Una de las publicaciones más provocativas de María Fernanda Ampuero se llama La escritora que murió por puta, donde cuenta, desde la voz de los medios y los criticones, su propio femicidio. Es una crónica, porque en los hechos que allí narra hay mucho de real: toda mujer muere un poco en el femicidio de otra. Y también es una ficción: la misma Ampuero, vivita y coleando, firma la nota. Es que si hay algo que a esta autora ecuatoriana radicada en España le interesa, es situarse fuera de las definiciones tranquilizantes (entre la muerte y la vida, entre la ficción y la no ficción, entre la propia voz y la voz que viene de afuera). En esta línea, para seguir ahondando en ese lugar incierto y único en el que un cuerpo busca situarse en esta vida es que, para festejar los primeros cinco años de la revista Anfibia, María Fernanda ofrecerá durante tres días su seminario “Cuerpos, amor, intimidad”. Dice: “Trataremos el cuerpo no solo por cómo es abordado desde el periodismo, sino en la publicidad, en la música, en lo que decimos o vestimos, en las cosas que permitimos o no, en las leyes, con el urbanismo, la forma de estar segregados o incluidos, lo haremos desde un punto de vista académico y testimonial, como es el caso de las crónicas de Pedro Lemebel o Gabriela Wiener, que hacen una especie de periodismo de inmersión sobre sus propios cuerpos. Es lo que yo intento hacer: rescatar esos textos tan importantes sobre lo que sentimos o vivimos al tener un sexo determinado o por pertenecer a uno equivocado, o ser gente blanca o negra, y todo lo que eso representa. Nuestra imagen no es algo tan poco importante como nos quieren decir, que lo importante es lo de adentro. El taller se propone hablar sobre nuestra presencia, el aparato que ve la gente al conocernos y que también determina brutalmente nuestro lugar en la sociedad y en nuestras propias cabezas”.

En uno de los módulos de este seminario planteás la pregunta de qué hacer con los cuerpos extraños y en esa serie incluís, entre otros, el embarazo, la vejez, el travestismo… 

–Algo súper vital en mi investigación es cómo vive la sociedad el cambio de los cuerpos. El embarazo tiene toda una mitología alrededor, de época de placidez, de dulce espera, hay tantos clichés tan terribles sobre esto. Si te fijas, la ropa disponible para las embarazadas no tiene nada que ver con la ropa disponible para todas las mujeres. Es un instante en que tienes que travestirte de buena, de no sexy, de la Virgen María. Ese modelo cubierto de colores pasteles que no está dispuesto a ser un objeto sexual en esos meses: este discurso se está empezando a modificar en este siglo. El embarazo también es un horror, pero si dices una palabra en contra de ese milagro, estás siendo anti natura. Ahora han empezado a hablar muchas madres, como en el caso de Madres arrepentidas, el libro de Orna Donath. Sobre él diré algo respecto de esta posición que llaman “moda”, cuando en realidad es un grupo de mujeres pequeño que se atrevió a hablar sobre esto y quitarle la épica al proceso del embarazo que transforma el cuerpo. Y quitarle a la sociedad el derecho de decir cómo tiene que ser o decir una embarazada. Por eso los he juntado.

¿Y del travestismo en sí, cuál es tu lectura, en qué marco simbólico se inserta?

–El travestismo tiene que estar enmarcado en una situación circense o festiva o de juego prácticamente, también hay ahí una ley tácita sobre cómo vivimos el travestismo, hasta qué límite se puede llegar. Podemos las mujeres no depilarnos el bigote nunca más, eso roza las normas del travestismo. Tú tienes que ser femenina, no puedes dejarte el bigote por menos ganas que tengas de depilarte, hay unas normas en todo. He puesto también el cuerpo extraño en la vejez porque entras también en una etapa en la que ya no se te reconoce como mujer u hombre sino como persona mayor. Tras los propios cambios y las propias limitaciones que vas enfrentando tu misma con tu cuerpo, ese compañero de toda tu vida que de repente empieza a no responderte. También están todas las limitaciones de “mira esa vieja se viste como joven, que ridícula”. En el momento de la vejez hay un discurso que nos marca cómo debemos ser viejos y en qué contexto se puede permitir el travestismo. 

La gordura también entra en esta serie…

–La gordura es en este mundo moderno es como una perversión, un problema, algo que genera dudas sobre tu amor propio. Y genera en chicas y chicos jóvenes enfermedades nacidas de esta búsqueda imposible del peso ideal, que se mezcla con esta búsqueda imposible de mantener la juventud. Esta campaña de cremas de belleza que dice “Vuelve a ser tú misma”. ¿Y quién he venido siendo hasta ahora? O “te ayudamos a ser lo que siempre debiste ser”. ¿Cómo es vivir con la constante falta para el mundo de que no te cuidas lo suficiente? Y puesto allí mismo la transexualidad porque es un fenómeno del que por fin se está hablando pero hay muchos dictámenes sociales respecto de lo que tienes que ser. Si vas a ser hombre, despójate de todo lo que pudo haber sido tu femineidad. Todo bien pero no te me quedes en el limbo. En el limbo está lo abyecto. No se permite la libertad de alguien que quiere vivir su transexualidad de una manera mixta. Cada cual es distintx pero nos buscan acotar, que no seas un freak, una embarazada gótica, una vieja ridícula, una gorda que muestra su cuerpo, una transexual que muestra sus cambios. De hecho vamos a hablar de la moda que viene de los EE.UU. de cambiar de sexo y aceptarlo pero sin recordar quien fuiste, eso también está marcado por esta ley tácita de cómo tenemos que llevar nuestro propio cuerpo. 

¿Contribuiría con el binarismo el silenciamiento de la identidad anterior?

–Así es. Tenemos terror a todo lo que no está identificado con lo que no es hembra, macho, hombre, mujer. El “ello” no se permite, es reafirmar nuevamente que el atravesar la frontera o no ser lo que “normalmente” se es, es un gran pecado. El cuerpo no sé exactamente qué es y me asusta, me enfrenta a una situación que no está legalizada. Todo lo de saltarse las normas y vivir con las maneras que tú quieras, como el poliamor y nuevas formas de relacionarnos, también es político. Lo que se hizo tanto tiempo de encerrar en aquellos circos macabros donde se ponía a quien no calzaba. La mujer barbuda, la persona pequeña están todavía en nuestro imaginario como del circo de los anómalos. En el seminario vamos a hablar de cómo podemos sacar una lección acerca de la libertad que se expresa en el cuerpo, como las Pussy Riot mostrando sus pechos. Qué significa eso y qué significa que una mujer a la que le amputan una pierna siga siendo mujer y una a la que le hacen una mastectomía ya no sea considerada tan mujer o entre su feminidad en duda. 

Ganaste el premio Cosecha Eñe en 2016 con tu relato “Nam”, sobre primeras experiencias sexuales, en este caso lésbicas. ¿Es autobiográfico?

–Parte de una memoria, como quizás le pase a todos los escritores. Hay ciertos enigmas guardados en tu cabeza desde pequeña. Yo tenía el recuerdo de una puerta a la que nunca pude entrar en la casa de una amiga que estuvo poco tiempo en mi vida, muy extraña, excesivamente alegre pero con un fondo de pesar. En esa casa había una puerta, la anécdota es que yo necesitaba ir al baño y ella me lo prohibió severamente. Y de esa puerta que no pude abrir nació este relato. Yo creo que todas las chicas tenemos una pulsión lésbica al crecer en relación a nuestras amigas, hay un enamoramiento real y un deseo de una sexualidad latente que está en sus inicios. Que es una pequeña ramita saliendo de la tierra, desesperada por vivir, ¿y este deseo con quien lo vamos a expresar más que con nuestras amigas? Muchas de nosotras nos dimos el primer beso con una amiga o a nosotras mismas en el espejo. El primer objeto de deseo somos nosotras mismas, atemorizándonos y excitándonos con la mujer en la que nos estamos convirtiendo. En el caso de este relato, que toda esa parte es ficción, retomo ese tipo de relaciones de amistad en la adolescencia. Amigas que quieren fundirse, como lxs amantes, la una en la otra. Es interesante todo ese amor y ese deseo. Hay un enorme componente de lesbianismo en nuestro crecimiento que la heteronormatividad nos lo corta de raíz. l

María Fernanda Ampuero dictará el seminario Cuerpos, amor, intimidad, el 10, 11 y 12 de mayo de 18.30 a 21. Inscripciones: [email protected].