“Profesionalizar la tarea de cuidado es revolucionario y más cuando lo hacés en cooperativas”, define Luciana Binotti, coordinadora del programa Nueva Oportunidad en el distrito Norte. Con esa convicción se armaron dos cooperativas de cuidados, pensadas como salidas laborales colectivas. En la entrevista participan tres de los siete participantes de Sentires, nacida de la inquietud de integrantes de la ONG Cedeifam (Centro de Desarrollo Integral para la Familia y la Mujer), que funciona en Vespucio al 2100, en el barrio La Esperanza. En la tarde helada, la presidenta de la cooperativa, Cecilia Merlo, cuenta que “las tareas de cuidado nunca tuvieron ningún valor económico, porque estuvieron relegadas a nosotras (las mujeres) y no había ningún tipo de reconocimiento económico. Estamos tratando a través de esta cooperativa de darle otro valor, es una gran responsabilidad social el cuidado de las personas”. En otra parte de la ciudad, en la sede del Centro Cultural La Trinchera, una unión con la Asociación Civil La Hormiga convoca a les integrantes de otra cooperativa, “La Fuerza del Oeste”, para integrar saberes existentes. “Surge de la necesidad misma, las tareas que venían haciendo de cuidados ‘la Trinche’, con una trayectoria de muchos años, nosotros en La Hormiga que también, trabajamos con adolescentes. Esas tareas de cuidado ya la veníamos haciendo, y es ampliar un poco más y profesionalizarnos, para dar en el futuro alguna capacitación a la gente que realmente tiene esa vocación y que a lo mejor no tiene esa profesionalización, ese título o ese aval que se necesita. Creo que la idea es dar herramientas que pueda plasmarse en el territorio y con las organizaciones”, plantea Rafaela, que forma parte de la coooperativa del oeste.

Las cooperativas de cuidado son una experiencia novedosa, que tiene su impulso en la resolución 1017 del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), de noviembre del año pasado. “Promuévese la constitución de cooperativas de trabajo de cuidado de personas humanas menores de edad, adultos mayores, con discapacidades y enfermos de todas las edades, como así también de su grupo familiar”, dice el primer artículo de esa resolución. Con este antecedente, desde la Secretaría de Desarrollo Humano y Hábitat de la Municipalidad generaron capacitaciones que fueron brindadas por la Escuela de Gerontología, la Dirección de Infancias, la Secretaría de Género y la Dirección de Cooperativas, entre otros. Ahora, tanto Sentires como La Fuerza del Oeste están en las instancias finales de la aprobación del INAES.  

Ahora aspiran a que la Municipalidad cambie la nomenclatura para contratar a estas cooperativas. “Es una nueva construcción de un saber, porque la verdad es que el Estado se nutre del recorrido humano, social y barrial que tienen las compañeras y los compañeros. Este camino es la formalización de ese encuentro entre el Estado, una forma de saber y construir juntos un nuevo tránsito que es nada más y nada menos que, en plena pandemia, reconocer el valor del cuidado no como algo individual o marginal sino fundamental para la vida”, plantea Luciano Vigoni, director del Programa Nueva Oportunidad, que hoy congrega a unas 258 personas en distintas unidades productivas. El principal desafío es la concreción de proyectos de inserción económico-social duraderos y sustentables, y en esa línea se inscriben estas cooperativas. La necesaria intervención estatal, al menos como puntapié inicial, impulsa a este programa municipal a buscar la incorporación de les beneficiarios del programa en el plan nacional Potenciar Trabajo.

Las experiencias son transformadoras de la vida de quienes participan. “Arranqué como alumna, hice primero un taller de porcelana fría y el año pasado me convocaron para hacer, en plena pandemia, las capacitaciones de promotores de cuidados. Ahora, pasé de ser alumna a capacitadora, estoy dando clases en Empalme Graneros para que los chicos también vayan aprendiendo a base de lo que yo aprendí, también se los doy a ellos para que el día de mañana puedan tener un ingreso para ellos mismos”, cuenta Luisina Ramírez, de 24 años, quien les transmite a sus alumnos: “Cuando empecé a dar la capacitación, a los chicos no les llamaba la atención, entonces yo les fui contando cómo fui avanzando y llegando más allá de lo que nunca me imaginé, porque estuve en Cedeifam dos años y no me imaginé jamás pasar de ser alumna a capacitadora. Estoy dando capacitaciones a los chicos, y les digo que se esfuercen, que la luchen, que sigan para adelante y que se puede”.

Cedeifam es una organización de larga trayectoria en trabajo sobre violencia de género en zona norte, y la Cooperativa surgió de algunes de sus integrantes, en asociación con el centro de Salud La Esperanza y el Nueva Oportunidad. “Más allá de que te permita trabajar o no, sirve para la experiencia personal, para la vida cotidiana, si alguien tiene que cuidar al padre, la madre, un hermano, que está atravesando una situación difícil y sabe cómo actuar, sabe qué hacer, cómo cuidar a un familiar y no acudir al pánico o estar llamando a un enfermero con algo que uno puede hacer totalmente, aprendiendo lo básico para atender la independencia de un paciente o un sujeto de derecho que se sienta también contenido, porque no sólo es ayudarlo sino hay que prestar oreja, mucha contención emocional, empática, porque muchas personas se sienten abandonadas”, agrega Walter Kokovich, también integrante de Sentires.

En la vereda de la casa de La Trinchera, en barrio Bella Vista, hay un cartel donde se publican los servicios que ofrecen: escuela primaria para adultos, asistencia psicológica, diferentes cursos. En la casa de Daneri 3120 la actividad es incesante: pasan entre 80 y 100 adolescentes por día, de 8.30 a 20. Stella Maris Caballero es acompañante en los cursos de carpintería. “Nos unimos con La Hormiga en tiempos de pandemia a hacer estas cosas, tuvimos olla solidaria, tenemos cursos del Nueva Oportunidad, del Santa Fe Más (el programa provincial) y ayudamos a la gente que se pueda ayudar. “A los chicos se los ayuda bastante. Seguimos trabajando con chicos en situación de calle. Hay chicos que no tienen un lugar donde estar, el lugar está abierto todo el día, entonces vienen acá, toman la leche, comen algo si hay algo, y se van. Ahora con la pandemia no tenemos actividades culturales”, cuenta Stella. Trabajan con adolescentes, a partir de los 17 años, muchos en situación de calle.

La Unión con La Hormiga, que funciona en Amenábar y Perú, les abrió la perspectiva de la cooperativa de cuidados. A partir de la pandemia, la asistencia alimentaria fue la urgencia. “La excusa es la comida y la olla, pero después se van dando un montón de cosas. Los vecinos se acercan, consultan y nos piden ayuda, y también pudimos entregar bolsones de alimentos y poder hacer el seguimiento de diferentes problemáticas que se van dando, ya te digo, la comida es la excusa, pero ellos también se acercan por la contención, porque pueden preguntar cómo hacer un trámite, si pueden acceder a una pensión”, relata María de los Ángeles Carranza sobre la tarea que vienen realizando desde La Hormiga. Allí tienen cursos del Nueva Oportunidad de panificación.

Cristian Torres también es de La Hormiga. “Estamos en la olla solidaria, estoy en el Nueva Oportunidad con los chicos de panificación (uno de los proyectos productivos). Con la pandemia no podemos hacer la olla pero estamos entregando bolsones de alimentos, ayudamos a las personas que no pueden salir, nosotros les llevamos los alimentos, les hacemos las compras, hablamos con ellos, les preguntamos cómo están y los ayudamos en todo lo que podemos”, relata Cristian. De las capacitaciones para promotores de cuidados lo que más le impactó fue el tratamiento sobre las personas trans. “Había mucha gente que lo tiene como una persona distinta y no es distinta, es igual que los otros, somos todos iguales. Cuando vino Claudia (la capacitadora), lo explicó. Gracias a ella entendí que somos todos iguales”, subraya.

La cooperativa de cuidados permitirá, justamente, que esa tarea siempre desvalorizada tenga una jerarquía no sólo económica, sino también social. Telma Delgamit pertenece a La Trinchera. “Recibimos mucha capacitación, así que esperemos que salga bien. La idea nuestra es brindar cuidados y llegar en algún momento a poder capacitar a gente. Lo que intenta hacer la cooperativa es que las personas que realizan el cuidado sea gente capacitada para ello”, plantea Telma.