Un exagente secreto turco llegó a la Argentina en diciembre de 2019. Su nombre es Serkan Kurtulus y sostiene que el gobierno del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quiere su cabeza por haber revelado crímenes que agitan el mapa geopolítico internacional. A saber: que vio cómo el gobierno apoya a los grupos terroristas Estado Islámico (EI) y al sucesor de Al Qaeda, Al Nusra; que en la frontera con Siria existen falsos campos de refugiados donde en realidad se forman y atiende a las milicias de estos grupos; y que el gobierno turco lo mandó a matar opositores y periodistas. En Turquía lo espera una condena a cadena perpetua por más de una docena de crímenes. El niega que cometió esos delitos, pero reconoce haber cometido otros. Sin embargo, dice que su vida vale más que sus pecados por todo lo que vio. Sin embargo, hace algunas horas, la Comisión Nacional de Refugios (CoNaRe) de Argentina le negó la solicitud de refugio. Su abogado, Ezequiel Gauto, sostiene que su vida corre peligro. “En Turquía se están violando Derechos Humanos y Argentina lo sabe”, sostuvo el letrado.

Como todo arrepentido, Kurtulus pide protección. Sabe que hablar y mostrarse son la única forma en que podría inclinar la balanza a su favor. Por eso el  exagente turco inició una huelga de hambre en mayo pasado en el penal de Ezeiza, donde permanece detenido, que sostiene hasta el día de hoy. También reclama que Naciones Unidas intervenga en su caso. Sin embargo no la tiene fácil. Según fuentes judiciales con acceso al expediente de CoNaRe, el organismo rechazó su solicitud justamente por haber llevado a cabo violaciones a los Derechos Humanos para el gobierno de Erdogan. Y es que el exagente y militar no es ningún ángel. Una vez que logró escapar de Turquía, la Justicia de su país lo acusó  de homicidio, infracción a la Ley de Armas de fuego, asociación ilícita para delinquir, robo a mano armada, privación ilegal de la libertad y amenazas, entre otros. También pidieron su extradición inmediata. Fue detenido en nuestro país en junio de 2020 mientras caminaba por Puerto Madero.

Kurtulus, de 40 años, se defiende. Dice que trabajó para el gobierno enceguecido por una formación ultranacionalista que recibió desde chico. Allí le enseñaron a odiar a los armenios y a los kurdos, a los que veía como culpables de la desintegración de su país. El exagente, ahora arrepentido, militó para partidos que hicieron de la defensa nacional una política de guerra. Así, llegó hasta los servicios secretos locales. Estuvo en Siria entre 2013 y 2016. Indicó que su tarea era informar sobre las actividades secretas del EI y agrupaciones terroristas. En internet pueden verse fotos donde posa orgulloso con armas de grueso calibre.

De vuelta en Esmirna, en 2016, la situación interna del país se volvió aún más agitada. Ese año Erdogan sufrió un intento de golpe de Estado liderado por uno de sus exsocios, el clérigo Fetullah Gulen, que hoy se encuentra exiliado en Estados Unidos. Así empezó un periodo de persecución y represión interna contra opositores, periodistas y cualquier manifestación crítica al gobierno. Kurtulus formó parte del entramado parapolicial que se hilvanó en su ciudad. Dijo que junto con la policía y los servicios secretos locales, extorsionó a empresarios a cambio de no acusarlos falsamente de apoyar a Gulen. Hoy dice estar arrepentido de esos hechos. Sostiene que sufrió un lavado de cabeza y que como él miles de jóvenes siguen bajo esa lógica en su país.

El punto de no retorno fue cuando le pidieron matar a dos personalidades de la escena local: el reconocido pastor evangélico estadounidense Andrew Brunson, vinculado al movimiento golpista, y al periodista Can Dundar.  Kurtulus se negó a llevar a cabo estas matanzas. Y así comenzó su odisea. Primero se refugió en Georgia. Allí recibió amenazas por parte del gobierno turco y comenzaron los procesos penales en su contra. Pasó por Macedonia, Colombia, Panamá y finalmente recaló en Argentina. Pese a haber estado en la mira de Kurtulus, Dundar hizo público su apoyo al exagente secreto. Considera que es un testigo clave, ya que puede aportar pruebas valiosas para sacar a la luz los crímenes de la administración Erdogan. “Kurtulus tiene mucho para decir y puede ser un ejemplo importante para que otros empiecen a denunciar. Si vuelve a Turquía es muy posible que lo maten” le dijo a Página/12, hace algunos meses, desde Alemania. 

El abogado argentino del exagente se mostró contrariado con la decisión de la CoNaRe, y dijo que la apelarán lo más pronto posible. “En Turquía no están dadas las condiciones para un juicio justo”, sostuvo el letrado. Organismos de DDHH como Amnistía Internacional y Human Rights Watch vienen alertando sobre la persecución a opositores desde 2016. Cientos de diputados kurdos fueron detenidos en los últimos años, acusados de terrorismo. Kurtulus deberá esperar el resultado de su apelación que caerá en manos del Ministerio del Interior, a cargo de Wado de Pedro. Mientras, la defensa del exagente avanza en una solicitud internacional que esperan llegue a Naciones Unidas.