Desde hace algún tiempo vengo escuchando en consultas de jóvenes y adolescentes cierto interés por temas de astrología. En general son chicos de clase media con padres profesionales que apuestan por el análisis. Familias que participan de festividades religiosas por tradición pero consideran a la religión, siguiendo a Marx, como"el opio de los pueblos" ya que "Dios ha muerto", pudiendo recitar de memoria la cita de Nietzsche en La gaya ciencia. Sorprende entonces el lugar de esas "creencias astrológicas" en jóvenes criados en dichas bibliotecas o, no sorprende, si ubicamos el segundo tiempo de la estructura con la operatoria necesaria de separarse, de partirse, parirse del Otro como plantea Lacan en el Seminario 11[1]. Si bien estos jóvenes muy instruidos reniegan de la existencia de Dios; suelen presentar una “fe casi religiosa” en la astrología y esgrimen que es una ciencia que los griegos y otras civilizaciones supieron acuñar... así rondan la alegoría de la caverna con los ojos puestos en las estrellas. Surge la pregunta por el lugar que ocupan estas creencias de un saber codificado en signos estelares desde donde se buscan repuestas y si estas creencias atentan contra la apuesta analítica.

En El porvenir de una ilusión[2] Freud ubica una vez más, la necesidad de conocer el pasado para comprender la historia, situarnos en el presente y advierte sobre el futuro: “(...) quien ceda a la tentación de pronunciarse acerca del futuro probable de nuestra cultura hará bien en tener desde el comienzo los reparos ya señalados, así como la incerteza inherente a toda predicción en general”. Plantea entre otras cosas, el lugar que ocupa la creencia religiosa ante la inermidad del sujeto, brindando respuestas ante lo incierto de la vida terrenal con la esperanza en un más allá celestial, dejando al sujeto en una posición infantil donde un dios-padre protector suture la falta de respuesta que se plantea frente al incierto porvenir.

En el año pandémico, tiempo plagado de incertidumbre que puso “de cara al sol” la caída de varias ilusiones y de algunas supuestas “garantías”, los astros se hicieron más presentes aún en los análisis con jóvenes: tarot, carta astral, las posiciones de los planetas iban delineando la cancha en más de una sesión. Llegando a fin de año los temas astrológicos reaparecieron con más fuerza casualmente coincidente con la caída de “un astro”: la muerte del Diego... De esa muerte, estos mismos jóvenes evitaban hablar, anteponiendo la crítica por la vida personal “Del 10” a su maestría poética en la cancha. Sólo deslizaban algún comentario al ver la conmoción en sus padres, tan intelectuales, ante dicha muerte. Por otra parte con analizantes adultos en esos días fue “el tema”. Cada uno iba relatando qué había perdido con la muerte de "la mano de Dios" y como “el Diego” había iluminado algún momento de su vida, sobre todo en aquellos años de juventud, de adolescencia, de revancha contra los ingleses por la guerra de Malvinas, de pensar que los sueños de un pibe podían hacerse realidad, y de sentir la pasión junto a otros por la camiseta argentina. Recordé en esos días un pasaje de mi práctica por el hospital junto a un púber que desde su cama de internación se encontraba bastante abatido, pelando una difícil en un partido medio jugado, pero donde había “alguna chance” frente a la posibilidad de que le realizaran un trasplante[3]. Fanático del fútbol, un día me preguntó cuál era mi cuadro. Casi sin calcularlo pero desde el saber inconsciente que se pone en juego del lado del analista acercando “la jugada necesaria” para el partido, respondí que era del club del que había sido fanático mi abuelo: “El Porvenir”; abriendo el juego frente a su futuro incierto. Me contestó: “el Porvenir, jaja... son unos muertos”. Linda gambeta realizada por el muchachito, dejando la muerte en este pase de pelota de mi lado, frente a esa “crónica” que estábamos tratando “no se anunciara”... Días después su médico, con quien el jovencito solía hablar de fútbol, me comenta que el chico le había preguntado si creía que “El Porvenir” tenía alguna chance... este recuerdo me hizo pensar que varias intervenciones en mi clínica están atravesadas por “ese saber de potrero” acuñado en el folclore argentino, transmitido desde la cancha y desde el decir “delDiego”... siempre y cuando... “no se nos escape la tortuga”...

Volviendo a “los astros” que traen hoy chicas y chicos en las consultas... Una joven que se define como dice la canción de Cerati "aquí y ahora"[4], escéptica del análisis seguramente por la amplia tradición analítica que ronda en su familia, me instruye sobre el zodíaco, habla de sus "ascendentes" y de cómo estaban los astros el día que nació o sea, habla sin saberlo de su historia. Sigue explicándome sobre su "personalidad" en base al “sol en mercurio, la posición de la luna y otras estrellas”. En ese viaje galáctico me zambullo con interés al mismo tiempo que me encuentro un poco perdida, entonces pregunto: "¿Es así? ¿Uno cae en un determinado día con los planetas de tal forma y listo? ¿Eso define como uno es, cómo te va a ir en la vida?” Contesta con énfasis: “no, sería terrible eso. Hay que conocer las posiciones, saber el ascendente, interpretar la carta y con eso te podés mover, saber que hay algo que tira para un lado pero si lo sabés y si querés, podés ir para otro, podés compensarlo...” Pienso que sin saberlo, esta chica a su manera está hablando de lo que se trata en un análisis... Creo que no erré en ese pensamiento... a las semanas comenta: “sabés, a mí me rige la luna, la luna es el inconsciente, debe ser por eso que me caés bien...” mientras asoma en su carita de luna una pícara sonrisa. Recuerdo en ese instante el cuento “La niña que vino a iluminar la noche”[5] donde una nena le explica al chico temeroso frente a la oscuridad, que apagando la luz se encienden las estrellas... Con la jovencita astrológica el lazo trasferencial se va armando de manera moebiana, con tiempo, con paciencia. Las cartas están echadas, entonces... podemos jugar la apuesta...

Para concluir: la astrología se define etimológicamente como “discurso sobre las estrellas”. Hay astros y astros... algunos van cayendo, otros son necesarios por algún tiempo sostener... para nosotros se tratará una y otra vez del discurso, del discurso del analizante y del lado del analista “de un discurso que no fuera del semblante[6] sosteniendo por nuestra parte la apuesta, la convicción del inconsciente. Tal vez no hay forma de transitar algunos tramos de la vida sin sostenernos en alguna ilusión, hasta que los astros van cayendo, hasta poder ubicarnos no como satélites del Otro ni como super/zaratustras sino asumiendo nuestra falta en ser y de garantías, junto a otros. Los astros caen porque tuvieron su cielo, porque sostuvimos su cielo o nos dejamos iluminar/ilusionar con su creencia. La caída implica una destitución: no hay Otro del Otro, o también podríamos decir “Dios es inconsciente”[7]como esgrimió Lacan en tiempo en que quisieron “cortarle las piernas” y que decidió seguir el juego, abriendo otras canchas, otros partidos y partidas, más allá de la excomunión[8]...

María Marta Rodríguez es psicoanalista.

Notas:

[1] Jacques Lacan, Seminario 11, Paidós, Bs. As., 2004, pág. 221. “Separare, separar acudiré de inmediato al equívoco del separare, latín del se parer, con todos los sentidos fluctuantes que tiene en francés – tanto vestirse como defenderse, procurarse lo necesario para que los demás se cuiden de uno, y acudiré incluso, amparado incluso en los latinistas, al separere, el parirse de que se trata en este caso.”

[2] Sigmund Freud, El porvenir de una ilusión, O.C. XXI, Amorrortu, Bs. As., 1990, pág. 5

[3] Este caso se encuentra relatado en Bitácora de una práctica psicoanalítica con niños y adolescentes, María Marta Rodríguez, Letra Viva, Bs. As., 2017, pág. 42- 44.

[4] Gustavo Cerati, Aquí y ahora (y después), Bocanada, 1999.

[5]Ray Bradbury, La niña que vino a iluminar la noche, Ediciones de la Flor, 2020, Bs. As.

[6]Jacques Lacan,Introducción al título de este seminario, Seminario 18, Paidós, Bs. As., 2011, pág. 9 – 21.

[7] Jacques Lacan, Seminario 11, Paidós, Bs. As, 2004, pág. 67. “Porque la verdadera fórmula del ateísmo no es Dios ha muerto –pese a fundar el origen de la función del padre en su asesinato, Freud protege al padre-, la verdadera formula del ateísmo es Dios es inconsciente”.

[8] Jacques Lacan, La excomunión, Seminario 11, Paidós, Bs. As., 2004, pág. 9- 21.