--¡Volvió!--, grita Osvaldo cuando me ve entrar. Ya creía que no iba a venir más a este barsucho de morondanga. Yo a usted le tengo picado el boleto, viene acá cuando anda pato, porque el feca es más toraba que en el bar de la otra cuadra. Siempre cae después del día veinte, y con cara de cirulaxia. La debe amarrocar para patinarla en vicios mayores.

--Epa Osvaldo, no me reciba de esa manera, si no supiera que es un cascarrabia me piraba ya mismo de este bar de morondanga, como usted mismo lo definió recién.

--¡¿Quiere que le diga la verdad, jefe?! A los políticos le doy poca bolilla. El Beto, mi hijo, me reta, porque él y Luciana, su novia, se pasan horas discutiendo paparruchadas. Aunque soy yo el que les tengo que explicar alguno de los términos que usan sus ídolos. Antes era Cristina, que ya había dicho cuchuflito, pindonga, machirulo y ahora morondanga. Y hace poco se le sumó Alberto, que tiró eso de picar el boleto. Hace años que no lo escuchaba y me luzco con los pibes. Les expliqué que quería decir cada término y quedé como un duque. En eso de las palabras antiguas yo soy un kilo y dos pancitos. Ellos las adoptan después que las dicen en los discursos y ahora no se les cae el “machirulo” de la boca. Casi no le puedo reprochar nada a Olga, mi señora, porque se me vienen al humo: “papá no seas machirulo”. Ahí mismo tengo que fermer la bouche.

El Beto es otro pibe desde que conoció a Luciana, tiene un metejón que se la voglio dire. Antes de lo único que hablaba era de fútbol y de autos, sus dos pasiones, pero desde que tuvo que cerrar el yerta por la pandemia, de los voituré no quiere ni acordarse. Y a San Lorenzo ya no lo sigue como antes. Se dedica más a acompañar a su filo por los locales y a organizar mitines.

Mi señora se prende seguido, y yo los carpeteo , pero con tal de tener cerca a los chicos soy capaz de unirme al “proyecto nacional y popular”, como dice Luciana, y hasta de salir a pegar carteles con ellos. Total, para lo que hay que ver con los “Cuervos”, nada más que las trifulcas con los hermanos Romero y derrotas, derrotas y más derrotas. Con Davobe o Paolo Montero, se igual. Nos comemos tres o cuatro pepinos demasiado seguido

A Osvaldo lo reclaman desde otras mesas, pero se hace el fesa y continúa como si nada.

--Si, si ya sé que me están llamando. Los clientes de este barsucho no admiten que un garzón parlotee con los amigos. Yo nací para coiffeur, asi que en cualquier momento planto bandera y arrivederchi Roma. Si te he visto no me acuerdo.

--Osvaldo querido me parece que usted está chitrulo, a esta edad cambiar de oficio no es moco de pavo. Además, peluquero no es para cualquiera, y yo no le veo a usted uñas para guitarrero.

--Que no se le haga el campo oregáno con sus opiniones. Yo no le dí vela en este entierro. Sus palabras me importan un belín , y ya bien sé que ser coiffeur no es soplar y hacer botellas, pero así como lo ve, este mozo hace rato que se viene preparando. Cocodrilo que se duerme es cartera, y con el bar cerrado meses por la pandemia, tuve que pensar en “reinventarme”. Asi que hice un curso acelerado con Olga, que la sabe lunga y me enseñó las mañas del oficio.

--Disculpe Osvaldo, no sabía que su señora era peluquera.

--Por eso, asi que finishela, no sea zanguango y escuche que le cuento.

--Es evidente que a Osvaldo no le importan los reclamos de los otros parroquianos, que empiezan a quejarse cada vez en voz mas alta.

--Que berreen jefe, que berren, yo hasta que no termine no los atiendo y sanseacabó. Si no les gusta que se ahuequen, ya me van a extrañar cuando cambie la bandeja por el peine y la tijera: “No me peguen, soy Giordano”. ¡Que plato! ¿Se acuerda de esa frase célebre del estilista más chamuyador del Universo? El Beto se sulfura cuando se lo nombro porque Giordano es macrista, y eso para él es imperdonable. Asi que le sigo contando:

--Mi pibe, Luciana, y otra pareja de “compañeros de militancia”, dicen ellos, van a abrir una Barbería, como se llaman ahora. Ya tienen local en Lanús. Al Beto lo conocen todos en el barrio, asi que pone primera en la pole position.

--Osvaldo, el Beto es un gran mecánico, ¿pero también entiende de cortes, navajas, y champúes?

--No, ¡que va a entender!, el Beto está para el burro de arranque, las patonas y las bujías, así que va a ser como guitarrero correntino, que acompaña pero no toca. Luciana va a ser la bartender, o sea que va a preparar los tragos. Usted que es don sabiondo debe saber que las barberías vienen con barra de drinkis, disc jockey, luces y clima de bambolla. Los pibes ahora en vez de ir a un bar van a la Barbería, y de ahí le salió el nombre al Beto. El local se va a llamar “Bar Bería”. O sea que al final este mozo va a estar en su ambiente, con bandeja o con tijeras, pero poniéndole el hombro a su hijo que no es ningún chapucero y que nunca se quedó desculando hormigas.

--Qué quiere que le diga Osvaldo, con el Beto y Luciana todo bien, pero a usted no lo veo en la Bar Bería, mejor quédese sólo con el Bar, y olvídese de la Bería.

--Usted me la baja jefe,¡ tíreme una buena que vuelve!. Pero le voy avisando, si un día entra y no me ve, vaya a Lanús que Osvaldo lo estará esperando. Además ¿vio los cortes actuales? A los jugadores de fútbol es imposible reconocerlos. Antes eran las melenas de Marito Kempes, del Ratón Ayala, de Juampi Sorín, Redondo, Luque o el pibe Valderrama. Esas porras al viento a las que había que cuidar y mantener prolijas. Ahora todos se pelan alrededor de las orejas y se dejan un poquito de pelo arriba. Asi cualquiera puede ser Giordano. Son cortes de morondanga jefe, por eso yo siempre lo aliento al pibe: “Beto, tranquilo, poné orden en lo que tengas que poner, no te pongas nervioso, no te enojes y metele para adelante”, le digo, y se muere de risa. Además, los aconsejo a él y a Luciana que le hagan caso a la Tolosa Paz, que es su candidata, y ¡garchen mucho, porque este mozo también se muere de ganas de ser abuelo!