Al abordaje                   8 puntos

À l’abordage, Francia, 2020.

Dirección: Guillaume Brac.

Guion: G. Brac y Catherine Paillet.

Duración: 95 minutos.

Intérpretes: Éric Nantchouang, Salif Cissé, Asma Messaoudene, Édouard Sulpice, Ana Blagojevic

Estreno en Mubi.

En épocas de encierro material y figurado, de oscuridad y solipsismo, de odio y angustia, una película como Al abordaje constituye un hecho definitivamente anómalo. Luminoso en todo sentido, el cuarto largometraje de Guillaume Brac (París, 1977) es un cuento de verano en el que se viaja, se baila, se hace el amor, se prueban relaciones, las discordias se superan. Todo ello sin intensidades hormonales, sino con la plácida serenidad de una jornada campestre. Por más que narre amistades y amores tal vez pasajeros, Al abordaje no es la película de un veinteañero, es la de alguien que pasó la cuarentena y sabe que conviene no apurar el fuego. El fuego del tempo narrativo, la duración de cada plano, la alternancia de los diálogos. ¿Que el de Al abordaje es un mundo ideal? Tal vez, por qué no. ¿O acaso algún decálogo obliga al cine a pintar necesariamente lo que sucede fuera de él? ¿No suceden también los sueños, las esperanzas, el atisbo de mundos mejores que éste? Eso son Al abordaje y el documental no tan documental La isla del tesoro, también de Brac (estreno simultáneo en Mubi): mundos mejores que éste.

La tenue anécdota halla a dos amigos afrofranceses, Felix (Éric Nantchouang) y Cherif (Salif Cissé) en viaje al campo. En un baile callejero particularmente animado a orillas del Sena, Felix conoció a una chica llamada Alma (Asma Messaoudene), uno de esos encuentros en estado de gracia, en los que cada paso se prolonga en el del/la compañerx. Pasan la noche juntos en un parque (parecería no haber espacios cerrados en toda Al abordaje) y a la mañana siguiente ella comenta que debe reunirse con sus padres, que pasan las vacaciones en la zona de Auvegne-Rhône-Alpes. Felix decide ir tras ella, invitando a su amigo Cherif a hacerle compañía. Cherif dice al encargado del súper en el que trabaja primero que se abuela se murió, después que su mamá enfermó, y el encargado por supuesto le concede la semana de licencia. Se juntan con un muchacho blanco para compartir viaje y carpa, y allá van. Lo que sobreviene es, claro, un juego de seducciones, juegos amorosos, cargadas mutuas, karaoke y un chico atado a la mamá que de pronto se desata.

Está visto que a Brac le gusta el verano, o lo que el verano representa: La isla del tesoro (2018) y Contes de juillet (2017) también transcurren en esa estación. La estación del recreo, las vacaciones, el corte con el mundo “real”, los amores que no se sabe si tendrán o no continuidad. El verano no es el mundo, es un recorte del mundo, y ese recorte es el que a Brac le interesa habitar. Mucho sol y verde, montañas rocosas, un río tranquilo en el que tirarse a nadar. Nada “importante”: eso es lo importante de Al abordaje, y por lo que puede entreverse del cine de Guillaume Brac in toto. De ser así Felix sería, con su indeclinable sonrisa, el perfecto homo-Brac. No es la sonrisa de un estúpido, es la de un optimista. Tan optimista como para lanzarse detrás de la chica que acaba de conocer, sin avisar. Que sea optimista no necesariamente quiere decir que tenga éxito: la chica puede sentirse acosada por el seguimiento, y habrá que ajustar un poco los tiempos para poder volver a bailar como un orga(ni)smo único.

Verano, transparencia del aire y del relato, Cuentos de julio: ¿no trae todo ello ecos de la serie “Cuentos de las cuatro estaciones” y del cine de Eric Rohmer en su conjunto? Pues claro que sí. Más allá de algunos discípulos a la distancia, como el Richard Linklater de la serie Antes de…, Guillaume Brac es el cineasta más claramente “rohmeriano” de tiempos post Rohmer. Como el autor de Mi noche con Maud y El rayo verde, Brac da la impresión de dar a luz un mundo con vida propia, para luego sentarse a observarlo con gusto. El principio rector es “cero intrusión”: personajes libres de ataduras de guion, planos del suficiente tamaño como para que varios de ellos entren en el encuadre (el de Rohmer y el de Brac es un cine de relaciones), ritmo narrativo sin urgencias ni accidentes bruscos. Como el Drôme, Al abordaje fluye, fresca, serena y continua.