Vivió impune durante cuarenta años, se esforzó en simular demencia para frustrar el proceso, logró postergar la sentencia con ayuda de su defensor oficial, actuó en cámara un personaje grotesco frente a los familiares de las víctimas y el tribunal, pero finalmente fracasó. Desde la cama de su casa, con un gran crucifijo en la mesa de luz, Jorge Norberto Apa, ex jefe de la División de Inteligencia “Subversiva Terrorista” del Ejército entre 1979 y 1980, recibió ayer su segunda condena a prisión perpetua, esta vez por los secuestros, torturas y asesinatos de militantes de la Contraofensiva Montonera. Una junta médica deberá evaluar ahora su estado físico para determinar si debe seguir con arresto domiciliario o si el tribunal lo revoca y lo envía a una cárcel común, tal como ocurrió el martes con los condenados Eduardo Ascheri y Jorge Bano, cuyos familiares amenazaron y agredieron a lxs periodistas del medio comunitario La Retaguardia que cubrían los traslados.

El Tribunal Oral Federal 4 de San Martín condenó a prisión perpetua el mes pasado a cinco ex oficiales de inteligencia (los otros son Roberto Dambrosi, Luis Angel Firpo y Marcelo Cinto Courtaux) por los mismos delitos. A horas de ese veredicto, un oportuno certificado médico del defensor oficial Hernán Corigliano, que indicaba que Apa no comprendía los hechos que le imputaban, llevó al tribunal a diferir la sentencia en su caso. Ante la primera junta médica que lo evaluó, el militar mostró que comprendía las preguntas que le formulaban. El Cuerpo Médico Forense (CMF) emitió sin embargo “un informe vergonzoso, con conclusiones que no podía sostener, sin argumentos”, recordó ayer la psicóloga Adriana Taboada, que actuó como perito de parte por la querella que encabeza el abogado Pablo Llonto. Ante los cuestionamientos que también formuló el Ministerio Público Fiscal, el tribunal ordenó que las máximas autoridades en psicología y psiquiatría del CMF se hicieran cargo de una nueva evaluación, que se concretó el lunes. Allí observó “discordancia e inconsistencia en la actitud del examinado que activamente simula y sobresimula” un cuadro de demencia “enmascarando su realidad psíquica”, concluyeron los peritos. “Dado el vigor psíquico necesario para mantener” esa actuación, concluyó que tenía la suficiente “aptitud psíquica para ajustarse al proceso”.

Ayer por la mañana, desde la cama, Apa protagonizó el último capítulo de su show grotesco, que, como todo el juicio, transmitió en vivo el canal de YouTube de La Retaguardia. “No puedo entender nada de lo que dijo”, respondió cuando el juez Esteban Rodríguez Eggers le preguntó si iba a hacer uso del derecho a decir las últimas palabras antes de la sentencia.

–¿Tiene algo para decirle al tribunal, además de que no entendió? –insistió el presidente.

–No –admitió Apa.

Cuando el juez dio por concluido el debate, una mujer que dijo ser hija de Apa se posó frente a la cámara para insistir en que no entendía el pedido y le sugirió al juez (sic) que hiciera “oraciones cortitas”.

–Señor Apa, ¿tiene algo para decirnos?

–¿De qué? –se mostró desconcertado.

–Del juicio que se le lleva adelante.

Esta vez el simulador optó por el silencio. La jueza María Claudia Morgese Martín intervino para destacar que su primera respuesta había sido clara, pero Rodríguez Eggers repreguntó y el militar retomó el guión:

–No he escuchado todo lo que hablaban, no entendí nada.

El informe médico avalado por todos los profesionales habló de una simulación y este es acting francamente inconvalidable”, intervino la fiscal Gabriela Sosti.

Entonces sí, Rodríguez Eggers dio por cerrado el debate y pasó a un cuarto intermedio.

Horas después llegó la sentencia. Los hechos que se juzgaron “constituyen delitos de lesa humanidad”, fue el primer punto. Poco después leyó la condena “a prisión perpetua e inhabilitación absoluta perpetua" como coautor de más de 80 secuestros, tormentos y homicidios agravados. Mientras el juez leía los nombres de las víctimas, sus seres queridos mostraban sus fotos en blanco y negro desde infinitas pantallas de Zoom. Apa, en la cama, miraba inmutable. “Previo a verificar que la salud del imputado no sea un impedimento para ello, (el tribunal resuelve) revocar la prisión domiciliaria otorgada y ordenar su traslado a una unidad del Servicio Penitenciario Federal”, leyó el juez.

Apa atravesó todo el proceso con arresto domiciliario, que de hecho ya cumplía por su primera condena a perpetua, que recibió a fines de 2018 por el secuestro y homicidio de Ana María Martínez, militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), en una de las últimas desapariciones de la última dictadura. Una junta médica deberá dictaminar ahora si el gran simulador está en condiciones de cumplir su condena en cárcel común.

Amenazas y agresiones

El TOF de San Martín revocó la semana pasada las domiciliarias de Ascheri y Bano. El martes, cuando debía concretarse el traslado, familiares de Bano llegaron a su domicilio (Chubut 728, Bella Vista) antes que la policía en un auto de la empresa de seguridad Sankt George SA e insultaron y les sacaron fotos a Bárbara Barros y Lorenzo Dibiase, de La Retaguardia. Cuando aclararon “somos periodistas” y preguntaron si “nos van a venir a buscar después”, un familiar del represor respondió “me gustaría, como a los otros 30 mil, pero ahora no podemos”. Mientras registraban la partida del condenado en un auto no policial, agredieron a Dibiase con una patada en los testículos, episodio que difundió y repudió el Sindicato de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA). En la casa de Aschieri (Vidal 1475, barrio de Belgrano), cuando su hijo notó la presencia de la fotógrafa Natalia Bernades pidió a los gritos a la policía que la sacaran. Ante la negativa comenzó a insultarla. “Todo vuelve”, la amenazó.