Una cuica es un instrumento de percusión tan particular que, en vez de golpear su parche, se debe tirar de él. Se trata de un pequeño tambor que se toca con una mano dentro, como si fuese un títere, utilizando un palo o una cuerda. Se cree que viene de África, donde se dice incluso que era utilizado por cazadores para atraer leones, pero lo que sí se sabe es que desde comienzos del siglo pasado se convirtió en parte esencial del samba brasilero. Es un instrumento esencialmente rítmico, así que nadie espera que en él se puedan tocar notas, acordes, o alguna melodía. Con 70 años recién cumplidos, el cantante, compositor y multinstrumentista carioca Índio da Cuíca realiza con maestría todo eso que nadie espera de semejante instrumento –y mucho, mucho más– en su demoradísimo debut discográfico, Malandro 5 estrelas. Se trata de un milagro hecho posible por el sello independiente QTV, que reúne a lo mejor de la escena alternativa y experimental de Río de Janeiro, puesto al servicio de cumplir el sueño de toda la vida de un auténtico personaje de la música de la ciudad, pero que después de más de medio siglo de carrera aún se debía un disco con su nombre bien grande en la portada.

Nacido bajo el nombre de Francisco Tabares Machado entre los campos de bambú del Morro de Borel, al norte de Río, Índio comenzó a tocar instrumentos de percusión desde muy pequeño. Su padre tocaba cavaquinho y fue uno de los fundadores de Unidos da Tijuca, una famosa escola do samba de la zona. Pero a los doce años desfiló con otra, Imperio da Tijuca, tocando la pandereta. Se ganó un premio que no pudo recibir, porque por su corta edad debió haber sido autorizado para participar por un juez de menores. “Así que no quise salir nunca más”, le explicó al periodista Silvio Essinger, del diario O Globo. “Me di cuenta que eso no era para mi, porque mi mundo era el escenario”. Y más bien que lo fue: con sus saltos, coreografías y malabarismos con la pandereta y habilidades con la cuica se convirtió rápidamente en un fenómeno de la noche carioca. Primero en locales de Copacabana, luego en la televisión, y por último saliendo de gira, ya sea acompañando a cantantes como María Creuza, Alcione o Roberto Carlos, o como parte de varias compañías artísticas que durante décadas pasearon toda clase de artistas brasileros por el mundo. Un repaso por sus redes sociales permite deslumbrarse con muchos testimonios, ya sea de sus años viviendo en Europa como de todas sus habilidades, llegando a la cumbre de tocar el himno brasileño sólo con su cuica. Hay que decirlo otra vez: se supone que con una cuica no es posible hacer eso.

“Pero Índio la pone en otro sitio, convirtiéndola en solista a la máxima potencia. Digita su instrumento, lo toca como si tuviese teclas, algo para lo que no fue hecho. Y explora con gusto esa paradoja”, explica Paulinho Bicolor, uno de los responsables de Malandro 5 estrelas. Maestro de música, bachiller de ciencias sociales y –mucho más importante– intérprete de cavaquinho primero y cuica después, hoy tan dedicado a este último que es responsable de un site específico, bautizado Cuiqueros, Paulinho debió encontrarse dos veces con el mago de su instrumento de cabecera antes de pensar en trabajar con él. Lo descubrió primero como parte de la Orquesta de Solistas de Río, cuando ya había abandonado las giras. Y recién años después, en un encuentro callejero ocasional, supo de su sueño discográfico pendiente.

Índio da Cuíca con Brasil Ritmo, en 1972

Es verdad que Índio ya había grabado en los discos de los artistas con los que supo tocar en vivo, y hasta se lo puede ver al medio y adelante en la foto colectiva que ilustra la portada de Balança povo, álbum firmado por su grupo Brasil Ritmo, editado en 1972 por el sello Som Livre y hoy pieza buscada por coleccionistas. Pero en los últimos años de su larga carrera supo ir reuniendo composiciones propias e ideas musicales que, para cuando se encontró en la calle con el entusiasta Paulinho, pensaba que ya no iba a poder grabar: sus habilidades instrumentales eran a esa altura tan poco requeridas que se ganaba la vida pintando casas, un trabajo que aprendió en los Estados Unidos, durante uno de sus tantos viajes. Codo a codo en la producción musical con Gabriel de Aquino, ganador de un Grammy por un trabajo de rescate similar con el sambista octagenario Martinho da Vila, y con la participación en la consola de Renato Godoy, uno de los fundadores del sello, Paulinho se tomó una década antes de poder registrar –en apenas cuatro jornadas de enero del año pasado, justo antes de la pandemia– la decena de temas que Indio da Cuica había reservado para ese momento. Acompañado por un pequeño grupo de músicos extraordinarios, grabando todos al mismo tiempo en la sala, el resultado es una gema atemporal: apenas media hora de música que replica el sonido de los discos clásicos de samba de los años 50 o 60. Un repertorio en el que cabe todo, desde un calango psicodélico (“Stribinaite camufraite oraite”) a un tema instrumental (“Brincando em re maior”) que el propio Índio interpreta deliciosamente en guitarra, pasando por un epílogo funk bien contemporáneo (“Baile do bambu”), un cántico afro (“Medley de Ogum”) o un delicioso tema de apertura (“A cuica chora”) en el que la cuica realmente llora y todas las posibilidades del disco se abren como una flor exquisita.

Con Shirley (Foto: Alfredo Alves)

Malandro 5 estrelas se inscribe en una larga tradición de tardíos debuts discográficos que –de Cartola en adelante– han rescatado capítulos perdidos de la historia de la musica popular local, y en su corazón anidan dos canciones que instantáneamente califican como clásicos atemporales: una contagiosa capoeira bautizada “Jogo de malandro”, y un bolero llamado “Shirley”, como la pareja del autor durante 35 años, una bailarina que lo acompañó durante muchos de sus viajes por el mundo y que es la autora del retrato que ilustra la portada. Pero lo más admirable del disco –inesperado candidato a ser uno de los mejores del año dentro de la música brasilera– es que la endiablada habilidad que Índio da Cuíca demuestra de punta a punta con su instrumento jamás se desperdicia en virtuosismos, sino que siempre comunica, canta y emociona. Y el mejor ejemplo se puede escuchar en la increíble “Melódica”, tres minutos sólo de cuica que equivalen a una banda entera, con todos sus instrumentos, cantante incluido.