Desde hace un año, se han registrado diferentes desencuentros entre los mandatarios del Mercosur a la hora de definir la estrategia de inserción internacional más conveniente para el bloque. La tensión, que se manifiesta en las declaraciones efectuadas en las reuniones cumbres, excede el aspecto político y es producto de la presión que ejerce la globalización económica, financiera, productiva y comercial sobre el proceso de integración regional sudamericano.

Hay una opinión mayoritaria a nivel internacional, tanto en ámbitos académicos como políticos, en torno a que la liberalización del comercio internacional y la apertura de los mercados es la mejor forma de optimizar las capacidades productivas domésticas. Esto valdría especialmente para los países en vías de desarrollo que aspiran a obtener mejores condiciones de acceso a mercados y una mejora en la posición relativa respecto de sus competidores.

La lógica imperante en esta tercera década del siglo XXI que se inicia es que, cuanto más integrada está la economía al comercio mundial, mejores son sus posibilidades de desarrollo.

Apertura o proteccionismo

Los mecanismos para alcanzar la integración al comercio mundial son los acuerdos o Tratados o de Libre Comercio (TLC) preferentemente celebrados con economías desarrolladas o con los denominados países de reciente industrialización (NIC). Estos últimos se ubican en la región del Indo–Pacífico y en las últimas dos décadas se han convertido en el eje más dinámico de la economía mundial, con China a la cabeza de la lista pero también con Japón, India, Corea del Sur y los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean). 

Los NIC han adoptado iniciativas de liberalización comercial como la Asociación Económica Integral Regional liderada por China, que nuclea a 15 países que representan al 30 por ciento de la población mundial y el 30 por ciento del producto bruto mundial. En la misma línea está el denominado Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, integrado por 12 países en el que participan también México, Chile y Perú.

Esta competencia sistémica por el liderazgo en el comercio internacional presiona sobre la dinámica interna de los procesos de integración regional como son la Unión Europea, el Asean, el Nafta o el Mercosur, generando tensiones hacia el interior de los procesos. Estos conflictos pueden llegar a poner en jaque a las instituciones regionales, si es que los países no articulan oportunamente las estrategias para neutralizar y canalizar estas fuerzas.

Un claro ejemplo de cómo esta dinámica de la globalización presiona sobre las estructuras de integración regional pudo apreciarse con la salida del Reino Unido de la Unión Europea mediante el Brexit, cuyo objetivo fue reorientar la estrategia de inserción internacional desde el regionalismo abierto europeo hacia una visión globalista.

El fin de una etapa

En la última década, los estímulos e incentivos a participar de la lógica globalizadora han movilizado a los países de Sudamérica a celebrar más acuerdos comerciales con economías de extrazona que entre los propios países de la región. De esta manera, Chile ha celebrado Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos, China, la Unión Europea, Japón y los países de la región del Indo–Pacífico, entre otros. También lo han hecho Perú, Colombia y Ecuador, que han conformado un proceso de integración regional denominado la Alianza del Pacifico, con el objetivo de mejorar sus capacidades de inserción en la economía y el comercio mundial.

La Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), que es la base jurídica de todos los procesos de integración, puede ser caracterizada por sus resultados como un proceso de integración trunco, en donde los países han retaceado entre sí la celebración de acuerdos de liberalización comercial plena intrazona, otorgándose limitadas concesiones parciales. Al mismo tiempo, no guardaron el menor recelo de integrarse asimétricamente con las principales economías del mundo mediante tratados de libre comercio con Estados Unidos, Unión Europea, China, el Asean, Reino Unido y Japón, entre otros. 

De modo que los países de la región latinoamericana han promovido más la competencia intrarregional que la cooperación y por lo tanto a una dinámica más proclive a la desintegración regional que a la integración. En este sentido, los países de la subregión sudamericana se encuentran mayoritariamente más integrados a la economía mundial que a la región.

Los países del Mercosur no se encuentran exentos de esta dinámica sistémica. Brasil, Uruguay y Paraguay encuentran más incentivos actualmente en integrarse asimétricamente a la economía mundial que en fortalecer las iniciativas de integración vía bloque regional.

El rol del comercio exterior

Durante los últimos treinta años, Argentina, Paraguay y Uruguay han logrado una serie de consensos domésticos en torno a la estrategia de inserción internacional basada en la integración a la economía mundial como proveedores mundiales de productos primarios. En los últimos años, Brasil también se ha sumado a este consenso extractivista, en donde su industria va perdiendo peso en la exportación y crece la primarización de su canasta exportadora.

Para los países sudamericanos con largos historiales de inestabilidad macroeconómica, desequilibrios de balanzas de pagos, endeudamiento externo, crisis recurrentes y mercados de bajos ingresos poco atractivos para la inversión internacional, la actividad exportadora se ha convertido en el dinamizador de sus economías. Por ello, el concepto de desarrollo vigente, está estrictamente vinculado con el crecimiento de las exportaciones, la apertura de nuevos mercados y la liberalización. 

En Argentina, el debate por el desarrollo todavía sigue pendiente. Iniciativas liberalizadoras y otras proteccionistas que se han alternado sistemáticamente y aún no se ha logrado un consenso social, político y económico mayoritario que mueva definitivamente la balanza para uno de los lados y defina el rol del Estado en el desarrollo económico y el modelo de integración a la economía mundial. 

Lo paradójico de la experiencia argentina de las últimas tres décadas es que, tanto las experiencias de liberalización comercial como las de desarrollo basado en la sustitución de importaciones no consideraron la relevancia estratégica que tienen las exportaciones, la demanda externa y la competitividad internacional como impulsores del desarrollo económico.

En las últimas tres décadas, los países del Mercosur han estado faltos de un liderazgo sostenido, no han logrado articular una estrategia de desarrollo industrial y comercial común ni tampoco han creado las instituciones para el desarrollo económico regional con el fin de modificar la estructura esencialmente primaria de sus economías. Al mismo tiempo, mostraron resultados deslucidos en su participación del comercio mundial y tuvieron crisis recurrentes de sus dos principales economías que son la Argentina y Brasil.

Modelos en disputa

Ante este panorama, la opción del modelo de integración plena a la economía mundial como proveedores primarios comienza a ser considerada una opción deseable por la mayoría de los miembros del Mercosur, que han asumido que las economías del intrabloque tienen actualmente poco o nada para ofrecer.

Los cambios en la estructura del comercio mundial y en los paradigmas sobre el desarrollo económico, los desencuentros internos y la incapacidad de consensuar una estrategia de inserción internacional común inciden sobre la dinámica del proceso de integración subregional. 

La conformación del actual bloque Mercosur también aumenta el desafío de buscar consensos políticos, dado que Brasil, Uruguay y Paraguay tienen gobiernos conservadores con una visión ortodoxa que promueven una integración comercial asimétrica de la economía, mientras que Argentina tiene un gobierno que en términos politológicos podemos definir como de características socialdemócratas, que prioriza la construcción de consensos entre los sectores populares y de clases medias en alianza con los sectores de trabajo y las pequeñas y medianas empresas.

La desintegración sudamericana no es un fenómeno nuevo. A su vez, los paradigmas vigentes en torno al desarrollo y la integración regional lejos están de las propuestas basadas en economías o regionalismos cerrados. En cambio, la inserción comercial internacional es considerada el objetivo principal de los países para alcanzar el desarrollo económico. El Mercosur se encuentra en esta nueva década frente al desafío de alcanzar consensos que le permitan reinventarse para seguir existiendo o quedar como una etapa más en la historia política latinoamericana.

* Magister en Relaciones Comerciales Internacionales (UNTreF) Docente e investigador en Economía (UNdAv). [email protected]