Durante la pandemia por COVID 19, una de las recomendaciones por parte del Ministerio de Salud de La Nación fue la práctica de sexting, una acción que visibilizó, por primera vez, desde un organismo del Estado la importancia de la sexualidad y del placer sexual en la vida de las personas como parte de la salud integral. En muchos casos, la masturbación en sus múltiples facetas, adquirió, un protagonismo mayor y el placer autoprovocado hace lo suyo para atravesar mejor esta coyuntura. Raquel Tizziani es Médica Clínica y Sexóloga. Preside la Asociación Rosarina de Educación Sexual y Sexología (ARESS), dice: “La técnica que utiliza cada persona para masturbarse es totalmente singular. Hay personas que no pueden, por diversas razones (pudor, rechazo, dolor o molestia) tocarse directamente los genitales por lo que utilizan otros elementos para estimulación indirecta. Lo importante es que cada persona explore las formas y el nivel de intensidad en las cuales le resulta más placentero estimularse”.

Las charlas entre amigues sobre cómo hacerlo son también una especie de educación sexual, que permite valorar que el placer sexual no solo se encuentra con otre. Además, el trabajo que vienen desarrollando sexólogas, educadoras sexuales, periodistas e investigadoras colabora también con la difusión de temas sobre sexualidad femenina y masturbación. No solo se instaló el tema en redes sociales, donde cada vez hay más información, sino que actúan como cajas de resonancia.

La masturbación es una práctica sexual que se realiza con el objetivo de obtener placer. “Es una actividad muy saludable -suma Tizziani- porque abona al autoconocimiento del cuerpo y a las formas personales de obtener satisfacción sexual de manera autónoma. Además de que, mejora nuestra calidad de vida en general: bienestar físico y emocional, autoestima, descanso nocturno, etc".

Micaela vive en Posadas, Misiones, tiene 25 años y es comunicadora. No se acuerda de cuántos años tenía cuando se masturbó por primera vez, pero sí de que era chica. Estaba acostada en la cama haciendo zapping hasta que en un momento se encontró con una película que le llamó la atención. “No sé cómo fue, ni qué pasó, pero lo único que recuerdo muy bien es que de repente tenía la almohada entre mis piernas y me estaba masturbando. En verdad, ni siquiera sabía qué era lo que estaba haciendo ni cómo se llamaba, pero eso que sucedía me generaba mucho placer”. Durante su adolescencia, leyó poco y nada sobre masturbación, en la escuela no se hablaba y en la casa tampoco. “Ya en la universidad, una noche con amigas tomando birras, hablamos con mucho pudor sobre el tema. Todas coincidimos en lo mismo, nos daba vergüenza contar que nos tocábamos, pero sin embargo lo hacíamos de diferentes formas: con las manos, con un dildo, mirando porno, con la luz prendida, apagada, solas o acompañadas”.

Tizziani señala que la práctica masturbatoria se inicia habitualmente en la adolescencia. La exploración de los propios genitales durante la infancia es una actividad de autoconocimiento, no masturbación propiamente dicha. “Es muy importante habilitar espacios seguros y con un nivel de privacidad adecuado, dentro de los hogares para que les adolescentes puedan desarrollar esta práctica de manera exitosa, sin condicionar conductas, por miedos, prejuicios, mitos o prohibiciones, que luego pueden afectar el desarrollo de su vida sexual en la adultez. Por ejemplo, la eyaculación precoz en las personas con pene”.

Laura Milano es docente, investigadora y comunicadora porno. Advierte que el contexto de confinamiento y aislamiento presta más espacio para la masturbación y la autoexploración sexual. “Creo que esto es una posibilidad de vivenciar la sexualidad de formas novedosas. No es que porque estamos confinados descubrimos la masturbación, ni porque estamos aislados consumimos porno, hacemos sexting, enviamos fotos o participamos de chats. Todo esto ya estaba sucediendo solo que tal vez el debate en torno a la sexualidad que también trae la pandemia, no tenía este peso en la discusión pública. Eso es lo novedoso. En este tiempo, me parece que fue super valioso que hayan aparecido en redes sociales cuentas dedicadas a hablar de sexualidad, de masturbación, de pornografía, desde una perspectiva feminista, que terminan actuando como espacios de educación sexual para jóvenes pero también para adultas. Eso explotó durante la pandemia y es un fenómeno interesante de circulación de la información por medio de las redes.”

Slavina tiene 45 años, es una escritora italiana de literatura erótica y dice: “Me masturbo para despertarme o para dormirme, para olvidar y para recordar, para cultivar mis ficciones y narrativas del sexo o para alejarme de mi, mirándome en el espejo perturbador de alguna obsesión pornográfica. Me hago el amor de manera muy consciente y es un proceso que analizo para entender cómo estoy. Algo parecido a la meditación, y percibo mis crisis porque dejo de hacerlo. Cuando sucede ese parate, es como si dejase de buscarme”. Slavina reflexiona sobre el autoplacer y el erotismo en su vida, pero también lo lleva a su profesión. “En mi trayectoria como activista sex positive, normalizar el tema de la masturbación se ha vuelto una necesidad, sobre todo al darme cuenta que además de ser un tema práctico, también es un lenguaje. A las que fuimos socializadas como mujeres se nos enseñó vergüenza y pudor hacía nuestros genitales y hasta culpabilidad hacia el placer propio que nos podemos dar.”

¿Cuánto tiene que ver la masturbación con el deseo sexual? Tizziani responde: “El deseo sexual se refiere a todo lo que respecta a fantasías, pensamientos, y emociones ligadas a la sexualidad y depende de múltiples factores (hormonales, socio-culturales y subjetivos). Una de las posibles maneras de satisfacer el deseo sexual es a través de la masturbación, donde se ponen en juego todas las fantasías que alimentan el deseo”.

Para más placer

Clara tiene 27 años, es española y vive en Londres. Escribe sobre activismos, cuidados y memoria oral. Dice que nunca le gustó el hecho de que otra persona le descubriera el placer: “Creo que eso marcó la forma en que entiendo el sexo, el deseo y el placer, a veces siento que llevo diez años desaprendiendo, escogiendo otros lugares, otras posturas, otros tiempos por mí misma”. Le resulta increíble negarse el placer una vez que las parejas se van. “‘No me he masturbado desde que lo he dejado’, me decía mi hermana el otro día. Como si ese gesto fuese la expresión última del desamor, del entender que, sin la otra persona, ni siquiera existe el placer”.

Foto: Constanza Niscovolos.

Este tiempo trajo también distintos conversatorios en torno a la maturbación que pusieron el tema en una agenda más visible. Vivos de Instagram para hablar de sexo y placer a cualquier hora, sex shops que aumnetaron sus ventas y sexólogas que se convirtieron en influencers. Como señala Milano, la pandemia evidenció prácticas que ya estaban sucediendo. Ahora se socializan, se conversan y los medios les prestan atención. “Lo que acontece ahora es una reflexión pública acerca de cómo la sexualidad se transforma por la pandemia o con la pandemia”, subraya.

La sexualidad es inherente al ser humano y forma parte de nuestra vida desde el nacimiento hasta la muerte. ¿Hay una edad en la que las personas dejen de masturbarse? Tizziani señala: “No hay una edad en la que nos ‘jubilemos’ de la masturbación. Al contrario, es una práctica muy habitual en personas de mayor edad que permanecen con adecuada vitalidad, tengan o no pareja. El hecho de tener pareja, no tiene porque influir en las prácticas de autosatisfacción, por el contrario, las personas que se masturban son responsables por su propio placer y suelen tener una comunicación más asertiva en las relaciones de pareja, con mayor satisfacción sexual que aquellas personas que desconocen sus propios caminos al placer”.

¿Qué relación existe entre porno y paja? Milano responde: “Suele entenderse que la pornografía tiene un fin directamente vinculado a la excitación, bastante típico de la masturbación, pero esto también es entender la pornografía en las prácticas y usos tradicionales que se le ha dado a lo largo de la historia y que especialmente la vinculamos a la pornografía masculina, con un destinatario imaginado varón y heterosexual. Evidentemente, las pornografías feministas, transfeministas, queer, indie que nos convocan y nos interesan a muches activistas, investigadores y pornógrafes también buscan la excitación del espectador imaginado, pero a la vez ofrecen otras aristas del disfrute y del goce en los materiales que producen, en las narrativas que utilizan, en los cuerpos que muestran, en los mensajes que tratan de transmitir. Podemos pensar la pornografía más allá de la paja y de la masturbación pero aun así creo que existe un vinculo bastante cercano entre ambas.”

Natalia Novia es productora de animación y realizadora de comics, transita los 40 y empezó a tener charlas profundas sobre su sexualidad y la masturbación con amigues gays. Ahí terminó de dilucidar cuán incorporada está la mirada patriarcal sobre el deseo. En su adolescencia no fue un tema tabú y con una amiga, recorrían sex shops del microcentro y de la Galería Bond Street, para ver qué había al alcance de la mano y descubrir nuevas formas de sentir placer. “La masturbación es algo muy placentero, sin embargo, siento que todavía falta mucho para que se naturalicen el auto placer que podemos darnos. Todavía debemos reconocernos como cuerpos que gozan y desean. Tenemos que derribar los tabúes sexuales. Masturbarnos debe ser una elección como cualquier otra que tomemos sobre nuestros cuerpos”.

La vergüenza que instauró el patriarcado para hablar de masturbación sale a flote junto a otros significantes como la culpa por estar solas y tener que procurarnos placer. Slavina profundiza en este aspecto y señala: “Intento hablar bastante de mis pajas sin temor al estigma de Pobrecita, se lo tiene que montar ella sola. Hice un cortometraje porno (https://uniporn.tv/film/insight/) para visibilizar la práctica autoerótica y su potencial comunicativo”. Ella también le agradece a los feminismos empezar (como sociedad occidental) a reconocer la vulva como órgano.

Vulva y clítoris no son lo mismo. Tizziani muestra la diferencia: “La vulva incluye a todas las zonas que forman los genitales externos ‘femeninos’ (la parte del sexo que se ve a simple vista), a saber: labios internos y externos, el clítoris y su capuchón. Además de unas glándulas anexas llamadas Glándulas de Bartholin (que a veces se inflaman y duelen mucho), la vulva presenta dos orificios centrales: la uretra (orificio por donde sale la orina) y el vestíbulo de la vagina. El clítoris forma parte de la vulva, pero lo que vemos de él a simple vista es sólo un octavo del órgano: el glande, que tiene más de ocho mil terminaciones nerviosas sensitivas y que habitualmente está cubierto por el capuchón. Es un órgano eréctil, que se llena de sangre (ingurgita) con la excitación sexual porque su única función es la de dar placer: es el órgano que desencadena el reflejo del orgasmo en las personas con vulva, de ahí su extremada importancia. La parte que no vemos del clítoris se denominan: cuerpo, cruras y bulbos y se ubican rodeando el orificio de la uretra y la vagina, a la altura de los labios internos y externos. Con un tiempo y estimulo adecuados todas estas zonas se llenan de sangre y forman lo que llamamos plataforma orgásmica”.

Slavina agrega: “Todavía incluso muchas mujeres nombran a menudo la vulva como vagina. Mientras alrededor del pene se ha construido un imaginario visible de potencia, desvelando y hasta mecanizando su funcionamiento, nuestro órgano sexual ha sido durante siglos un lugar recóndito, invisible e innombrable, cuyo funcionamiento quedaba algo misterioso. Hoy sabemos que el empoderamiento sexual pasa también por el libre desarrollo de la búsqueda del gozo, por una educación que no censure las exploraciones y que facilite el descubrimiento alegre de la propia anatomía para las personas que tienen concha”.

Micaela se acuerda que siempre pensó que uno de los tantos privilegios que tienen los varones, es que pueden manifestar y vivir sus deseos como se les da la gana. “Hablan de la paja sin problemas, con amigos o hasta desconocidos. Es más, me acuerdo que una vez escuchando a uno pensaba: ‘¿Cómo puede ser que ame tanto a su pija y yo casi no conozca mi vulva?’”

Gracias a los feminismos hablamos de vulva y su figura aparece en bordados, pañuelos y consignas en las calles. Sin embargo, el camino para ser conscientes de lo maravilloso que es conocer los cuerpos y complacerlos no ha sido sencillo.

¿Mucho, poquito, nada?

Mariana Rincón se presenta como “juguetóloga” y aparece diariamente en el Instagram del sex shop Buttman hablando sobre juguetes sexuales. Dice que “en el ranking que se le viene a la cabeza está en primer lugar el estimulador de clítoris en todas sus variantes, con diferentes texturas y formas, puntas redondeadas o extremos puntiagudos, el segundo puesto lo ocupan los juguetes de doble estimulación, vaginal y clitorial, en tercer lugar, los juguetes anales, el cuarto puesto es para los juguetes a control remoto para compartir y en el quinto lugar el anillo peneano”.

Foto: Constanza Niscovolos

Clara cuenta que se está reconciliando con la masturbación porque a pesar de haber sido esa amiga que compró juguetes sexuales y los regaló a diestra y siniestra en un intento de socializar el placer (“Todavía recuerdo una discusión sobre la importancia de regalárselo a mi abuela”, desliza) considera que se masturba poco. “No sé cuál será la media, pero desde luego no me masturbo todo lo que desearía. En los últimos años, además, había abandonado la masturbación como juego, como experimento, como un adentrarme en las posibilidades de mi cuerpo, y la había relegado al cajón de últimos recursos cuando estoy estresada, con insomnio o hastiada de ver series. Por eso digo que me estoy reconciliando con la masturbación, con la posibilidad de que sea la única manera de tener un espacio sexual y descubrirme”. Clara abandona la idea de masturbarse como una tarea mecánica, como un recurso impuesto y como última salida. “No esperar a las once de la noche, a que todo esté tranquilo y a estar cansada (pero no demasiado) para poder disfrutar sin urgencias”.