo le va a decir al presidente de la Fundación El Libro ‘Conmigo, no’. ¡Por favor!”, se queja Gurbanov.

En Ediciones Continente se pueden conseguir los tres libros del escritor y cineasta César González –La venganza de cordero atado, con el seudónimo de Camilo Blajaquis, Crónica de una libertad condicional y Retórica al suspiro de queja– a $179 cada uno; Mujeres de fuego de Stella Calloni ($259); Cuentos de duendes de la Patagonia de Néstor Barrón ($198) y Plan Macri. Argentina gobernada por las corporaciones, compilado por Ariel Lijalad con textos de Pedro Biscay, Graciana Peñafort, Pablo Llonto y Stella Calloni, entre otros, con un prólogo de Hebe de Bonafini y un epílogo de Eduardo Rinesi ($298), que se presentará el último día de la Feria, el lunes 15 de mayo. “El problema son las librerías que no son cadenas, porque la pérdida de poder adquisitivo se nota más en esas librerías. Dos cadenas, la de Clarín (Cúspide) más la de ILHSA, suman casi 90 locales de venta al público. Muchas librerías no van a poder sostener la renovación del alquiler. Entonces viene un efecto bola de nieve. Lo primero que hace el librero es pagar el alquiler, los sueldos, los aportes de sus empleados, los servicios, y después paga los libros. El 90 y pico por ciento de nuestra facturación es liquidación de consignación, que se paga a 90 o 100 días. Lo último que se paga es al proveedor y ahí veo una complicación. ¿Quién va a poder aguantarlo? Penguin Random House y Planeta, que tienen muchas espaldas. Lo que veo es el fenómeno de la concentración. La última que cayó es Ediciones B, que la compró Penguin Random House. Estamos mal, pero lo peor todavía no llegó”, augura Gurbanov.

“Se trata de otra luz, de otra cadencia./ Por eso es que sin prisa/ como quien pone a orear su corazón, como quien tiende/ las penas al sereno,/ tomo un último mate, digo mi copla y parto”. Son los versos iniciales de “País de voz Quemada/II”, del excepcional poeta pampeano por adopción Edgar Morisoli. Nacido en 1930 en Acebal, Santa Fe, y autor de 28 libros, es “un nuevo hallazgo” del empecinado poeta y editor Javier Cófreces, de Ediciones En Danza, que en esta Feria tiene un stand en el Nuevo Barrio, en el pabellón amarillo. Ahí se pueden encontrar títulos como Nada personal, antología de poemas de Pier Paolo Pasolini, Antología personal de Edgar Morisoli, Los apestados/Heráclito nada de Alberto Muñoz, El nombre revelado de Alberto Szpunberg, Cartas/Documentos y poemas recuperados de Jorge Leónidas Escudero, Herejía Bermeja de Juan Carlos Bustriazo Ortiz ($280 cada uno) y el clásico Poesía Completa de Escudero ($490). “En las jornadas profesionales vinieron libreros y distribuidores de Córdoba, Bahía Blanca, Neuquén a buscar materiales que ya sabían que encontrarían acá. Entonces nos fue relativamente bien, vendimos entre unos 70 a 80 libros. Ni bien se terminaron las jornadas y empezó a llegar el público, vendimos un libro o dos por día. Ese es más o menos el estándar de convocatoria de la poesía. Es triste, pero es así. La situación económica es patética para los trabajadores y para las empresas. Lo que está pasando en el mercado editorial es tremendo; los libros se están imprimiendo afuera”.

–¿Imprime los libros de Ediciones En Danza afuera?

–¡Nooo! Jamás lo haría, por una concepción ideológica. Publicamos libros de poetas de todo el país, no voy a hacer libros afuera. Jamás se me ocurriría. Además, la diferencia de precios se nota en grandes escala, no en la nuestra. Ahora no hay políticas de Estado que protejan a las editoriales. En diez años, el anterior gobierno compró 80 millones de libros. Desde 2014, con la colección Juan Gelman, se compraron un millón de libros de poesía y nosotros tuvimos una gran participación en esa colección, con cinco títulos y 60 mil libros. Nosotros podemos tardar años en vender 60 mil libros, la poesía se vende poco. Pero hay que persistir y resistir, que es la actitud de la poesía.