La Fundación Proa presenta en estos días una muy buena exposición realizada a partir de una selección de los Fondos regionales de arte contemporáneo (FRAC) de Francia.

Los FRAC conforman una red estatal creada en 1982 durante la presidencia del socialista François Miterrand, por su ministro de Cultura, Jack Lang.

La función de los FRAC, desde hace cuarenta años, fue, sigue siendo, descentralizar la cultura francesa, quitar el foco de París o salir de París como paso obligado y apuntar a las 23 regiones del país, para reunir colecciones públicas de arte contemporáneo, apoyar a los artistas jóvenes y hacer circular el arte contemporáneo entre nuevos públicos. En este proceso, la gestión es compartida por el Estado nacional, el Consejo Regional y la administración municipal de cada lugar.

Gracias a la invitación del Estado francés, tuve la oportunidad de conocer varias sedes regionales del FRAC en distintas oportunidades, durante los años novena y los dos mil. En ciertas ciudades de la región de Alsacia, por ejemplo, visité centros de arte contemporáneo de gran calidad y excelente gestión, deslumbrantes en su arquitectura y emplazamiento, en el contexto de comunidades ultraconservadoras. El fenómeno, que primero fue resistido y visto como la llegada de un ovni entre los pobladores, con el paso de los años se fue incorporando a la vida cultural del lugar, y los hijos de aquellas familias ultraconservadoras, comenzaron a interesarse por la cultura contemporánea, se pusieron a estudiar arte o a buscar y encontrar trabajo en la sede local del FRAC. Vale repetirlo: los FRAC son fondos estatales, producto de una política cultural, ideada y llevada a cabo por un gobierno socialista y continuada a lo largo de las décadas.

Estos Fondos Regionales son pensados como colecciones nómades e itinerantes, con obras de casi seis mil artistas, la mitad franceses y la mitad de otros países. Lo cual se ve reflejado en la selección de Proa (que incluye artistas de Francia, Argentina y varios países), bajo el título La Suite, con curaduría de Sigismond de Vajay y Juan Sorrentino.

La exhibición incluye obras de Peter Kogler, Vincent Ganivet, Roman Signer, Monica Bonvicini, Michel Blazy, Gordon Matta-Clark, Sebastián Díaz Morales, Shilpa Gupta, Clément Cogitore, Joel-Peter Witkin, Lotty Rosenfeld, Joan Jonas, Geta Brătescu, Séverine Hubard, Jennifer Douzenel, Víctor Florido, Vincent Lamouroux, Carsten Nicolai, Gabriel Orozco, Denis Savary, Elina Brotherus, Arno Rafael Minkkinen, Patxi Bergé, Céleste Boursier-Mougenot, Pauline Fondevila, Laurent Perbos, Maurizio Cattelan-Philippe Parreno y Christian Marclay. Próximamente se sumará una obra de grandes dimensiones de Tom Burr, un muro en la genealogía de Richard Serra, que será emplazado en el espacio público.

Respecto del título, los curadores explican que “tiene muchas maneras de interpretarse, pero a nosotros nos interesa pensar este conjunto de obras breves que forman un gran movimiento, una gran obra que es La Suite, compuesta por muchas piezas -que lógicamente tiene que ver con lo musical-, con la experiencia, con lo espacial y además con el juego de la idea del porvenir. Son ideas muy presentes en este momento, por el contexto”. Hay toda una serie de obras sonoras incluidas en la selección. Al punto que desde el sonido, el silencio podría pensarse como el grado cero de lo sonoro y eso es lo que se advierte desde el hall de entrada y la escalera, con la obra de Peter Kogler, que está pensada tanto para la presencialidad como para el registro fotográfico y de video, cuando aparece más nítida la tercera dimensión que propone el obra.

Como explican los organizadores, “el proyecto comenzó a diseñarse en 2019, adaptándose curatorial y conceptualmente a la nueva realidad de los espacios culturales. Partiendo de los lenguajes de la práctica artística contemporánea, que permiten la edición de nuevas versiones de los site-specific, la ejecución a distancia y la adaptación de la obra a cada espacio expositivo, La Suite se conformó con un grupo de piezas que ponen en diálogo a artistas distantes de diversas culturas, tanto en el espacio como en el tiempo”.

Con lúcidos reflejos de adaptación y sensibilidad en relación con los impedimentos, pero especialmente con las posibilidades generadas por el período pandémico; y un uso muy productivo de lo conceptual, la mayor parte de las obras es resultado de una suerte de manual de instrucciones, que en esta otra orilla del mundo se interpretó y construyó con la creatividad, adaptación y variaciones del caso. Lo que viajó fue la información, mientras que los materiales y la realización se aportaron localmente, con la interacción de los artistas, los curadores y los montajistas.

En la exposición se pueden ver obras de sitio específico, arte sonoro, fotos, instalaciones, videos, esculturas y pinturas. Varios de los artistas elegidos muestran su trabajo por primera vez en el país.

Las obras recorren las distintas acepciones de suite, como forma musical compuesta por movimientos instrumentales breves, que pueden suponer cierta heterogeneidad y a la vez algún elemento común, un hilo conductor: allí convergen las piezas sonoras y las espaciales. Otra acepción de suite: la de las habitaciones contiguas. Si se extiende un poco este sentido, puede hablarse de las salas de exhibición, sus espacios de comunicación, escaleras, entrepisos, descansos, pensando tal vez en la continuidad y la fluidez antes en la ruptura, para concebir el espacio y reunir las obras seleccionadas.

La frase La suite, del francés “lo que sigue”, “la continuación” o “lo que viene”, habla del mundo próximo, inminente. Si el arte supone, entre otras cosas, la coexistencia o imaginación de mundos posibles, es muy pertinente la idea. Y en el contexto de la pandemia, la pregunta por lo que vendrá está cargada de sentido.

* En la Fundación Proa, Pedro de Mendoza 1929, La Boca, hasta noviembre.