No es teatro. Tampoco es cine. Es la suma de ambos lenguajes, y algo más. De eso se trata Maciel, una de las producciones creadas en el marco del aislamiento y que conviven con el regreso paulatino a las salas. Con dirección y adaptación de Jorge Diez, el material está basado en la obra teatral escrita por Pablo Iglesias y ganadora de la 14º edición del ciclo Teatro x la Justicia, producido por el Teatro Tadrón.

Interpretada por Gisele Amantegui, Luciano Crispi y Jorge Diez, la obra audiovisual -que puede verse de manera gratuita en el canal de YouTube del teatro- pone el foco en la violencia institucional a través del vínculo entre dos hermanos, Javo (Crispi) y Jesi (Amantegui), que viven en la Isla Maciel y un policía apodado “Grandote” (Diez) que se infiltra en el entorno de los jóvenes para descubrir quién mató a uno de sus compañeros.

Maciel iba a estrenarse de manera presencial en 2020, pero el comienzo de la pandemia suspendió el plan previsto. El autor había presentado el texto en el marco de la convocatoria anual que el Tadrón realiza como parte del ciclo Teatro x la Justicia, que surgió en 2007, y que desde ese entonces invita a participar a dramaturgos y elencos con temáticas vinculadas a la justicia y a los derechos humanos. De los proyectos presentados se elige uno que se presenta durante dos meses de forma libre y gratuita, y con foros y charlas abiertas. Pero en este caso, y dadas las limitaciones del contexto, Jorge Diez, elegido para dirigir la obra, pensó en la posibilidad de una versión audiovisual.

“Pensé en hacer una suerte de película, porque no me gusta el teatro filmado, y Pablo me dio toda la libertad para adaptar su obra”, cuenta Diez acerca del proyecto que fue filmado en distintos espacios del Tadrón. “Fue una experiencia bastante complicada, pero muy linda. Traté de armar la obra con un lenguaje que no fuera tan realista. Y quería que hubiera un juego entre lo teatral y lo fílmico”.

“Cuando presenté la obra al concurso lo hice con toda humildad y me alegró mucho enterarme de que había sido seleccionada. Me interesa hablar de estos temas como el de la violencia policial. Son miradas que me hacen sentir que puedo aportar algo más allá de lo lúdico y de lo artístico”, afirma por su lado Iglesias, que además de dramaturgo es escritor, guionista y director. “Yo tenía una gran expectativa de ver a Maciel en el teatro, pero eso no se pudo y Jorge y su equipo, con garra y amor, lograron hacer una adaptación que está buenísima. Eso me parece muy valioso y además algo representativo del momento coyuntural que estamos viviendo”, evalúa.

La escritura comenzó hace varios años, según revela el autor. “Unos amigos periodistas me mostraron unas desgrabaciones de una investigación que estaban haciendo sobre la Organización Miguel Bru, que ayuda a chicos de la calle en La Plata, y escuchando las voces de esos pibes de la calle que estaban armando una movida para juntar fondos, me tentó la temática ligada a la injusticia social. Y durante siete años escribí varias versiones de la obra, porque primero Maciel fue una obra coral y después un monólogo hasta que quedó la versión definitiva”.

Para el actor y director, la adaptación fue un desafío que lo llevó incluso a realizar un trabajo de campo para el cual entró en contacto con integrantes del Museo Comunitario Isla Maciel. “Al principio no querían colaborar con este proyecto y tenían bastante desconfianza. Lo que ocurre es que, en general, quienes representan a los mundos marginales tratan de copiarlos, y eso implica continuar con cierta estigmatización porque siempre se los aborda desde el mismo lugar. Pero yo no quería eso, sino ver de qué manera estos personajes podían hacerse preguntas, como cuando la protagonista cuestiona: ` ¿Por qué no se dan cuenta de que nosotros también sufrimos?´. Y también busqué que con este material los espectadores pensaran acerca del problema de la violencia institucional, que es algo que conocemos pero de lo cual no nos hacemos cargo”, reflexiona Diez.

“Estamos perdiendo la capacidad de sorpresa frente a los hechos cotidianos, y todo pasa a ser un número. En la actualidad contamos la cantidad de muertos por día a causa de la pandemia, pero antes contábamos las víctimas por violencia policial o de género. Todo pasa a ser un número o un tweet. Y eso me abruma y me angustia de manera muy profunda”, aporta Iglesias, consciente de que en su obra se muestra una problemática que se exacerbó durante la pandemia. “Maciel aborda el tema del abuso policial y habla claramente de gatillo fácil, de justicia social, de violencia de género y de falta de oportunidades. Y no fue fácil escribir sobre eso. Quise sumergirme en ese mundo y hablar de lo que ahí pasa de la forma más verosímil posible”.

El fenómeno de la fusión de lenguajes, como consecuencia inevitable de un contexto en el que las artes escénicas no podían desarrollarse, generó un movimiento que quedará como testimonio de resistencia ante la imposibilidad. “El teatro es el encuentro entre personas, y ese rito es profundamente emocionante, pero no soy un obcecado que niega los avances de la tecnología, y creo que lo que se hizo en este tiempo va a servir para que todos podamos tener acceso a espectáculos que por cuestiones geográficas no podríamos ver”, opina el escritor.

Y en la misma línea, Diez apunta: Maciel cumplió con las expectativas, porque el material ya lo vio más gente de la que lo hubiera visto en un formato presencial. A mí me resulta muy atractivo fusionar los lenguajes. Directores como Fellini ya hicieron esto de poner el teatro dentro del cine. Y a mí me encantaría seguir con proyectos de este tipo. Me parece que no está mal jugar y probar a ver qué pasa”.