Carne de consumo personal es una obra documental, un encuentro con Jorge Thefs: actor, bailarín, cantante, performer, dramaturgo, director, docente y terapeuta nacido y criado en la Patagonia. Un unipersonal de intimidad gorda y sincera y contundencia cuir en Nun Teatro, uno de los teatros más amigables de la ciudad, los viernes de septiembre.

Mientras escribo esto peso 130 kilos y pienso en la frase de la obra de Jorge: no se si valgo más viva o muerta. En una oración me doy cuenta de que cada vez que alguien no ve más que prejuicios cuando me mira además ve un valor, una medida vacía que ocupa un espacio enfermo, peligroso. Viva soy una bomba a punto de explotar. Jorge se compara con un cacho de carne, una carne que viva parece no interesarle a nadie salvo para patologizarla o adjetivarla con decenas de comparaciones humillantes, una carne que por suerte si le interesa a él, que no hace otra cosa que amar su cuerpo lo más intensamente que puede. Jorge es seguro, sabe pisar las tablas con firmeza y tambien con humildad. Valiente corre despojado de miedos hacia la montaña. Nos cuenta sobre su infancia, sus xadres, la vez que se encontró con la muerte, la primera vez que se encontró con el sexo, la vez que se encontró con el amor, la vez que vio como sus familiares mataban a un animal y todas esas imágenes que no se borran y nos acompañan en el cuerpo.

Esas imágenes que se van haciendo carne, músculo, grasa, sangre. Cuando la cosa se pone muy seria, sonríe. Cuando el relato se pone muy duro, se come un sanguchito. Cuando el show está por estallar, nos inunda la oscuridad para hacernos reflexionar.

Jorge dice ‘Hay una docena de preguntas que me hice y todavía no respondí. Uno: ¿Cuántas fotos entran en 428 GB? Dos: ¿Cuántos VHS entran en un disco externo? Tres: ¿Cómo puedo organizar la información que soy? Cuatro: ¿Cuántas vidas pasadas tengo? Cinco: ¿Cuántos amigues perdí? Seis: ¿Dónde están las cosas que perdí entre los 4 y los 24, incluidas mi virginidad y dignidad? Siete: ¿A dónde meto mi poesía despechada? Ocho: ¿es mi cuerpo útil después de muerto? Nueve: ¿cuántas veces mentí diciendo que me había querido suicidar? Diez: ¿Mis nudes de antes de los 18, son acaso pornografía? Once: ¿podremos vivir en un disco rígido?

Jorge no es tonto, sabe que puede callar a la gilada comparándose con una media res, el mismo se asume amante de las milanesas y listo el pollo. Le apena un poco no poder asumirse vegano aunque sí está en contra del maltrato animal. Se siente hipócrita y hace una mueca socarrona. Ya nos cautivó, sabe que nadie del otro lado podrá darle alguna lección sobre quien debería ser y cómo: él es un gordo marica con una elongación de bailarina del Colón que puede hacer una secuencia coreográfica con la gracia de reina pop o la precisión de una doncella contemporánea. También puede convertirse en una cabaretera y ponerse un tocado con piedras de fantasía y plumas para cantar un tango

escrito por él mismo dedicado a un chabón alemán que algunas personas creen que nunca existió: porque las personas creen que a lxs gordxs nos maltratan pero no que nos aman, es más verosímil lo segundo que lo primero. Me huele a eurocentrismo, clasismo, gordxodio y homoodio. Y esto no es cuestión paki nomás, atentis.

Jorge Thefs tiene 24 años de artista y vale su peso en carisma. El se desnuda y alegre nos muestra sus curvas sensuales sin titubear, entonces, nos hace emocionar hasta las lágrimas. Recibimos mimos en la mente repleta de imágenes repetidas, de hegemonías rancias, de propaganda chata. Todo a nuestro alrededor se vuelve ondulado, como una montaña rusa de plush púrpura con purpurina. Nos da la mano y nos deja pensar sobre nuestro propio devenir y las cositas que guarda nuestra propia existencia, y es en ese momento que comprendemos que esta obra nos llena la piel de preguntas y eso es fantástico.