Silvia Majul cuenta que organizar el documental no fue fácil, porque Daniel Toro no tiene demasiadas ganas de hablar y de recordar su vida. “Fue difícil construir el relato, pensé que al menos me iba a dar media hora de entrevista, pero no. Está muy cansado y no quiere saber nada”, señala Majul a Rosario/12. Un apunte que dice por sí solo sobre la necesidad de revisitar vida y obra del maestro musical salteño, algo a lo que felizmente se atreve El nombrador: Una película sobre Daniel Toro, disponible en Cine.ar.

Con testimonios variados y musicales, entre quienes destacan Teresa Parodi, Abel Pintos, Víctor Heredia, Ricardo Mollo y Diego Torres; El nombrador encuentra en la figura de Daniela Toro, hija del músico, la guía a partir de quien estructurar su historia y desandar la vida del autor de “Zamba para olvidarte” yEl Antigal”. Silvia Majul vuelve, de esta manera, al ámbito del documental musical, visitado con Un pueblo hecho canción (dedicado a Ramón Navarro). Ahora fue al encuentro del maestro salteño y, a su vez, a la dinámica misma de la película: “Es muy difícil hablar de un referente que no quiere o no puede hablar de ciertas cosas, debido a que ya tiene la voz gastada y esto significaba exigirlo (Toro sufrió en 1979 de un cáncer de garganta). Tenía miedo que hubiese gente que dijese sobre lo poco que él aparece, pero traté de hacer notar que es una persona mayor, que ya lo hizo todo, y que quería estar en su casa cuidando de los perros y las plantas”, agrega Majul.

-En un momento, él mira las tapas de unos vinilos y murmura algo sobre el pasado.

-“Parece mentira haber hecho tantas cosas”, es lo que dice. Eso fue un rescate, cuando estábamos probando las cámaras y él no sabía que lo estábamos grabando. Lo dijo solo, no estuvo seleccionado y quedó muy lindo.

-Me dio la sensación de ser el retrato de una vida de ofrenda a la música, con la voz llevada hasta el límite y tal vez el cáncer como una de sus consecuencias.

-A veces uno puede tener varias vidas en una. Su juventud fue una, pero la de ahora es otra. Y creo que Toro no tiene ganas de mirar de frente a ese joven, ni siquiera nostálgicamente, porque esa juventud le dio el éxito pero también le dio el cáncer. Se trata también de una persona de una clase social baja, que no tuvo estudios secundarios, y que se vio primero envuelto por el odio de la prensa, que lo acusaba de cantar canciones románticas; después por cantar canciones sociales, en plena década del ’70. Recuerdo una nota muy polémica con Hugo Guerrero Marthineitz, donde le dice cómo se le ocurre hacer “El Cristo Americano”, ese tema dedicado al Che (incluido en el disco del mismo nombre, de 1974), y que por qué no se metía mejor con las canciones de amor. Fue un artista siempre criticado.

-A veces pienso que los grandes artistas comparten el rasgo de estar desajustados con lo que se espera de ellos.

-Toro es de los cantores que no se plantearon la carrera como una industria. Él hacía lo que sentía, era un cantor de fogón, de un talento innato.

-Es notable cuando cuenta de su infancia y cómo descubre la poesía en la voz de Magaldi, a través de otro descubrimiento: la radio.

-Yo quise homenajear a la radio, quería que estuviese muy presente, porque no considero que los medios estén para entretener sino para educar. ¡Fijate cómo lo marcó a él escuchar la radio! Me tomé de eso y me dije: acá está la mía, quiero mostrar cómo la radio te transforma.

Hay dos nombres sustanciales en el trabajo de Majul. Uno de ellos es la participación de Julián Troksberg en guión (presente también en Un pueblo hecho canción y director de Una casa sin cortinas, reciente documental sobre Isabel Perón): “A Julián lo conocí con Simón: Hijo del pueblo, sobre Simón Radowitzky, con Osvaldo Bayer; él es como mi curador, lo admiro, puede deducir lo que yo quiero contar, hago un borrador y él es quien me lo ordena”. El otro nombre es el de Daniela Toro, sobre quien Majul cuenta que “en realidad se me ocurrió preguntarle en Cosquín cómo se sentiría al estar en el mismo plano, al lado de Teresa Parodi y de Víctor Heredia. Y la verdad, fue un lindo acierto. Y qué bueno que se me ocurrió, porque a veces estas cuestiones aparecen en el montaje. Por otro lado, pensaba en cómo habrá sido, siendo hija, tener un padre músico, cuánto habrá estado de ausente. Por eso, sentí que en la película ella iba a encontrarse con ese pasado de folklorista. Y siendo un género de tantos hombres, me parecía lindo que hubiese una figura femenina. Me han criticado el final, porque ella aparece de pollera corta. ¿Y qué? Me imaginaba una especie de tanguera en el arrabal porteño, tanto como una mujer de campo. Me parece que Daniel Toro llegó a todos los estratos sociales”.

La realizadora subraya la tarea casi meteórica de Daniel Toro, habida cuenta de “su fuerza arrolladora, con la que dejó mil canciones en nueve años. Eso me llamó mucho la atención, sólo nueve años de estar en los escenarios. Es como un gran árbol, con unas raíces enormes. Me contaban de un lugar en el mundo, que es un bosque de un solo árbol, cuyas raíces ramificaron en otros. Lo pensaba en relación a Daniel, y cómo la música popular a veces vuelve, como sucedió con ‘Zamba para olvidarte’, cuando la grabó Diego Torres con Mercedes Sosa, y a partir de ahí fue redescubrir ese tema, que pasó a ser la zamba más cantada de los últimos años. Sentía que esa cosa latente de la memoria de Daniel estaba ahí”.

Entre algunos de los hallazgos de El nombrador, es inevitable reparar en la figura de Miguel Abuelo, con criolla y folklore a cuestas; porque él, tal como se lo rememora, llega al rock desde el folklore. Y con la impronta de Daniel Toro.