PáginaI12 En Francia

Desde París

Aire viciado, intoxicado por el odio de unos, la flojera moral de otros, los cálculos políticos de los siguientes, la confusión política y ética de los que vienen después y la inacabable siembra de las ideas de la ultraderecha francesa. El mal se ha vuelto común, opresivo, creciente, claramente retratado en el 40% de intenciones de voto que las encuestas le atribuyen hoy a la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen: cerca de un 20% más de lo que obtuvo en la primera vuelta del pasado 21 de abril y casi 22% por encima del resultado de su padre, Jean Marie Le Pen, en la segunda vuelta de las presidenciales de 2002. El vespertino Le Monde retrata muy bien esa intoxicación cuando, en su último editorial, escribe:”por más alucinante que resulte, la instalación del Frente Nacional con toda la fuerza en el corazón del sistema político, incluso la victoria de su candidata, aparecen para muchos como una trivialidad, casi una fatalidad”. Las dos semanas de campaña de cara a la cita final del 7 de mayo se han ido convirtiendo en un pugilato de mentiras, “hechos alternativos” y chantaje a las izquierdas para que se sumen al “frente republicano” y voten por el centro liberal de Emmanuel Macron. Los cerca de medio millón de militantes de Francia Insumisa, el movimiento de izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon, fueron convocados a decidir la orientación de su voto. Casi 250 mil respondieron a través de internet y decidieron ayer mediante su postura ante el 7 de mayo. Los insumidos optaron mayoritariamente por el voto en blanco, 36,12%, mientras que 34,83% decidieron votar a Macron y 29,05% se pronunciaron a favor de la abstención. El voto en las urnas de Marine Le Pen no fue incluido entre las tres preguntas. 

Las encuestas han mantenido una diferencia estable de casi 20 puntos a favor de Emmanuel Macron. La decisión de los insumisos de Mélenchon no parece modificar tampoco de manera determinante la relación de fuerzas, pero sí revela en cambio las divisiones de la izquierda, su lógica resistencia a respaldar un candidato con claras intenciones de aplicar ajustes y reformas así como la intransigencia de Macron ante ese electorado de corte progresista. Jean-Luc Mélenchon interpeló a Macron para que hiciera “un gesto” destinado a sus electores, pero el candidato liberal rechazó tajantemente el pedido, concretamente el abandono de la reforma del derecho laboral que Macron, si es electo, tiene pensado adoptar por decreto. “No voy a modificar mi proyecto para convencer a los electores que no votaron por mí en la primera vuelta”, dijo Macron. La decisión insumisa trastornó incluso a la alianza que se forjó en torno a Mélenchon. Un miembro importante del Partido Comunista francés, Igor Zamichiei, comentó:”en momentos en que Marine Le Pen está a las puertas del poder, el resultado de la consulta de Francia insumisa tal vez sea sólo una fotografía, pero es una mala noticia”. Ya antes, el secretario general del PCF, Pierre Laurent, había llamado a votar contra la extrema derecha. Marine Le Pen ha logrado fracturar tanto a los socialistas, a las otras izquierdas y a la derecha. Los arrastró a todos hacia una suerte de alternativa fatal: o con ella, o con el liberalismo. Jean-Luc Mélenchon se negó la semana pasada a dar una consigna precisa de voto. Aunque dijo “no hay que ser un experto para adivinar lo que voy a hacer”, dejó que sus electores tomarán la decisión final. Todos los partidos caminan de hecho con zapatos de seda porque la elección presidencial es una de las dos citas importantes: la otra son las elecciones legislativas del mes de junio donde Jean-Luc Mélenchon busca darle cuerpo legislativo a su movimiento. Con un Partido Socialista quebrantado, limitado al 6,3% de los votos (primera vuelta presidencial), diluido prácticamente en el macronismo, Mélenchon apuesta por convertirse en el eje dominante de la izquierda francesa. El voto de los militantes no es extensivo a los 7 millones de personas que votaron por Mélenchon en la primera vuelta (cuarto lugar). Otro sondeo divulgado hace unas horas indica que 52% de esos 7 millones optarán por Macron, 31% votará en blanco o elegirá la abstención mientras que un 17% elegirá a Marine Le Pen. De hecho, Emmanuel Macron acopia masivamente los votos de las otras formaciones políticas:73% de quienes eligieron en la primera vuelta al candidato socialista Benoît Hamon están dispuestos a transferir su voto en beneficio del centrista liberal (8% para Le Pen):49% de los votantes de François Fillon (derecha) lo harán ahora por Macron, contra 29% por la ultraderecha. 

Entre esas dos francias, la lepenista y la macronista, hay otra que se plasma a través de los llamados “ni ni”, ni Le Pen, ni Macron, o sea, voto en blanco o abstención. Los medios están llenos de polémicas y debates sobre lo que representa la abstención o el voto en blanco. Hay quienes consideran que una de esas dos opciones equivale a “darle la mitad de los votos a Le Pen” (Cédric Villani, matemático, medalla Fields 2010), otros que es la mejor postura contra un paladín del liberalismo europeo cuya filosofía económica es responsable de la situación económica y social. Ese es el pensamiento expresado por Philippe Poutou, candidato del Nuevo Partido Capitalista (NPA). Poutou sostiene que “han sido las políticas de austeridad y de seguridad las que explican el ascenso de la extrema derecha y sus ideas nauseabundas. Macron no es un muro contra el Frente Nacional”. La Francia política flota sobre una ola que busca su playa: nación contra mundo, “village” contra Europa, conservadurismo contra progresismo, fascismo contra liberalismo, las interpretaciones y las oposiciones que circulan luego de la descomposición del arco de los partidos de gobierno, socialistas y derecha, son constantes. ¿Qué paso ?. ¿Qué viene ?. Lo primero cuenta con diagnósticos certeros, lo segundo es una incógnita. El gran sociólogo Edgard Morin decía en una entrevista con Le Monde que “estamos en un pozo histórico de inquietudes y de angustias”. Según Morin, que define a la extremaderecha francesa como un movimiento que conduce a la “posdemocracia autoritaria”, “la alternativa (Macron / Le Pen) obliga a una alternativa estéril entre globalización y desglobalización, ente Europa y Nación, entre americanización y soberanismo cuando, en realidad, habría que promover la independencia en la interdependencia, aceptar la globalización en todo aquello que es cooperación y cultura al mismo tiempo que se salvan los territorios amenazados por la desertificación”. El politólogo Raphaël Liogier, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Aix-en-Provencey en el Colegio Internacional de Filosofía y autor de varios ensayos (en español: La guerra de civilizaciones no tendrá lugar: Coexistencia y violencia en el siglo XXI (Historia y Presente) resume un pensamiento más catastrófico para los partidos de la tradición democrática. Raphaël Liogier acota que “una nueva oposición ideológica parece estar redefiniendo el discurso político en Francia y en Occidente:el proteccionismo económico y de la identidad asumido por los populistas frente a la apertura a Europa y a la globalización de los liberales. Muy pronto, izquierda y derecha no serán más que meros vestigios de un Siglo XX sobrepasado”. 

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