Cuando en febrero de 2020 -antes de la declinación local de la pandemia- el gobierno nacional realizó un acto en Casa Rosada por la entrega del DNI número 9 mil desde la sanción de la Ley de Identidad de Género en 2012, las mayorías ignoraban quién era la destinataria de ese documento rectificado, ubicada en el centro de una escena que reanudaba un compromiso estatal. Por cierto, ignorar(se) acaso sea un verbo clave en la vida de Isha Escribano, graduada en medicina, dedicada a la música y al trabajo espiritual, y para quien “La vida sólo es vida si es verdad”.

Si es verdad. ¿Verdad que la familia de origen nunca es el origen de todo? ¿Verdad que la identidad es una búsqueda, célula sin cédula definitiva?: “Me había pasado una vida apretando los dientes para ‘enderezarme’. Sangrando soledades en los confines de la noche. Y era cierto. Lo que no mata, fortalece”, escribió Isha hace días en su resonante cuenta de Instagram, desde la que guía meditaciones, coordina terapias grupales y particulares de autoconocimiento y narra devenires propios.

Criada en la cumbre del poder periodístico de la Argentina -su progenitor es José Claudio Escribano, Secretario General de Redacción, subdirector y ex integrante del Directorio del diario La Nación durante más de medio siglo- ella labra sus propias actas y concentra su fuerza en colaborar con desarrollos personales más allá de la ley. La agenda social que pudo haber tenido por su pasado está compuesta de nombres que unánimemente, huyeron. Nadie que la haya conocido antes la acompaña ahora. Y en su reciente libro de memorias, Escribano padre se niega a hablar de ella.

Unidad. El viaje hasta la unidad, de la mente al corazón. Con ese objetivo y junto a la fotógrafa Gaby Herbstein, Isha lanzó Proyectx 108, una convocatoria orientada a visibilizar historias hoy consideradas disidentes. En la India, 108 es un número sagrado, una vuelta al hogar. Hogar que es uno, totalidad que no es nunca un domicilio legal o un linaje. Mientras organiza los materiales de quienes ofrecen sus vidas para ese plan, conversa con SOY sobre los viajes de todo este viaje.

Has estado viviendo en varias partes del mundo, no solamente en Buenos Aires, Pergamino, Europa, Estados Unidos. ¿Sentís que eso pudo haber sido una experiencia parecida a las fugas, a ciertos escapes? ¿Te estabas escondiendo?

-Al viajar salís de un contexto y eso te permite deconstruir, jugar en el anonimato y soltar condicionamientos… Hasta que comprendés que en definitiva los únicos condicionamientos, más allá de todo, son los de nuestra propia mente. Cuando te liberás, ya no te importa más nada. Pero sí, fue una forma de explorar, de poder manifestarme, de poder salir vestida de mujer muchísimas veces, de descubrir mundos que acá no podía, que sentía un encorsetamiento. Argentina es un país muy curioso. Por un lado, dio una ley de Identidad de Género y una de Matrimonio Igualitario, pero al mismo tiempo convive con unas cosas de mucha rigidez y excesivas verdades impuestas.

Decís: “Empecé a vestirme de mujer a los 3 años y para poder vestirme de mujer viajé”. Ese vestirse de mujer en tu experiencia, ¿tiene un correlato directo de la mano de la identidad, no como destino final? Es decir, ¿sos ahora alguien que puede afirmar “Soy mujer” como si eso fuese algo así como un resultado total? Porque en muchos casos, los abordajes periodísticos al respecto dan cuenta de eso.

-Ese razonamiento tiene que ver con un pensamiento binario de la realidad: es decir, salir de a, llegar a b. Blanco o negro. Uno o cero. O solo dos géneros posibles. Y lo cierto es que hay tantos géneros como seres humanos existen. Ahora, sí yo te tuviera que responder esta pregunta, te lo definiría en cuatro letras: Isha. Isha en sánscrito significa “el ser”, “la esencia”, “la no forma”, que es aquello que no cambia. Pero Isha, en hebreo, significa mujer. Es decir que, jugando con aquello de que “el nombre es arquetipo de la cosa”, bueno, mi forma, mi esencia, mi alma, mi espíritu, en este mundo material de nombres y formas, ama, se regocija, se divierte, celebra la vida, manifestándose así, de esta forma. Y a esta forma, con esta coreografía corporal, se le llama mujer. Ese es el “producto final” por el que me preguntás: yo así me siento, y estoy feliz viviendo aquí y ahora, sin pensar en el futuro. Creo, además, que hay un exceso en la mente occidental de querer definir, encajar, porque ahora soy mujer trans tengo que pensar de tal forma o votar a tal partido político, ir a tal manifestación, postear tal noticia en mi cuenta de Instagram... De vuelta, se me quiere encorsetar. Hice un gran viaje personal para salir del bonsái, la macetita que te aprieta las raíces y no te deja crecer. No hay necesidad de rotularlo todo. Pero si tuviera que hacerlo diría, sí, que soy una mujer trans. De pie. Y con enorme orgullo.

A propósito de los partidos políticos y del poder has contado en algunas oportunidades que, por supuesto, venís de cierto establishment en Argentina. ¿Qué es el poder para vos, ése con el que creciste, el poder de tu padre que fue secretario general de redacción de La Nación muchísimos años? Nos referimos a José Claudio Escribano.

-El poder para mí es una bendición, yo lo vivo así, porque te permite tener un lugar donde podés expresarte, podés hacer; aportar valor. Hay un ejemplo de ese poder, para mí, que se resume en la vida y obra de la Madre Teresa de Calcuta, que no trabajaba para ningún gobierno, ni para ningún medio de comunicación, ni para ninguna empresa internacional y no tenía ningún recurso. Esa es la vivencia que yo tengo sobre el poder. Respecto de toda la gente que vos mencionaste, bueno, le tendrías que preguntar a cada una de esas personas qué sienten y cómo viven este tema.

Me refería a tu experiencia de haber crecido rodeada de ese poder. La institución familiar, como ejemplo de poder social, hoy es la primera a la hora de excluir, mucho más que el sistema educativo, muchísimo más que el aparato médico. Vos no volviste hablar con tu padre, no tenés más vínculo con tu familia. ¿Qué lectura hacés ahora de ese pasado?

-Hoy casi no tengo más vínculos con mi familia de sangre. Salvo casos excepcionales. Mi aprendizaje fue que el mundo entero puede ser tu familia. Y que cada ser humano tiene ciertas cosas para dar, y otras que no puede o no sabe cómo darlas. Mi padre y mi madre me dieron nada menos que la vida. Pero sí, en su momento fue muy doloroso quedarme sin una familia de sangre. Hasta que pude abrir las manos y pude dejar ir. Y pude darme cuenta, también, de que era en realidad tan grande el amor que me tiene la vida, que me estaba quitando todo aquello que en el aquí y ahora ya no tenía que estar. Después de todo, ¿quién quiere estar rodeada de personas que no te aceptan? ¿Sabés la cantidad de gente que siquiera pudo pronunciar mi nombre o mis pronombres? Te sorprendería lo extenso de la lista. Y es cierto también, que nada es una fotografía; todo es un constante fluir. El cuadrito del film ahora es este. No sé qué pasará en el futuro. Estoy en armonía con este momento. Es más, estoy en paz y feliz. Le debo a mi familia un gran bagaje educativo, de recursos, de oficio, cultura, maravillosos momentos y toneladas de cosas más. Es más, si no fuera por todo eso, yo hoy estaría en una situación marginal. O tal vez no estaría ni siquiera con vida.

A propósito de las derivas identitarias: elegiste conservar tu apellido.

-Cambié mi nombre de pila y lo del apellido lo pensé, me lo planteé, me lo cuestioné. Tengo una familia que no me quiso ver más… y dije: primero el apellido trasciende a la familia más próxima y, segundo, el apellido le da continuidad a una biografía. Habérmelo cambiado hubiese hablado de un resentimiento que yo no tengo. Al contrario, tengo agradecimiento por lo que me han dado. Para mí todo cambió y a la vez nada cambió, entonces hay una continuidad y lo más lindo es que no hay un resentimiento, no hay una bronca. Yo vengo de allí y eso sigue.

Cuando dijiste que por ser trans no estabas obligada a adscribir a determinados partidos políticos o ir a determinadas movilizaciones, me quedé pensando en algo que comentó Rodolfo Vera Calderón, periodista que acaba de publicar una biografía de Máxima Zorreguieta. Él contó que era tu prima y que también te dejó de hablar cuando transicionaste. ¿Esto es así?

-Sí, Máxima es una prima mía. No tengo vínculo con ella. Desde muy chica algunas veces la he visto en Pergamino. Pero no es que ella me haya quitado la palabra ni mucho menos. No la veo hace un montón y no hablo con ella. Sería bueno que eso quede claro, no hubo por parte de ella rechazo ni mucho menos. No sé si se enteró de mi transición. Le deseo lo mejor pero no tengo ningún vínculo, ningún tipo de información sobre ella.

Leí hace unos meses y me interesó algo que dijiste: que no te interesaba estar con alguien sexo-afectivamente porque, a groso modo, podemos decir que no es algo que necesitás porque sos vos misma. ¿Esto sigue siendo así?

-No es que no esté con nadie, estoy todo el tiempo con personas, pero no estoy en pareja. Estoy muy en paz con esa realidad, como vos decís, todo cambia, puede ser que yo mañana también, pero no estoy buscando nada. Y sin pareja puedo decir, por primera vez, que estoy enamorada. Es muy loco. Muchos años pude haber dicho “te amo”, en todos los idiomas y por los vastos cielos del mundo, en Estocolmo, Berlín, New York, Zúrich, Brasil, Ushuaia, Pergamino, Buenos Aires, Boston... Hoy no tengo que relacionarme por una cuestión de carencia, como sí me pasó en el pasado. El ser humano está muy acostumbrado a plantearse en la vida: qué puedo yo obtener de esto. Y eso también es llevado a las relaciones, incluso en un vínculo afectivo íntimo. ¿Y qué pasa si empezamos a plantearnos: ¿qué puedo dar yo desde mi lugar? Es hermoso compartir, sí qué es hermoso estar con alguien, pero hoy no existe. Si algún día existe, veremos. Y si no existe very good, porque estoy en paz y me siento completa así.

Te conocí cuando el gobierno te entregó el DNI número 9 mil, el año pasado. Me llamó la atención esa ceremonia porque la ley de identidad de género llevaba muchos años. A través del actual ministro del Interior, Eduardo de Pedro, esa ceremonia fue posible. Pero me llamó la atención, porque ese es un trámite ya muy cotidiano. Es una práctica diaria en la Argentina recibir un DNI con una rectificación. He leído en diferentes medios la versión de que como el Presidente había tenido alguna discusión con tu padre hace muchísimos años, le respondió de esa manera. ¿Vos lo viviste así?

-En absoluto. De hecho iba a ser un acto muy pequeño y la noche anterior me llamó Wado de Pedro. Es alguien a quién quiero muchísimo. Le di un curso de El Arte de Vivir hace muchos años. No seguimos hablando salvo saludos alguna vez. Es un ser humano con una vida riquísima, una lucha personal. Tiene una historia muy fuerte, han matado a su padre y a su madre. Bueno, entonces, me llamó y me dijo: “Si querés, hacemos una pequeña ceremonia en el Ministerio”. Fue súper cariñoso y humano. Yo no soy una persona que tenga partidos políticos, ni me siento una persona política, de hecho cuando yo te escucho hablar a vos de feminismo pienso que yo no vivo la vida así. Me parece que es muy intelectual esa manera de vivir la vida. Entiendo todas estas cosas. Mis libros son El principito, pero también entiendo a autoras como Judith Butler, Margaret Atwood y Preciado. También me encanta leer esos otros libros y creo que son necesarios, pero esa no es mi vivencia de la vida.

Entonces, Wado de Pedro te propuso hacer un acto pequeño…

-Cuando me pidieron una lista de invitados, yo tenía 100 personas confirmadas. Entonces me dijeron: “Necesitamos una sala más grande”. Y la noche anterior me dijo Wado que se había enterado el Presidente. Y que dijo que le encantaría estar ahí, siempre y cuando yo quisiera. Ni siquiera fue un acto autoritario por parte del Presidente de la Nación, con quién yo no comulgo políticamente, ni con él ni con nadie porque no tengo un partido. Mi vivencia fue que esto nació del amor y te voy a dar un ejemplo: yo tengo años y años de vivencias espirituales, de viajes a la India, de lugares donde se medita y se canta mantras, y ese día en el Salón de los Pueblos Originarios, con gente de la prensa, de la farándula, con periodistas, con una gran parte del colectivo travesti y transgénero y transexual, que eran mis hermanas, sí hubo una energía que reinó, esa energía fue la del amor. Cada vez que lo miraba al Presidente, al Ministro del Interior y a la Ministra de Géneros y Diversidades todo era emoción y todo era amor. Cuando me preguntaron si quería que estuviera el Presidente dije: “tiene que estar, pero no por mí, sino porque no es justo que ninguna persona tenga que vivir mendigando amor en la clandestinidad por el hecho de ser como es”. Este fue otro hito más en la historia de nuestros colectivos. Entonces no me estoy atribuyendo ninguna victoria sino un granito más de arena para mejorar esta sociedad.