La pandemia de la covid-19 sirvió para visibilizar, entre otras cosas, que los humanos no habitan solos el planeta. De hecho, cada ser vivo hospeda, al menos, una especie de virus, y generalmente más de una. Además del Sars CoV-2 y de influenza, hay muchos otros patógenos a los que hay que prestarles atención. Las epidemias y pandemias operaron, a lo largo de la historia, para que su presencia imperceptible a ojo desnudo por fin quede expuesta. “La pandemia de gripe de 1918 fue terrible, con una enorme cantidad de muertes. En esa época, sin embargo, ni siquiera estaba muy claro qué eran los virus. Más cerca en el tiempo, la del VIH también nos acercó al conocimiento de los patógenos, pero ninguna como esta”, destaca Mario Lozano, virólogo del Conicet. En el ámbito local, la fiebre amarilla estableció la distribución sociodemográfica de CABA y empujó a la creación de uno de los cementerios más grandes de Latinoamérica, el de Chacarita. “La Ciudad fue moldeada por el virus de la fiebre amarilla y la terrible epidemia de 1871. Tenemos gripe todos los años y el recuerdo fresco de la pandemia de 2009. La sociedad tenía presente a los virus, pasa que esta vez nos tocó algo increíble con el coronavirus”, opina Juan Manuel Carballeda, investigador del Conicet en el Laboratorio de Virus Emergentes del Instituto de Microbiología Básica y Aplicada de la Universidad Nacional de Quilmes.

Un virus es un patógeno intracelular obligado, una partícula que no hace absolutamente nada y se manifiesta incapaz de multiplicarse, ya que necesita de la maquinaria celular para poder actuar. Una vez dentro de las células, se multiplica y las daña. Incluso, puede matarlas y ocasionar una posible enfermedad. “Los virus forman parte de nuestras vidas desde el día en que nacemos. Aproximadamente, el 8 por ciento del genoma humano tiene origen viral. Tenemos contacto con muchísimos virus, nos acompañan. No obstante, la pandemia de covid puso en evidencia la importancia de comprender cómo suceden las infecciones virales y cuánto puede afectar nuestra vida cotidiana una transmisión descontrolada”, apunta Carolina Torres, bioquímica e Investigadora del Conicet en el Departamento de Microbiología, Inmunología y Biotecnología (UBA). “A nivel mundial, la vigilancia se posa sobre el sudeste asiático por la posible emergencia de enfermedades respiratorias. Los virólogos estábamos convencidos de que antes que una pandemia de coronavirus, llegaría la de la influenza aviar”, recuerda.

Existen causas estructurales –que hunden sus raíces en la fase de capitalismo actual– que podrían promover el desarrollo de otras pandemias en el futuro. “Sabemos que siempre el problema subyacente son las actividades humanas. Desequilibrios ecológicos, especies silvestres que modifican sus comportamientos por nuestra culpa. Invadimos sus territorios y posibilitamos contactos que en el pasado no existían. Así se generan las chances para que patógenos que son hospedados por estas especies se propaguen hacia otras, como los humanos. Cuando los virus pasan de persona a persona hay muchas chances de que sucede una epidemia”, advierte Lozano. A continuación, algunos de los virus que están en la agenda científica mundial y a los que hay que prestarles atención.

Ébola

El ébola, detectado por primera vez en 1976, hoy resurge en África. Este virus es transmitido a través de murciélagos (también chimpancés, gorilas y monos) y se propaga entre personas, por contacto directo con órganos, sangre, secreciones, u otros líquidos corporales de individuos infectados, o bien, por contacto con materiales contaminados por dichos líquidos. A diferencia de lo que pasa con la covid-19, sin embargo, los individuos no contagian previo a la aparición de los primeros síntomas.

“Por lo general, el ébola, ha producido brotes muy limitados en número de personas pero con una mortalidad altísima. Las primeras infecciones se producían de los murciélagos hacia personas con hábitos selváticos y luego el virus se transmitía por contacto directo entre personas”, describe Lozano. Después continúa con su explicación a partir de una paradoja: su letalidad era tan alta que la gente infectada se moría y ello evitaba su transmisión a escala. “Era tan mortal que el virus terminaba con la vida de familias y no alcanzaba a propagarse. Hace pocos años, una variante del virus menos letal se propagó entre transportistas y generó una epidemia en naciones africanas y fuera del continente, en EEUU y España”. 

La cepa Zaire es la que provocó la mayor epidemia durante el bienio 2014-2016, principalmente, en Guinea, Sierra Leona y Siberia. Según la OMS, los brotes de enfermedad poseen una tasa de letalidad que promedia el 50 por ciento, aunque en algunos casos pueden alcanzar el 90 por ciento.

A principios de semana, Costa de Marfil inició su campaña de vacunación para hacer frente a un caso que surgió en Abiyán, una de las ciudades más importantes con 4 millones de habitantes. A las primeras dosis preexistentes se sumaron 5 mil más provenientes desde Guinea. Por este motivo, la OMS llamó a extremar la vigilancia epidemiológica por posibles casos sospechosos y contactos estrechos, que fueron aislados. De manera similar a lo que sucede con la covid-19, los primeros que serán inoculados pertenecen al personal de salud y las fuerzas de seguridad que custodian la frontera con Guinea, desde donde viajó la primera persona infectada, de 18 años. La nación no afrontaba ningún caso desde 1994: el último reporte había pertenecido a un científico que se contagió tras realizar una autopsia a un chimpancé.

Fiebre hemorrágica de Marburgo

Guinea, tras declararse libre de ébola dos meses atrás, afronta un brote de fiebre hemorrágica de Marburgo. Un patógeno identificado al sur del país, para el cual aún no hay vacunas ni tratamientos: el primer paciente reportado mostró síntomas el 25 de julio y una semana después falleció. La OMS, junto a las autoridades sanitarias locales, realiza un seguimiento de 150 individuos que tuvieron contacto con la persona que perdió la vida.

Se detectó por primera vez en 1967, precisamente, en la ciudad alemana de Marburgo. De acuerdo a los registros consignados por la Organización Mundial de la Salud, la tasa media de letalidad de la enfermedad oscila en torno al 50 por ciento, sin embargo, durante los últimos brotes (Angola, Kenia, la República Democrática del Congo, Sudáfrica y Uganda), estas tasas se han desplazado entre el 24 y el 88 por ciento en función de la cepa vírica. Aunque los virus de Marburgo y ébola son distintos, ambos pertenecen a la familia Filoviridae y ocasionan enfermedades con características clínicas similares. Los síntomas son fiebre elevada, cefalea y malestar, ocasionado por fuertes dolores musculares. “Tanto ébola como el Marburgo son virus muy similares, que causan fiebres hemorrágicas, que suelen tener tasas de letalidad altísimas y representan un peligro aunque nunca mostraron una dispersión tan fuerte, como quizás sí lo hicieron otros virus. En Argentina, el virus Junín ocasiona una fiebre hemorrágica de características parecidas”, compara Carballeda.

VIH

“El VIH tiene una larga historia de transmisión en África. Ha surgido de simios y afecta a las células sanguíneas del sistema inmune que intentan protegernos; precisamente, como el virus desarma nuestra respuesta inmune, es que nos cuesta tanto generar una vacuna. Los humanos que estaban en contacto directo con la cacería de estos animales comenzaron a infectarse, cuando en principio se trataba de un patógeno que tenía chances muy bajas de ser transmitido”, relata Lozano. Según la OMS, a finales de 2019, había 38 millones de personas con el VIH, por lo que aún constituye uno de los principales problemas para la salud pública mundial y ha ocasionado 33 millones de fallecimientos. En las últimas décadas, esta situación se ha modificado por el acceso a mejores estrategias de prevención, diagnóstico y tratamiento eficaces; que provocaron que las personas con el virus puedan llevar una vida larga y saludable.

Hoy en día, Janssen (Johnson & Johnson) lleva adelante ensayos en fase 3 para la producción de una vacuna capaz de prevenir la infección. El proyecto internacional es conocido como “Mosaico”, reúne a 3800 voluntarios de todo el mundo. En Argentina, la Fundación Huésped se ubica como uno de los centros que participan de la investigación. Las pruebas también se llevan a cabo en laboratorios de Brasil, España, Estados Unidos, Italia, México, Perú y Polonia. Los resultados, según se prevé, podrían estar listos en 2023 y la tecnología podría estar disponible para ser comercializada un año después. 

Esta semana, Moderna –la farmacéutica de EEUU que también desarrolló la vacuna contra covid-19 que hoy se aplica en Argentina– informó que iniciará la fase 1 de los ensayos clínicos con una plataforma vacunal de ARN mensajero. En este caso, el propósito es evaluar seguridad e inmunogenicidad en 56 personas con VIH negativo, de entre 18 y 56 años.

Otros virus que son noticia

“El virus del Nilo Occidental es transmitido por mosquitos. Hubo algunos casos en el país hace unos años; los mamíferos, en este caso, son hospedadores finales: son patógenos que circulan entre aves y mosquitos, por lo que cuando éstos contagian a una persona, la viremia (la presencia de virus en sangre) nunca alcanza como para infectar a un mosquito, entonces allí finaliza el ciclo, cuando el virus entra a un mamífero”, explica Carballeda. ¿Por qué la referencia al virus del Nilo? Porque esta semana tres mujeres residentes en Sevilla fueron reportadas como los primeros casos confirmados de 2021, tras el brote de agosto del año pasado. 

Fue aislado por primera vez en Uganda (1937), y hoy puede ser hallado en África, Europa, Medio Oriente, Norteamérica y Asia Occidental. El último brote considerable que llegó a la prensa fue por un contagiado que llegó a Nuevo York y, durante 1999, lo expandió por Estados Unidos, Canadá y Venezuela. Se trata de un patógeno que puede causar una enfermedad mortal del sistema nervioso.

El otro virus de preocupación en Argentina y en la región latinoamericana es el dengue. “Tuvimos muchísimos casos en 2019. Estamos en invierno, este es el momento para no relajarnos: el virus se encuentra en el estadio más inofensivo, por lo que si descartamos los huevos que puede haber en nuestras casas y reservorios de agua podemos afrontarlo de una buena manera”, plantea Carballeda. La clave está en actuar ahora para prevenir su infección en el verano. 

Según la Organización Panamericana de la Salud, en las Américas, cerca de 500 millones de personas están actualmente en riesgo de contraer dengue. La cifra de casos acumulados se ha incrementado durante las últimas cuatro décadas: pasó de 1.5 millones en 1980 a 16.2 en 2019. Además del dengue, también están el Zika y el Chikungunya, que se transmiten a partir de la picadura del Aedes aegypti, el mosquito vector.

La lista de amenazas es larga, pero la parálisis y el miedo no debe ser la respuesta. En contraposición a ello, la pandemia de la covid-19 puede servir para lo contrario, para promover la acción. “Creo que tenemos que estudiarlos todo lo que podamos, desde los aspectos más básicos hasta los más aplicables, vinculados a prevención y tratamiento de enfermedades. Necesitamos saber muchísimo más de los virus, su capacidad de dispersión, su evolución, porque eso también nos ayudará a prevenir nuevas pandemias. Además son los organismos más increíbles de estudiar; representan la unidad mínima evolutiva”, propone Carballeda. Y advierte Torres: “En las últimas décadas se produjo un aumento de las enfermedades emergentes a causa de virus. La urbanización de las ciudades, la ocupación de territorios antes silvestres han favorecido la emergencia de patologías infecciosas de origen zoonóticos. Tenemos que hacer algo y cambiar nuestra forma de vida”.

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