En el corazón del pensamiento emancipador contemporáneo hay una tensión incómoda pero fecunda: ¿puede el marxismo explicar —y combatir— la opresión racial sin reducirla a una “superestructura”? ¿Puede la tradición radical negra prescindir del análisis del capitalismo si pretende destruir el racismo estructural? ¿Se trata de corrientes aliadas o de proyectos divergentes?
La relación entre marxismo y tradición radical negra no ha sido simple. Aunque ambas corrientes se enfrentan al orden capitalista y sus formas de dominación, sus puntos de partida, sus sujetos históricos y sus modos de resistencia no siempre se alinean. Mientras el marxismo clásico centró su estrategia en la lucha de clases y la organización del proletariado industrial, la tradición radical negra nació de una experiencia marcada por la esclavización, la diáspora forzada y el racismo estructural. Su sujeto político no fue el obrero fabril, sino el esclavizado, el colonizado, el segregado, el excluido del “contrato social” blanco.
Allí radica una diferencia profunda: el marxismo luchó por ingresar al reino de la libertad; la tradición radical negra denuncia que ese reino fue fundado sobre la exclusión de los negros y las negras. Cedric Robinson lo explica señalando que el capitalismo no racializó al mundo como estrategia sino que fue racial desde su origen, y por eso es necesario un marxismo negro, herético, que incorpore la experiencia histórica de la diáspora africana como parte constitutiva del análisis. No como nota al pie.
W.E.B. Du Bois ya lo advertía al reflexionar sobre la esclavitud en EE.UU. como el pilar económico del mundo moderno. Frantz Fanon lo gritó desde las entrañas de la colonización: la revolución debía partir desde la experiencia del oprimido racializado, no como aliada menor sino como vanguardia. Stuart Hall y Angela Davis hicieron del cruce entre clase, raza y cultura una trinchera analítica y política. No se trataba de desechar el marxismo sino de obligarlo a confrontar sus puntos ciegos.
Hoy, ante el avance global de las extremas derechas —supremacistas, racistas, misóginas y antinegras— la necesidad de una articulación entre estas tradiciones críticas se vuelve estratégica. La batalla no es solo contra el capital, es también contra el orden racial que lo sostiene y reproduce. Y en ese combate, el pensamiento radical negro aporta claves ineludibles: desobediencia epistémica, memoria insurgente, imaginación política descolonizadora.
La izquierda, si pretende no repetir viejos errores, debe dejar de tratar la cuestión racial como un “tema identitario” o una demanda sectorial. Lo negro no es un color más en la paleta de luchas progresistas: es el reverso estructural del mundo moderno-colonial-capitalista. Por eso, pensar la tensión entre el marxismo y la tradición radical negra es más que un ejercicio teórico, es una urgencia táctica. Porque sin justicia racial no hay justicia social posible y sin un horizonte anticapitalista, la lucha antirracista corre el riesgo de quedar atrapada en los límites del reconocimiento sin redistribución.
A propósito de este debate, el sociólogo y profesor de la Universidad de Brown, José Itzigsohn, dictará el seminario intensivo “La tradición radical negra y el marxismo: confluencias y tensiones” este viernes 18 de julio a las 18 hs en Espacio Malcolm (CABA). Más información.