Por las redes sociales se puede leer que Luis Caravati dará una conferencia en el Paseo General Navarro. Será el día de su cumpleaños, al atardecer, al lado del kisoco que él diseñó y que fue inaugurado el 3 de febrero de 1859. El arquitecto hablará sobre los desafíos que deberemos afrontar los vecinos de la ciudad de Catamarca en los próximos años del siglo XXI, tomando resilientemente la idea de ciudad que dejó planteada a finales del siglo XIX y principio del XX.

¿Qué sucedería si este sueño se hiciera realidad y Caravati decidiera aparecer aquí en este momento en la ciudad que él diseñó? ¿Qué nos diría observando la extensión actual de la mancha urbana en el Territorio del Valle Central? ¿Qué consejos nos daría para evitar el trágico destino de que San Fernando pudiera llegar a transformarse en una ciudad sin identidad?

Seguramente nos invitaría a mirar nuestro entorno entendiendo la particular relación del continuo entre lo urbano y lo rural; recordándonos que nunca debemos olvidar que la ciudad de Catamarca fue posible gracias a sus chacras.

Nos contaría que, así cómo sus obras inscriptas en el ecosistema urbano que él fue moldeando, transformaron el pensamiento y la mirada de los vecinos de la ciudad para vivir mejor; nos alentaría a seguir este camino, ya que es posible también en el mundo contemporáneo que nos toca vivir. Como lo fue, por caso, la realidad de los corazones de manzana que tuvo alguna vez esta ciudad. Donde, gracias a sus acequias, había árboles frutales, hortalizas, vid y animales domésticos, que ayudaban al sustento alimenticio familiar. En esa mínima unidad sustentable y sostenible era posible la vida para poder compartir un espíritu de comunidad, que hoy deberíamos repensar para todo el paisaje del Valle Central.

Les diría a los estudiantes de arquitectura de nuestra universidad cómo respetar el entorno natural y la idiosincrasia de la gente del lugar; para establecer siempre el fecundo diálogo creativo entre lo que traemos y lo que encontramos, entre la tradición y la innovación, fusionados siempre para poder materializar una arquitectura amable.

Nos hablaría cómo desde el poder político, con la aceptación social de las decisiones tomadas, pueden las obras (edificios y espacios públicos) generar la confianza para construir un hábitat que traiga felicidad a la vida cotidiana de la gente con lugares de calidad y dignos, pensados como una totalidad. Nos diría que el mérito de lo que hizo no fue sólo de él, sino del contexto cultural de la época y que tenemos que trabajarlo como sociedad contemporánea.

Nos expresaría que sus obras simplemente fueron su carta de presentación. Que llegó de la mano de un Gobernador, que se instaló y que a partir de sus obras fue generando confianza. Con el esfuerzo de todos pudimos dejar esa arquitectura colonial que encontramos para pasar a una ciudad progresista.

También, si Caravati estuviera aquí, nos relataría cómo aquel grupo de constructores y albañiles que llegaron de Italia hicieron escuela en nuestro medio formando a la mano de obra que construyó sus edificios. Nos confesaría cómo hablaban nostálgicamente de su tierra natal todos los inmigrantes que fueron llegando a este Valle lo largo de los años, agradeciendo la posibilidad de hacer en América lo que era difícil en sus pueblos de origen.

Caravati nos indicaría cómo podría haber venido con un catálogo de arquitectura academicista que aprendió y que sus propios ojos vieron en Italia, pero que aun así pudo hacer que cada escuela fuera distinta. Que siempre se puede lograr armonía y proporción con creatividad. Que se puede imprimir a cada edificio un sello, pero configurando una ciudad armónica.

Nos daría las gracias por la construcción simbólica que hacemos de él cada día que pasa, para permitirnos seguir pensando la ciudad en la que vivimos. Nos diría que la ciudad es todo eso, que es más que edificios, calles y plazas, que es su gente; que es un pensamiento colectivo vivo de un proceso creativo que no acaba.

En esta ficción Luis Caravati vendría hoy a vernos fugazmente aquí en la Alameda, en su cumpleaños número 200; y tal vez nos dejaría a modo de manifiesto un escrito, con cinco puntos a tener en cuenta, a saber:

1. La arquitectura no actúa disociada de su contexto específico y de su tiempo, por ello nuestro compromiso nace de nuestra realidad natural y cultural.

2. Los cambios se producen en la conciencia misma del hombre, por lo tanto, encontraremos una arquitectura adecuada desentrañando la identidad cultural de donde nos toca actuar como diseñadores.

3. Es importante tener la posibilidad de construir, como único medio de verificación de las decisiones que se toman en el proceso creativo, aceptando que los mejores jueces son los usuarios.

4. Nuestro compromiso es hacer una correcta lectura de la realidad, de la cual el hombre es una figura protagónica, intentando comprender nuestra situación y dando una respuesta creativa al problema planteado.

5. En esta comprensión de nuestra problemática, encontraremos nuestras auténticas soluciones iniciando una nueva y propia creatividad para el conjunto de la sociedad.

*Arquitecto