Desde Santa Fe

La bandera argentina cubrió el féretro con los restos de Carlos Reutemann en el adiós. Familiares, amigos y un lote de ex funcionarios de los años compartidos en la Casa Gris lo acompañaron ayer hasta su destino final, en un cementerio privado en las afueras de Santa Fe. No hubo flores, tampoco discursos. Sólo el último aplauso de un grupo pequeño y dolorido. “Una gran pérdida para el país y en particular para Santa Fe”, lo despidió su ex ministro de Economía, Juan Carlos Mercier, que se quebró en llanto ante micrófonos y cámaras. “Es el fin de una época”, marcó su colega Angel Baltuzzi, al hilvanar la muerte de cuatro ex gobernadores en pocos años: Jorge Obeid en 2014, Hermes Binner en 2020, Miguel Lifschitz en mayo, hace dos meses y el ahora, “el gran capitán”, como llamó al Lole. Uno y otro rescataron el legado del amigo. “Fue un gran tipo, honesto, que luchó hasta el último instante por sus grandes pasiones: la provincia y el campo”, lo definió Mercier. Baltuzzi ponderó otro valor. “La palabra de Reutemann valía más que un cheque certificado”.

El velorio se realizó a puertas cerradas en una funeraria propiedad del empresario Carlos Paganini, otro ex diputado de Reutemann. El ingreso era por lista y estricto protocolo por el covid. El miércoles a la tarde, los primeros en acercarse a la casa fueron dos de los cuatro ministros de la Corte Suprema designados por el ex mandatario: María Angélica Gastaldi y Rafael Gutiérrez. Gastaldi zafó de los reporteros con un clásico: “Después hablo”. Tuvo que esperar que la abrieran. En el segundo auto de la Corte llegó Gutiérrez. El chofer lo ayudó a calzarse el saco. Intentó esquivar el cerco de periodistas: “Vengo a despedir a un amigo”. Ya en el ingreso, un reportero le recomendó “golpee, doctor, a la izquierda hay un portero eléctrico”. Gutiérrez era primo de Reutemann. Gastaldi una de sus diputadas más leales. Y el tercero, Eduardo Spuler –que no se expuso ante la prensa- su abogado y ex delegado del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura.

A la tardecita pasaron por la casa de sepelios, en el centro, los más cercanos: el ex diputado Julio Gutiérrez –hermano de Rafael-, Jorge Giorgetti -uno de sus operadores  de confianza, el abogado Antonio Ciaurro y el ex secretario de Información Pública, Jorge Alvarez. Enrique Reutemann, hermano del Lole, tampoco pudo contener el llanto ante los medios, igual que Mercier. Lo acompañaba su hijo Federico Reutemann, sobrino de Lole, quien suele decir que le debe su carrera política a su tío.

Tras una ceremonia íntima –con pocos invitados- el cortejo inició su marcha hacia el Lar de Paz. En la vereda, lo aplaudieron Giorgetti, Paganini y Ciaurro. Antes, saludaron a la familia de Reutemann el ex ministro de Economía José María Candioti y el ex diputado Mario Esquivel, entre otros.

Mercier estaba conmovido. “Es una lamentable pérdida para todo el país y en particular para Santa Fe. El Lole supo defender siempre los intereses de la provincia –dijo. Y rompió en llanto. “Fue un gran tipo, honesto, que luchó hasta el último instante por sus grandes pasiones: la provincia y el campo. Y si cometió algún error siempre fue involuntario”, lo defendió.

-¿Cuándo fue la última vez que habló con él?

-Lo saludé el día de su cumpleaños, el 12 de abril. Somos del mismo año (1942). Hemos compartido cosas muy importantes en la vida, pero sobre todo el respeto y la confianza que me brindó.

Baltuzzi habló del "fin de una época”. “En pocos años se fueron Obeid (el 28 de enero de 2014), Binner (26 de junio de 2020), Héctor Cavallero (2 de octubre de 2020), Lifschitz (el 9 de mayo de 2021) y ahora, el gran capitán: el Lole”. “No podía dejar de estar en el último adiós. Llevo más de 55 años en la militancia política y la mejor gestión que he visto fue la de Reutemann. Una austeridad impresionante en su vida y en su gobierno. Era un administrador preciso, honesto y eficiente de los recursos públicos, sin dilapidar ni demagogias. Un mensaje que deberían tomar las nuevas generaciones”. “Vendrán otros políticos, pero creo hay mucho que tomar y aprender de los valores de estos dirigentes”.

“Era un hombre de una gran humildad, tenía ese aire campechano, de pueblo, que nunca perdió. No era un tipo efusivo, pero reconocía a sus amigos, a la lealtad, que mantuvimos con él. No todos, pero la mayoría. Cumplía su palabra. La palabra del Lole valía más que un cheque certificado”. “Pensar en el otro y no beneficiarse en la función pública es el gran legado que nos deja Reutemann”, concluyó.