Hay un tema de Fito que dice “La puta madre que los remil parió ¿Por qué nos cuesta tanto el amor? Yo quiero ver tu risa y besar tu boca, Y sacarte el diablo de tu corazón”.

El amor sigue constituyendo uno de los temas fundamentales para el ser humano, lo escuchamos en el consultorio, entre amigues, en la familia: el amor y sus variantes. ¿Extrañamos al amor? ¿Hablamos mucho del amor, pero poco “lo hacemos andar”? Me interesa este tema de “hacer andar al amor” porque en definitiva el amor no anda, lo que anda es el deseo que se articula allí.

Y, sin embargo, todos y todas buscamos el amor ¿Buscamos al amor como concepto, como ideal? ¿En qué mundo lo buscamos? Me refiero a si esta búsqueda, parafraseando a Platón, se realiza en el mundo material (concreto) o en el mundo de las ideas (fantasías, pensamientos, imaginaciones).

La época está plagada de discursos sobre el amor y de todos modos nadie puede nombrarlo. Me refiero a que son pocos y pocas los que pueden hacer del amor un acto. Algunes porque se inhiben, otres porque se aterran o porque no toleran la ansiedad que produce encontrarse con algo similar a lo amoroso. Es que cuando se intrinca el deseo en lo amoroso lo primero que suscita es la angustia, si es que hablamos de amor.

Abanderarse en la idea del amor como un Todo, una gestalt, que colmará mis expectativas, mis malestares, mis propios puntos ciegos, y aún más, sostener que existe un ser que tenga “mi media naranja” y que si yo sé “elegir bien” a ese otre va a proveerme un estado de pura felicidad (merecimiento) es una exclusiva posición infantil, no deja de ser una ilusión. Y como dice Freud: “Las ilusiones se nos recomiendan porque ahorran sentimientos de displacer y, en lugar de estos, nos permiten gozar de satisfacciones. Entonces, tenemos que aceptar sin queja que alguna vez choquen con un fragmento de la realidad y se hagan pedazos”. (Freud, 2008, p. 282).

No sé si será que hay que aceptarlas sin queja, justamente en el trabajo analítico habrá un recorrido donde emergerá entre otras experiencias infantiles la queja, el berrinche, el capricho, aspectos típicos de lo infantil.

Retomando lo que decía Freud, nos ilusionamos para ahorrarnos displacer y satisfacernos, pero sabemos bien que como decía el Indio “la vida sin problemas es matar el tiempo a lo bobo”, quiero decir, si hacemos que la ilusión sea sostenida sistemáticamente en la vida adulta retornaremos siempre a un tiempo primario (Bebé-Otro primordial). El destino de esas ilusiones será que alguna vez choquen con la realidad y se estrolen. Son los casos donde escuchamos al sujeto diciendo “¿cómo puede ser que me haya hecho esto?”. Es que, si la ilusión taponó la falta, la falla, lo que no iba, es lógico que tiempo después ese otre me desilusione.

Podríamos decir que aquello que taponó la ilusión con su intención de ahorrarme momentáneamente el malestar y generar el placer de creer que “existe otre que pueda completarme” no entra en el mundo concreto, en la realidad. ¿Pero qué sucede una vez que ya el otre me desilusionó? Hay algunas vías posibles, en la época lo que mas escuchamos es que el vínculo termina o se diluye o se extingue. No encontramos la vuelta de amar y ser amados sin terror a que mi ego, mi narcisismo se vea afectado, lastimado, herido por el posible “desamor” (la neurosis se encarga vía el fantasma de cada quien de armar todo tipo de futurología y profecías autocumplidas). Aquí, en este preciso punto, es donde me pregunto ¿es eso el amor?

El miedo al ego herido resuena siempre a ese amor a uno mismo, puro narcisismo, no hay lazo al otre, en general este tipo de “amoríos” se observa en el caso de las fobias o ciertas neurosis donde lo que comanda al sujeto es la cobardía. Y como decía Silvio Rodriguez: “Los amores cobardes no llegan, ni a amores, ni a historias, se quedan ahí. Ni el recuerdo los puede salvar”.

La cobardía no deja de ser, según su significado, “miedo o falta de valor ante situaciones difíciles, peligrosas o que conllevan cierto riesgo”. Por eso decía, el amor es nombrado de diversas maneras en la época, pero nadie (o pocos/as) pueden nominarlo. Hacer andar al amor en las ruedas del deseo es un acto que precisa sujetos deseantes y valientes.

El amor, solo como nombre, es una nada y en tanto nada permanece vacío, como dice Pedro Aznar: “Cuando no tenía nada, deseé/ Cuando todo era ausencia, esperé/ Cuando tuve frío, temblé/ Cuando tuve coraje, llamé”. Es una de las canciones más lindas sobre el amor, porque nos habla de los afectos, (que siguen teniendo tan mala prensa, pareciera que queda mal decirle a otre “me gustas”, “me da vergüenza”, etcétera). Aznar nombra en la última estrofa al “coraje”, hay que ser valiente y corajudo/a para amar. Y más aún, para hacer andar a ese amor en la vía del deseo.

Todas las apps de citas (Tinder, Ok cupid, etcétera) pueden ser un lugar más, entre otros, para encontrarse (o desencontrarse) con otre, pero si no integramos que el amor precisa del acto, la tecnología sigue quedando siempre y continuamente añejada. Por eso extrañamos la poesía, porque puede decir en acto “amor y deseo”.

Florencia González es psicoanalista. Docente UBA. Investigadora UBACyT.