A fines del siglo XIX, la caída de los Estados Pontificios, en el marco de la secularización que atravesaba la incipiente sociedad global, parecía vaticinar que la Iglesia Católica quedaría relegada a la condición de pieza de museo. Pocas décadas hubo entre este cuadro desfavorable y el reposicionamiento de la institución como un poder global, religioso y político que supo montarse sobre las lógicas de la modernidad aun enarbolando un discurso que apuntaba a socavarla. En el medio, Diego Mauro y los autores de las investigaciones que componen Devociones Marianas sitúan al culto a la Virgen María como fundamental para entender la supervivencia del catolicismo contemporáneo.

Con vectores cruzados, que apuntan a lo global y a lo local en simultáneo, y constituidas como significantes abiertos en los que cabe desde la Teología de la liberación hasta la “Virgen generala”, militarizada y conservadora, las distintas expresiones de dicha devoción son una hoja de ruta para entender las intersecciones entre religión, política y pueblo.

El libro, coordinado por Mauro, busca sintetizar este “poliédrico fenómeno religioso” y reúne investigaciones transdisciplinarias surgidas en el Observatorio de Culturas Religiosas de la Universidad de Rosario (UNR), un espacio que busca funcionar como “correa de transmisión entre los debates que hay en la Academia y el debate público sobre la religión”, contó el historiador al Suplemento Universidad.

¿Cómo surge el proyecto del libro?

— Por un lado había una faltante de un libro que tratara de reunir los trabajos que se vienen haciendo sobre devociones marianas. Pretende ser una síntesis sobre ese tema que influye en la vida de millones de personas. El proyecto no está enmarcado en una investigación específica, sino que fue el resultado de las interrelaciones que se vienen tejiendo en congresos y en redes, en el marco del Observatorio de Culturas Religiosas y demás organismos. Empecé a contactar a algunos de los colegas, a comentarles la idea y a conversar con ellos. Hubo buena predisposición para avanzar en el libro, que es uno de los tantos proyectos de cuarentena, pensado a principios del año pasado. Tiene dos objetivos principales. Por un lado, ofrecer una síntesis amigable para un lector no especializado: las cuestiones más teóricas están condensadas en la introducción; después, los capítulos son autónomos. Se pueden leer por separado y se centran cada uno en una devoción a partir de algunos de los santuarios del país. Y por otro lado está la idea de combinar diferentes perspectivas; esto de la interdisciplinariedad es algo que siempre se proclama y se considera deseable, pero no siempre se logra. En el libro tratamos de hacerlo.

¿De qué se ocupa el Observatorio de Culturas Religiosas?

— La Universidad de Rosario cuenta con una Usina de Datos. Ahí se produce información estadística sobre la región. La idea fue crear una especie de red de observatorios que se complementaran con ese trabajo. Lo que nos movió a crear este espacio fue la preocupación por funcionar como una correa de transmisión entre los debates que hay en la Academia y el debate público sobre la religión. Ese es el lugar en el que el observatorio trata de intervenir. Sobre todo para poder ofrecer al mundo periodístico una mirada traducida de todas estas discusiones; información comprensible y capaz de desarmar algunos de los clichés que siempre se encuentran en la prensa.

¿Por qué es tan importante el estudio del culto a la Virgen?

— El tema de las devociones me parece muy interesante para entender algunas de las lógicas que hacen al mundo católico. Todos hemos escuchado alguna vez esta pregunta: ¿cómo la Iglesia Católica se reinventa para sobrevivir con el paso del tiempo? Me parece que en las devociones marianas hay algunas claves para entender este fenómeno. Esta es una de las conclusiones generales que uno puede sacar del libro. En la devoción mariana, no sólo hay una marca de distinción de lo católico respecto de lo no católico, sino que dentro del catolicismo, las devociones marianas sintetizan y metabolizan muy bien las dinámicas entre lo local y lo global que caracterizan a esta Iglesia: la virgen es una sola, una marca de distinción católica global -una marca en el sentido comunicacional del término- y al mismo tiempo es una figura que se reinventa en cada espacio al conectarse con las necesidades sociales, económicas y culturales de cada realidad. Y esto le da al catolicismo una enorme fuerza, porque los cultos marianos generan una lógica global al tiempo en que producen una dinámica particular. Me parece que esta especie de gramática identitaria del mundo católico se entiende muy bien si uno mira las devociones marianas.

"Las devociones marianas le dan (a la Iglesia Católica) la capacidad de metabolizar una identidad global universal con diferentes fenómenos locales y movilizar a mucha gente”.

¿Cuáles son los aportes de estas devociones que suman a esa reinvención?

— A principios de siglo XX la Iglesia logra actualizar su lógica para dejar de pensarse como un Estado más en el concierto de las naciones europeas y empieza a pensarse como un poder global, religioso y político. Y en esa transformación, que surge de la derrota militar de los Estados Pontificios, las devociones marianas son muy importantes. Le dan la capacidad de metabolizar una identidad global universal con diferentes fenómenos locales y movilizar a mucha gente. En un siglo en que aparece la democracia de masas, tener la posibilidad de congregar a mucha gente en el espacio público otorga a la iglesia una nueva dimensión política.

¿Eso no convierte a la Virgen en un terreno de disputa desde lo político?

— Cuando uno habla de lo católico, habla de un campo en que diferentes actores disputan el sentido de esa religión. Es un terreno donde hay muchos sectores con ideologías políticas, económicas, sociales y espirituales distintas que compiten y disputan todo el tiempo qué es ser católico. Ahí adentro las devociones marianas son una especie de caja de resonancia de todo eso. En los 70 estaba, por ejemplo, el sacerdote Tortolo, una figura muy oscura de la historia argentina, coronando en 1973 a la Virgen del Carmen con un modelo muy militar, muy verticalista. Un modelo devocional que el historiador Cayetano Bruno llama “La virgen generala”. Mientras por otro lado, el impacto de la Teología del pueblo y la idea de que había que recuperar la cultura popular convertían a las devociones marianas en un terreno al que llegaban las reivindicaciones sociales. Ya no se le pide a la Virgen que sane una enfermedad, sino que evite un desalojo, que lleve cloacas al barrio e incluso que genere la liberación nacional.