Altri Canti           7 puntos

Tres pequeños dramas en música, sobre madrigales de Claudio Monteverdi.

Director musical: Marcelo Birman. 

Director escénico: Pablo Maritano. 

Escenografía: Nicolás Boni. 

Vestuario: Renata Schussheim. 

Iluminación: José Luis Fiorruccio. 

Video: Matías Otálora.

Cantantes: Oriana Favaro, Constanza Díaz Falú y Daniela Tabernig (sopranos); Adriana Mastrángelo (mezzosoprano); Víctor Torres y Alejandro Spies (barítonos), Hernán Iturralde y Iván García (bajos) , Santiago Martínez y Pablo Urban (tenores) y Martín Oro (contratenor).

Teatro Colón. Función del jueves 8 de julio. Repite el sábado a las 20, domingo a las 17 y martes 13 de julio a las 20.

Finalmente la pandemia mermó sus rigores y el Teatro Colón pudo inaugurar su temporada lírica 2021. El jueves, la larga espera encontró el momento para su catarsis con la puesta en escena la primera función de Altri canti. Tres pequeños dramas en música, una elaboración escénica de madrigales de Claudio Monteverdi. Con la producción del mismo teatro, la participación de un notable elenco de cantantes, la dirección musical de Marcelo Birman al frente de un ensamble con instrumentos de época y la dirección de escena de Pablo Maritano, el elegante y sensible pasticcio mostró, en su complejidad, algunos momentos mejor resueltos que otros.

En estos tiempos extraños nada impediría –y en algún sentido es aceptable– inaugurar un tradicional ciclo de ópera con un experimento escénico que se liga a esa tendencia internacional de elaborar lo barroco. Al final de cuentas y con la amplitud de los gustos a favor, propone otras formas de fruición para la ópera. Si esta elección resulta difícil de comprender en el ámbito de un teatro de identidad decimonónica como el Colón, que además cuenta con estructuras, elencos propios y una tradición propia, por otro lado es justificable en esta época en la que los tiempos y los volúmenes de las producciones se deben acotar a las posibilidades que ofrece contexto de pandemia. A una discusión barroca, una salida barroca.

Lo cierto es que el “rayo barroquizador” de Birman y Maritano cayó sobre la periferia del Monteverdi escénico, el de los “Madrigali guerrieri et amorosi” del Octavo libro, para articular un tríptico sobre el amor y sus despliegues, entre la ira, la templanza y la fidelidad. Sin forzar una improbable línea argumental, con un eficiente trabajo de escenografía e iluminación y formidables vestuarios, el trabajo bosquejó una dinámica general, que sin embargo por momentos no encontraba soluciones para resolver la trampa del tiempo, cuando no era redundante en sus gestos. El golpe visual sobre la escena resultaba atractivo y construía un espacio en el que, barroco sobre barroco, el gesto físico se superponía a lo que la palabra y la música ya estaban diciendo con la sutileza de sus propios gestos.

Publicado en 1638, el Octavo libro de Monteverdi no deja de ser un libro de madrigales, aun en épocas de cambios profundos en las formas de circulación y fruición de la música, que entre otras cosas terminaba de cumplir el demorado tránsito del cálculo numérico al corazón; el paso de la valoración como producto de la razón a la apreciación como artefacto del sentimiento. Monteverdi, que a esta altura ya había concebido obras para la escena, estaba todavía empeñado en la gran batalla por terminar de imponer, en la relación entre sonido y palabra, nuevas ideas armónicas y contrapuntísticas para otras formas de expresividad musical. Eso que la historia recuerda como “Seconda prattica”.

No obstante, si la ópera es el arte de lo escenificable, Altri canti tuvo buenos momentos de ópera, con un muy parejo elenco de cantantes y la excelente asistencia de una orquesta con instrumentos antiguos en plena sintonía con la música de Monteverdi . La mezzosoprano Adriana Mastrángelo, como Venus, y el bajo Hernan Iturralde, como Plutón, se destacaron en “Il Ballo delle ingrate”, el ballet de corte sobre el que se articuló la primera parte, por ejemplo. En la segunda parte Daniela Tabernig protagonizó uno de los grandes momentos de la noche en “Il lamento de la ninfa”. Otro buen momento llegó en la tercera parte, con la soprano Oriana Favaro, el barítono Iván García y el siempre notable Víctor Torres, que sobrepusieron cuerpo y gesto sin desatender al cuerpo y al gesto que fluía de la maravillosa música de Monteverdi en “Il combattimento de Tancredi e Clorinda”, el madrigal sobre un texto extraído de Jerusalen liberada de Toquato Tasso.

De alguna manera, Altri canti fue como hacer una tarta pascualina con una tira de asado jugosa como relleno. Y no está mal. Precisamente el en prólogo del Octavo libro se habla de los contrastes, “los que conmueven mucho nuestra mente”. Las sucesivas transformaciones de aquella modernidad que en los albores del barroco inauguró Monteverdi habilitaron un amplio espectro de interpretaciones que permiten otras recetas. La de Altri canti es legítima y por momentos funciona. Simplemente hay que tener cuidado de no atragantarse los huesitos de la costilla.