Silvana Aguirre llega en auto y de mala gana a una torre de Puerto Norte, una de las zonas más lujosas de Rosario que está tan cerca del río Paraná como de un asentamiento. No le ve el sentido a estar ahí y detesta perder el tiempo. Puede tratarse de un robo, pero una de las testigos pide hablar con ella para denunciar violencia de género. Aguirre sabe que tiene que lidiar con policías ineptos, corruptos y machistas. Sabe también que una vez más el caso la elige y que no puede evitar su destino: dejar la vida en él.

Angélica, una hermosa mujer del norte del país, le explica que su esposo, un poderoso abogado, la tiene secuestrada en su propia casa. Ella escucha, anota, se ocupa de protegerla. Después de tomar las declaraciones, ve en su celular que tiene una docena de llamadas perdidas de Ulises Herrera, su compañero. Al sur de la ciudad mataron a un hombre y el cuerpo tiene marcas mafiosas. La pareja del muerto dice haberlo matado, pero su madre adoptiva, una curandera, está segura de que su hija no es la culpable. Cuentan con un único testigo: un perro llamado Pajarito. Aguirre entiende que es un caso que le corresponde a Delitos Especiales, un departamento creado para combatir el narcotráfico en la provincia, pero meses atrás el mismo jefe del departamento fue señalado como un eslabón importante en la venta de drogas, así que decide no comunicarlo y avanzar en una investigación por su cuenta. Y todo esto, antes del almuerzo.

Silvana Aguirre trabaja en la Dirección de Análisis Criminal de Santa Fe. Es lesbiana, mal llevada, intransigente y también, a su manera, adorable. Su ladero es Ulises Herrera, un enamorado de la vida que cuando no está trabajando sin parar, se la pasa haciendo cursos de todo tipo e intentando que Aguirre tenga una vida social. Son los protagonistas de Pobres corazones, la primera novela de Melina Torres. Se trata de una dupla que Torres ya presentó en los cuentos que integran Ninfas de otro mundo, publicado en 2016 por Iván Rosado, en la que resuelven femicidios y travesticidios en territorios litoraleños. Pobres corazones los ubica en una Rosario actual, en la que durante dos semanas intentan resolver dos casos, con todo en contra. Una escritura signada en el horror cotidiano que Fito Páez narró en su disco de 1987.

Cuando Torres escribió por primera vez el personaje de Silvana Aguirre sintió que ya estaba escrita. “Ella es una persona que conozco muchísimo porque siento que me está hablando todo el tiempo al oído: cuando camino, cuando busco a mis hijes por la escuela, pero después no tengo nada que ver con ella, de hecho creo que no le caería bien”, explica entre risas. “Hay una frase de Carl Jung que abre un libro de Elroy que me encanta: Lo que no se trae a la memoria viene a nosotros como destino. Creo que Aguirre era algo que tenía que traer, después no sé más”.

Melina Torres nació en 1976 en Santa Fe y vive en Rosario. Estudió y se recibió en la carrera de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Rosario y hoy colabora para distintos medios locales. Lectora de sagas policiales, Torres ama que los personajes se vuelvan familiares. Verlos crecer, conocer sus amores y desamores, sus encantos. También disfruta del mundo privado que proponen las heroínas de series como The Fall o The Killing.

La novela se concentra en la aventura física de Aguirre, en su obsesión por la justicia, pero también echa luz y sombra sobre los personajes secundarios, dándoles relieve y profundidad. “Todo el mundo en algún momento ama y fue amado, y yo quería regalarles esos momentos a todos, más allá de lo que hayan hecho”, dice Torres, quien narra las historias de víctimas y victimarios sin juzgamientos.

Pobres corazones enlaza las historias en una ciudad joven que fue promesa en el siglo XX y que comienza el siglo XXI pendulando entre la gentrificación y la desigualdad. Y Torres tiñe ese escenario de desesperanza: “Los baldíos de antes y las grandes extensiones de verde habían sido reemplazados por bloques de cemento o asentamientos urbanos donde generaciones enteras se hacinaban sin desprenderse de ese instinto que hace que cada mañana pueda ser una nueva oportunidad”, describe Torres,

La autora ubica los acontecimientos en 2017 y cruza escenarios y situaciones basadas en hechos reales. Uno de esos escenarios toma lo que pasó en Rosario entre mayo y agosto de 2018, donde hubo diez balaceras contra edificios relacionados con funcionarios judiciales y policiales que de alguna manera habían participado de la investigación y juicio a los principales miembros de la banda Los Monos, del barrio Las Flores. El recorrido que hace Aguirre de esta ciudad partida, el lugar que ocupa en su vida, es una de las claves de Pobres corazones. No se trata de hablar de la pobreza o del avance de la especulación inmobiliaria, a Aguirre le duele esta Rosario violenta en sus maneras y problemáticas, siente la impostergable responsabilidad de responder a las madres de los muertos en balaceras, a las mujeres olvidadas por el Estado. Además, es testigo del cierre sistemático de bodegones tradicionales reemplazados por cervecerías artesanales.

El ritmo de la novela es vertiginoso: no hay tiempo. Aguirre y Herrera se la pasan comiendo y haciendo chistes en el afán de conseguir su cometido pero también intentando combatir su propia ansiedad. Torres traza una trama hecha de pequeños escapes de la realidad, un poco de distensión y muchos hidratos. En Pobres corazones se habla mucho, se come más y se duerme poco.

El contorno de Pobres corazones se lo da la forma de Silvana Aguirre, jefa de la trama. En ella, Torres deposita una perspectiva sobre el trabajo, prioriza el cuidado, ejerce una ética feminista. Abre al mundo de una mujer compleja e imperfecta. “Aguirre vio que una enfermera le hablaba pero no pudo distinguir lo que le decía. Junto con eso vino todo lo demás: Angélica y la música sin muertes absurdas, sin injusticias, sin las balaceras, los rostros de madres con hijos muertos por un enfrentamiento de bandas narcos. La soledad en la cama, el desvelo a la madrugada, la cargada de sus compañeros por la espalda. Eso era su vida, lo otro era un sueño”, escribe Torres sobre la heroína en cuestión. Aguirre es eso y mucho más. Inspirada por quienes le enseñan un apego real con la vida, loca por los perros, por el fútbol, por la comida, maneja por una Rosario gentrificada mientras suena "Verano traidor", con Herrera a su lado. A medida que avanza, se borra todo indicio de la ciudad que amó. Espera que cada día sea un poco más fácil que el anterior. Y que River quede puntero.