NINA WU 6 puntos

Juo ren mi mi; Taiwán/Malasia/Myanmar, 2019

Dirección: Midi Z.

Guion: Wu Ke-Xi y Midi Z.

Duración: 103 minutos.

Intérpretes: Ke-Xi Wu, Vivian Sung, Kimi Hsia, Chang Li-Ang.

Estreno disponible en Mubi.

Nacido en Myanmar –estado del Sudeste Asiático más conocido por su antiguo nombre, Birmania–, el realizador Midi Z desarrolló la totalidad de su carrera en Taiwán, dirigiendo un puñado de títulos que lograron transformarse en favoritos de los festivales internacionales. Entre otros, The Road to Mandalay, Ice Poison y el documental City of Jade (estos dos últimos fueron exhibidos en el Bafici). Estrenada en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes en 2019, su creación más reciente es el resultado de la colaboración cercana con Ke-Xi Wu, rostro femenino en sus películas desde los tiempos de Foor Folk (2013). Además de protagonista absoluta, la actriz es la coescritora del guion, cuya historia describe la progresiva descomposición emocional de una joven aspirante a estrella de cine. Las primeras imágenes de Nina Wu –su título original en mandarín, Secreto abrasador, anticipa el trauma que se revela recién sobre el final– encuentran a la joven en pleno “vivo” de Instagram, una manera relativamente sencilla de parar la olla.

Nina vive en Taipéi pero nació y fue criada en el interior, y sus deseos de formar parte de la industria del cine sólo han derivado en participaciones en cortos estudiantiles, publicidades y algún que otro bolo en películas industriales. Pero esa noche suena el teléfono y el agente le da la buena nueva: hay un casting para el papel central de cierto largometraje y sus perspectivas son más que buenas. El proyecto en cuestión no es otra cosa que un film exploitation –sexo y violencia, muchas veces de la mano– con pretensiones artísticas, un relato de época lleno de pasiones desbordadas y traiciones. “No sólo están destruyendo mi cuerpo, también están destruyendo mi alma”, repite Nina Wu frente al director, con o sin cámara de por medio, línea de diálogo que atravesará la pantalla para terminar habitándola en la vida real. A partir de ese momento, Midi Z comienza a entreverar ficciones y realidades de manera cada vez más indiscernible, hasta transformarse en carne y uña, dos universos imposibles de separar.

La primera mitad de Nina Wu confirma la intuición temprana de que el proyecto está pensado como una denuncia sobre los maltratos a las actrices debutantes (y no tanto) en el cine, la tevé y, tal vez, el teatro. En una escena troncal, definitoria, el director del film dentro del film aprieta el cuello de la protagonista y la cachetea varias veces con la intención de obtener una performance más potente. Cosa que logra, aunque en el camino la vejación supere todos los límites tolerables de la manipulación cineasta-actriz. Luego del rodaje, Nina regresa al pueblo natal y reinicia un vínculo sentimental con su amigovia de la infancia y adolescencia, otro de los puntos de quiebre de su delicada psiquis. Hay por allí algunos ecos de El camino de los sueños, de David Lynch, aunque Midi Z opta por un estilo frontal, cuyo enrarecimiento es menos progresivo.

Con una fotografía de colores hiper saturados –en particular el rojo, el color de los neones y también el del vestido que la heroína utiliza en la audición central– y tono de paranoia creciente, Nina Wu deja de lado las sutilezas para embarcarse en un viaje hacia los miedos más profundos de un actor, pero también a la historia universal de una mujer abusada. Los últimos minutos regresan al casting que el montaje de la película había escondido. El “secreto abrasador”, oculto ante los ojos del espectador hasta ese momento, es una instancia dura, en la cual la humillación emocional y física resulta casi intolerable. Y aunque tenga su origen en las mejores intenciones, es también una manera un tanto grosera de cerrar un relato que, en sus mejores momentos, logra transmitir con fiereza el sentido de dislocación total –ese “estar fuera del mundo”–que envuelve a la protagonista.