¿Qué hubiera sido de Yanina Martínez si seguía haciendo natación en el Club Echesortu de Rosario, no se sumaba al grupo de atletismo en la pista del Estadio Municipal y su camino nunca se cruzaba con el del entrenador Martín Arroyo? Imposible saberlo. Por suerte para ella, como también para el deporte argentino, la pileta desbordó de alumnos y se abrió la inscripción para atletismo. La vida de esa nena de 11 años iba a empezar a cambiar.

Yanina nació con una cuadriplejia moderada, que proviene de una parálisis cerebral y afecta a sus cuatro miembros. Recién a los cuatro años pudo caminar sin ayuda, luego de realizar tratamientos traumatológicos y dar los primeros pasos con un andador. A los 22, gracias a su triunfo en los 100 metros de Río 2016, le brindó a Argentina la única medalla de oro y escribió su nombre en la historia de los Juegos Paralímpicos. A los 27, en Tokio 2020, buscará una nueva hazaña y será la abanderada argentina.

En la ceremonia inaugural del martes 24, Martínez encabezará la delegación nacional con el judoca Fabián Ramírez y le mostrará al mundo la misma sonrisa que en Brasil. A su lado va a tener a Arroyo. Como siempre. “Me llamaron a fines de julio para avisarme que Yani había salido elegida en una votación. Se lo pregunté a ella y me contestó rapidísimo. Se puso muy contenta por el compromiso de llevar la bandera. Es un reconocimiento por tantos años de esfuerzo. Estoy esperando para que llegue ese lindo momento, escoltarla y disfrutarlo”, admite el entrenador.

A diferencia de lo que pasó en Río, la familia de Yanina en esta oportunidad lo vivirá a la distancia, pero Claudia se emocionará con otro logro de su hija y seguramente recordará aquel inicio en la pileta de Echesortu: “Quería que practicara algún deporte para que se integrara con nenes de su edad”. La situación mejoró desde que empezó a ir una vez por semana al Estadio Municipal, donde hacía distintas actividades y se divertía más que en el agua. A cargo de los chicos con discapacidad estaba un estudiante de Educación Física de apenas 21 años. Era Arroyo.

“La primera imagen que tengo de Yani es la de una nena, chiquita y tímida. Entre esos 30 chicos pasaba inadvertida. Todavía la veo esperando su turno para la carrera con conos en el pasto. Todo era un juego en ese momento. Hizo falta un largo tiempo para generar su confianza, que se soltara y que me hablara”, explica Martín. Algo especial notó en ella, porque la incorporó a un grupo con cuatro chicos y comenzó con trabajos de forma más seria. De a poco se notaron avances en la motricidad fina, la postura y el equilibrio. Hasta que decidieron participar en competencias para mostrar lo que habían progresado durante el año.

Su debut en el atletismo se produjo en los Juegos Evita de 2007. En 2008, participó de nuevo y logró la victoria. En 2009 la seleccionaron para representar al país en los Parapanamericanos Juveniles de Bogotá, donde conquistó la medalla de oro en los 200 metros y también sumó una de plata en los 100, llamando la atención por su rendimiento. La nena de Rosario se había convertido en protagonista de la categoría T36, reservada para atletas de pista (la T corresponde a Track) que compiten de pie, con parálisis cerebral y deterioro en su coordinación.

“Cuando empezamos a viajar a Buenos Aires a mostrar lo que hacíamos, no sabíamos que había un movimiento paralímpico y no teníamos idea de lo que se venía para ella. El click se dio en 2011, cuando volvió de México y ganó una carrera en Santa Fe. Vi que estaba para algo importante en los Juegos Paralímpicos”, apunta Arroyo sobre los Parapanamericanos de Guadalajara, en los que consiguió las primeras alegrías en mayores y regresó con dos medallas de plata en su valija.

En Londres 2012, sus primeros Juegos Paralímpicos, compitió con 18 años y llegó tercera en los 200. Pero le sacaron la medalla de bronce: fue descalificada por obstruir rivales en la carrera. Ese golpe no iba a frenar su marcha. Arroyo aumentó la intensidad del trabajo y Martínez se superó a sí misma en cada jornada. En el Mundial de Francia 2013 terminó cuarta en sus dos pruebas y en los Parapanamericanos de Toronto 2015 se adueñó de las dos de oro. También en 2015, en el Mundial de Doha, se llevó la de plata en los 100 y sacó una de bronce en los 200. Estaba lista para los Juegos de Río.

El 9 de septiembre de 2016, en la presentación de la final de los 100 metros, le enseñó su sonrisa a la cámara y dibujó un corazón con las manos. Esos gestos de felicidad se repetirían 14s46 más tarde, al cruzar la meta y ganar el oro. “Estoy muy contenta. Se lo dedico a mi entrenador Martín y le mando un beso a Argentina”, dijo luego de subir a lo más alto del podio. Los últimos oros del país habían sido en Atlanta 1996, con Betina Basualdo (natación) y Néstor Suárez (atletismo). Yanina cortaba una racha de dos décadas. Cuatro días después, fue cuarta en los 200, a ocho centésimas del bronce y con la sonrisa de siempre.

Los torneos siguientes reflejaron su crecimiento. En el Mundial de Londres 2017, finalizó segunda en los 100 y repitió ubicación en los 200, siendo únicamente superada por la china Shi Yiting. En el de Dubai 2019, conquistó otra de plata en los 100 y se llevó una de bronce en los 200. En ese 2019 había conseguido un nuevo doblete en los Parapanamericanos de Lima para calentar motores camino a Tokio 2020. Pero los Juegos se postergaron un año por el coronavirus, durante un par de meses entrenó en su casa y sufrió la inactividad como todos los deportistas.

Antes del viaje a Japón hizo una escala en Países Bajos para completar la puesta a punto. Con ella fue Brian Impellizzeri, esperanza de medalla en el salto en largo de la categoría T37, también de Rosario y entrenado por Arroyo. Martínez se enfoca en sus dos pruebas. Primero competirá en los 200 metros, que arrancarán el 28 con las series y el 29 tendrán su final. Los 100 van a desarrollarse el 1° de septiembre, con las series a la mañana y la final por la noche.

Al margen de lo que pase con Yanina en Tokio, el deporte transformó su vida y no solo la ayudó en su integración. “Con el atletismo, ella es feliz y la pasa bárbaro. Corre y se ríe”, cuenta la mamá. Además del lógico desarrollo físico por el alto rendimiento, logró mayor independencia y superó distintos obstáculos, como el de armar su bolso en la previa de cada torneo. También avanzó a nivel intelectual y progresó notoriamente en el habla, pero le alcanza una palabra para describir lo que siente cuando corre: “Felicidad”.