La pandemia del covid-19 ha producido impactos profundos en toda la sociedad, las universidades públicas argentinas no son la excepción y este golpe externo ha planteado la necesidad de reformular aspectos centrales de las políticas en educación superior.

En junio de este año el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) presentó un documento titulado “Desafíos de las universidades públicas en la etapa de la pospandemia” y un año antes la Secretaría de Políticas Universitarias presentó la “Síntesis de Información Universitaria 2019-2020”. De ambos surge la obvia conclusión de que el sistema universitario argentino se encamina hacia un proceso de enseñanza bimodal que incluye la profundización de las prácticas de educación virtual (en sus diferentes acepciones: educación a distancia, e-learning, digital, entre otras) y el mantenimiento de las formas presenciales de la pre-pandemia.

Desde un punto de vista social, se podría decir que las políticas universitarias desde la vuelta de la democracia, y sobre los avances de la reforma universitaria del 18 y del decreto de gratuidad de la enseñanza del 49, han procurado la igualdad de oportunidades de acceso al sistema de educación superior mediante dos estrategias centrales: ingreso irrestricto y descentralización geográfica. Sin embargo, esta última estrategia se desarrolló principalmente en torno a la desconcentración de estudios universitarios en CABA con la creación de universidades en el conurbano y en la provincia de Buenos Aires durante parte de los 90 y fundamentalmente entre 2003 y 2015. De hecho, el aumento sostenido de la matricula nacional, que entre 2019 y 2020 fue del 27,3 por ciento, se debe a esta última política de expansión, atento a la formidable concentración poblacional de esa región.

Sin embargo, la descentralización demográfica poco avanzó, con las excepciones del caso, en el interior del país donde provincias con gran extensión de territorio poseen una (o dos, si se toman en cuenta las delegaciones regionales de la Universidad Tecnológica Nacional) universidad pública y gratuita que concentra su oferta educativa (es decir, la mayoría de sus facultades e institutos) en la ciudad principal.

En este contexto las universidades públicas han sido (al igual que las universidades de gestión privada, cuya lógica de mercado ha hecho que se concentren en las zonas de mayor densidad poblacional) verdaderas depredadoras demográficas, atrayendo, a las ciudades más pobladas, jóvenes de las poblaciones alejadas y concentrando de esta manera la actividad profesional, de investigación y docencia en un círculo vicioso que sostiene el proceso de concentración urbana y despoblando el interior. Es decir, los y las estudiantes del interior provincial se establecen en la ciudad capital para estudiar y un gran porcentaje no retorna a su lugar de origen.

La pandemia, paradójicamente, con la compulsión al desarrollo de la modalidad remota para lo cual muchas universidades no estaban preparadas y han tenido que hacerlo a la fuerza, ofrece una oportunidad para transformar el espacio universitario hacia un sistema más equitativo que permita el acceso de mayor cantidad de estudiantes pero que al mismo tiempo permita que los y las futuras egresadas no se desarraiguen de sus lugares de origen.

La futura bimolidad deberá tener en cuenta fuertemente este aspecto demográfico que hace a la inclusión educativa de la educación superior. Las universidades deberán mantener y profundizar procesos de desconcentración física (facultades e instituto asentados en el interior de cada provincia) al mismo tiempo que garanticen una educación virtual de calidad. Esto último implicará inversión en infraestructura tecnológica, capacitación/acompañamiento a docentes y alumnes y mejora en las plataformas que aumenten la experiencia interactiva. 

* Javier Ozollo es docente e investigador de la UNCuyo.