Cuarenteñeros; messinos y messinas, dimarianos y despaules; dibumartinizadas y escalonizantes; maradonianos de toda la vida y más allá, felices, felizas y felizos por el triunfo de esta Selección Nacional ¿y popular?:

Comparto vuestre alegríe, empañada tal vez por ese mal virus que recorre y sigue recorriendo el mundo (y yo mismo no sé si me refiero al coronavirus o al neoliberalismo mercantilócrata que aún no aprendió que en “democracia”, “demo” quiere decir “pueblo” y no “mercado”).

Cuántos argentinos esperábamos, el pasado sábado 10 de julio, un poco de justicia futbolera: que, tras 28 años de condena, pudiera alzar la copa nuestro equipo y, sobre todo, que uno de sus integrantes —el más famoso, Lionel Messi—, después de tres, cuatro mundiales postergados, festejara, por fin, en nombre de su propio país, el nuestro. Y por fin se dio.

Pero me pregunto cuántos y cuántas y cuántes seguimos esperando que el juez anule las causas del law-fare y que, sin necesidad de consultar el VAR , la ética y la justicia alcen la copa, y los, las y les que se pasan la vida y la obra en busca de la impunidad de rebaño, se vayan con sus balidos a la celda más cercana a su domicilio.

Sabemos que hay quienes se podrán poner la camiseta celeste y blanca (importada, desde ya), pero abajo tienen la amarilla, y muchos verdes (casualmente, los colores de Brasil, pero no es porque defiendan a nuestro país vecino).

Sabemos que juegan para el equipo contrario, sea cual fuere; que si el Dibu Martínez les dijera: “Mirá que te como”, se sentirían más allá de cualquier penal, porque saben que hay jueces que les darían el partido por ganado, aun si no salen a jugar.

Les encantaría jugar en Europa, pero, honestamente: los europeos no los quieren en sus equipos. Sí aplauden que estén en el nuestro, porque eso los ayuda a ellos a ganarnos más fácil.

Pero en la Copa América no la ven ni ahí. Pueden jugar un partido contra Bolivia y pedirle al referí que expulse a un jugador venezolano. Pueden jugar contra Colombia y poner los goles en Panamá. Pueden jugar contra Estados Unidos…, ¡ay, no; perdón! ¡No pueden jugar contra Estados Unidos!

Y jueguen contra quien jueguen, siempre tratan de hacerle algún gol a Cuba. Pero la mayor parte del tiempo se la pasan intentando hacernos goles a nosotros. Y nos piden que los gritemos, que los aplaudamos, que los volvamos a poner en nuestro equipo.

Hubo quien se disfrazó de árbol en medio de la cancha y propuso rezar como manera de frenar los avances del adversario. Otro dijo que, si ellos hacían todo bien, nos iban a hacer nueve goles y, si hacían todo mal, 16, y nos hicieron como 60. El supuesto capitán dijo que esperáramos el segundo tiempo (allá en 2016), y cuatro años más tarde, frente a la pandemia, que perdiéramos todo lo que hubiera que perder (y se trataba de vidas).

Hay quien la juega de ingenua; se pone en offside y cree que el referí y el público la van a confundir con un espectador y la van a poner de vuelta como si nunca hubiera jugado, como si nunca hubiera dicho que no hacen falta más hospitales o que los humildes no van a la universidad.

Y, encima, quieren triunfar en el mundo, pero no saben distinguir un país de otro. Preguntado que fue el ex (y por siempre ex) Sumo Maurífice acerca de su participación en el golpe en Bolivia 2019, respondió: “todos saben lo que pasa en Venezuela” (sic). Me queda la duda: ¿confundía Bolivia con Venezuela, Argentina con Venezuela, o Suiza —desde donde anduvo haciendo política— con San Isidro? ¡Nunca lo sabremos, porque él... tampoco lo sabe!

Esperábamos que le mandase un telegrama de disculpas a Bolsonaro, en el que hablara de la angustia que debió haber sentido Di María por tener que hacerles un gol a los brasileños. O un telegrama a la reina de Inglaterra, disculpándose "por el triunfo de Italia —país de sus ancestros— y por los dos goles de Diego en el Mundial 86".

¿Para cuándo la tarjeta roja, querido referí?

Eteceterexit.

Sugiero al lector acompañar esta nota con el tangazo “Impunidad de rebaño”, de RS Positivo (Rudy-Sanz), magistralmente interpretado por el bisnieto de Gardel. El video está posteado en canal de YouTube de los autores.