“Yo soy una loca de los libros”, dice Marta Maizares, presidenta de la Biblioteca Popular “El futuro de los niños”, que ella misma creó junto a un puñado de madres allá por 2003, en Coronel Arias, un barrio de la periferia de San Salvador de Jujuy, para contener a los adolescentes con problemas de alcohol y drogas. La loca de los libros, que además es maestra y tiene un amor especial por los libros de Elsa Bornemann, viene de la una familia muy pobre con nueve hermanos, que a veces no tenían para comer, donde faltaba de todo. No había libros en esa casa de la infancia donde había que medirse cotidianamente con el hambre. Maizares comprará libros a mitad de precio, desde hoy hasta el domingo, en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, gracias al Programa Libro% que la Conabip (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) viene implementando hace 12 años. Llegarán a la Rural 1024 bibliotecarios de todo el país –quienes tienen cubierto el viaje en avión o en micro, según la distancia, más dos noches de hospedaje– con el listado de libros que cada uno necesita adquirir a pedido de sus comunidades. La Conabip entregará la distinción “Amigo de las Bibliotecas Populares” al escritor Eduardo Sacheri, que se suma a Roberto Fontanarrosa, Osvaldo Bayer, Mercedes Sosa, Adrián Paenza, León Gieco, Alejandro Dolina, Norberto Galasso, Luis Pescetti, Quino y Juan Sasturain, entre otros.

“Las madres de Coronel Arias nos juntamos preocupadas por el tema del alcohol y la droga en los adolescentes. Como madres de esos chicos dijimos: ‘Hay que hacer algo’. A los chicos les faltaba contención.  Una dijo: ‘Yo pongo mi salón a disposición’. Otra dijo: ‘yo traigo tres libros’. Otra dijo: ‘yo traigo una mesa’. Y formamos así la biblioteca”, recuerda Maizares en diálogo con PáginaI12. “El futuro de los niños” funciona en un salón de casi cincuenta metros cuadrados. Desde 2003 hasta ahora ha reunido un patrimonio de 2.500 libros. “Comprar libros en la Feria es muy importante para nosotros. Hemos hecho un censo, un ‘buzón de ideas’, en el que la gente ha depositado los nombres de los libros que necesitan. Y llegamos con esa lista para hacer crecer nuestra biblioteca. La mayoría de los libros de esa lista son cuentos para chicos; hay materiales para docentes y novelas y cuentos para adolescentes. También hay libros de derecho civil, comercial, y diccionarios; es una lista muy variada”, celebra la bibliotecaria que contará con un poco más de 13.000 pesos para aumentar el catálogo de esta biblioteca popular jujeña. “Yo siento una gran satisfacción porque este es un trabajo comunitario; no nos paga nada nadie. Lo más gratificante es poder ayudar a la gente a acceder al conocimiento, ayudarlos a buscar los temas que necesitan. Los chicos se acercan a la biblioteca y nos dicen: ‘seño, yo necesito algo sobre las islas Malvinas”, entonces buscamos y le damos un libro”.

Qué necesarias son las “locas” en el mundo de la cultura, de las ideas, de la política. “Me gustan mucho los libros de Elsa Bornemann. Tenemos un proyecto que se llama Bebeteca, en que aprenden a leer a través de los juegos, los dibujos, las palabras, las canciones. Y sacamos los cuentos y las canciones de Bornemann. Nuestro público es infantil; las mamás vienen con sus niños y les leen cuentos y les cantan las canciones. También tenemos la ‘Ludoteca’, un rincón de juegos”, cuenta Maizares, que trabaja como docente. “Los libros nos llenan los vacíos que hay en el alma y en el corazón”, plantea la bibliotecaria con esa tonada en la que galopa con más dulzura que ahínco algunas consonantes como la letra “erre”. “Me parece que se están olvidando los libros por Internet. No digo que estén mal las tecnologías porque yo también recurro a Internet cuando lo necesito. Pero los libros te llevan a un mundo diferente, te llenan de información, te enriquecen el vocabulario. Yo soy una loca de los libros y siempre estoy llevando libros a los comedores, adonde armamos un rincón de lectura y dejamos los libros. Ponemos nuestro granito de arena para que los chicos aprendan a razonar, a pensar, a defenderse; que aprendan a vivir y a ser personas críticas. Por eso el nombre de nuestra biblioteca es ‘El futuro de los niños’. La lectura es el futuro no sólo de los niños, sino de todos”.

La loca de los libros argumenta su sensata chifladura. “Hay que aprender a leer, a comprender, a interpretar. Nosotras vamos a seguir peleando para que los niños puedan leer buenos libros. Queremos abrir los cerebros de los chicos para que cuando lleguen a ser jóvenes y adultos no los lleve nadie por delante y puedan tener su propio pensamiento”, aclara la bibliotecaria y docente. “Yo vengo de una familia muy pobre –somos nueve hermanos– y a veces no teníamos ni para comer. Papá no trabajaba casi nunca y mamá salía a vender verduras. Yo siempre quise estudiar porque veía la vida que llevaba mi familia y no quería vivir una vida así de hoy comemos y mañana no sé, aparte de la violencia que sufría. Soy la única de mis hermanos que estudié de grande. Ya tenía dos hijos y empecé a estudiar para maestra a los 30 años”. A los 56 años comenta que le falta poco para jubilarse como maestra. Aunque en un futuro cercano no estará más en las aulas, ella sabe –o intuye– que las locas de los libros nunca se jubilan. “Tengo seis hijos: uno es maestro mayor de obra, otro es bromatólogo, otro está en Ciencias Económicas y otro terminando la carrera de ingeniería. Uno que otro se me quedó, pero todos terminaron la secundaria y son personas bien preparadas que nunca van a ser esclavos de nadie”, concluye Maizares.