El partido de fútbol más importante que Sudamérica tiene para lucir ante el mundo iba a jugarse con un contexto extraño de antemano: un domingo por la tarde y, aunque habitual en tiempos de Covid-19, con un ínfimo puñado de público presente, solo 1500 invitados especiales. Pero el escenario del clásico sudamericano más esperado, quizá el más atractivo del mundo, potenciado exponencialmente tras el Maracanazo que le dio a Argentina la Copa América y un título después de 28 años ni más ni menos que en tierras brasileñas, siempre será una vidriera significativa. Lo que sucedió este domingo en el Arena Corinthians de San Pablo, sin embargo, fue que el estadio no fue esta vez globalizada vidriera para un partido de fútbol, sino para algo más. Principalmente, por una razón: no hubo fútbol. El partido que la Selección que conduce Lionel Scaloni debía disputar ante Brasil por la sexta fecha pendiente de las Eliminatorias Sudamericanas, como es sabido, se suspendió en medio de una escena de tintes dramáticos y espectaculares: personajes desconocidos discutiendo con figuras del fútbol mundial sobre el verde césped, fantasmas de jugadores deportados, presuntas declaraciones juradas falsas, cinco minutos de fútbol y más de tres horas de incertidumbre del plantel que ganó la última Copa América, una delegación extranjera en el Brasil gobernado por Jair Bolsonaro.

Scaloni había puesto en cancha al mismo equipo que ganó la última Copa América en el Maracaná, ese certamen polémico desde su origen y de frutos malditos en su final para el Brasil de Bolsonaro, que abrazó su realización ni bien supo que Argentina y Colombia no alojarían el torneo en unos tiempos especialmente duros de la pandemia para la región.

Lautaro Martínez había ganado una pelota a pura presión y el “Cuti” Romero le había quitado limpiamente la bola a Neymar. Esas dos jugadas y no mucho más fueron lo que se pudo ver de Argentina antes de que bajara el telón del fútbol. El partido, visto con la lejanía de unas horas, no fue más que un entremés, un entreacto, de un juego más grande y complejo, todavía confuso e indescifrable, y de múltiples actores.

Las causas de lo que sucedió en el Arena Corinthians se envuelven en una nebulosa de informaciones cuyos actores involucrados no se han encargado aún de detallar con claridad. No se comprende por qué la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria de Brasil (Anvisa) esperó hasta iniciado el partido para interrumpirlo y llevarse a los cuatro futbolistas argentinos (que estaban desde el viernes en su territorio), a quienes había denunciado por aparentemente violar las normas migratorias relacionadas con la pandemia de coronavirus, cuando según el ente ingresaron al país "infringiendo las normas sanitarias" al "declarar supuestamente, en un formulario oficial de la autoridad sanitaria brasileña, informaciones falsas", respecto de su estadía en los últimos 14 días en el Reino Unido. Tampoco la AFA se ha expresado explícitamente sobre la cuestión de tales acusaciones a sus jugadores, aun cuando su presidente Claudio “Chiqui” Tapia aseguró que “acá no se puede hablar de ninguna mentira porque hay una legislación sanitaria bajo la cual se juegan todos los torneos sudamericanos” y recordó que “las autoridades sanitarias de cada país aprobaron un protocolo que venimos cumpliendo al máximo”.

Florencia Carignano, directora nacional de Migraciones, fue una de las autoridades legitimadas en el tema que también desconfió de lo sucedido: “Todas las personas que ingresan a un país, también los jugadores de fútbol, al presentar su pasaporte a las autoridades migratorias, estas tienen las herramientas para trazar su procedencia. Si Brasil consideraba el país de dónde venían los jugadores argentinos como zona de riesgo, más allá del protocolo establecido por la FIFA, podría haber actuado en el momento del ingreso a su territorio. Esperar tres días y meterse en el campo de juego suspendiendo un partido parece más una puesta en escena que una medida sanitaria”.

Pero como se ha dicho, aquello del campo de juego no pareció más que un entremés de otras motivaciones y tiempos. Que quizás empezó con la puja que enfrentó a los clubes con la FIFA y aquella decisión de la Premier League, la liga inglesa de fútbol, de avalar a los clubes que no quisieran ceder a sus jugadores para la triple fecha FIFA de Eliminatorias Sudamericanas. O, tal vez, con la determinación encontrada de los dos grandes del fútbol sudamericano: mientras que los argentinos que juegan allí (Emiliano Martínez, Giovani Lo Celso, Cristian Romero y Emiliano Buendía, los cuatro denunciados por el gobierno brasileño) desoyeron el alerta británico y se sumaron al plantel de Scaloni, Tité optó por desafectar de su convocatoria a los que que militan en Inglaterra, incluidos entre ellos Thiago Silva, Firmino, Gabriel Jesus y Richarlison.

O quizás, la cuestión escaló, en realidad, como un despliegue simbólico más de la avanzada de Bolsonaro contra el poder judicial, con el que se ha ensañado en el último tiempo, acorralado entre los efectos de su manejo de la pandemia y las elecciones del año que viene. No parece casual lo que vendrá luego de lo sucedido con el clásico sudamericano, allí donde el gobierno de Brasil actuó ante el mundo como "defensor de su pueblo", contra la supuesta "transgresión argentina": mañana 7 de septiembre, Día de la Independencia en Brasil, esperan programadas masivas movilizaciones de simpatizantes del mandatario contra los magistrados de la Corte y con el fin de promover la intervención del Ejército en el Supremo Tribunal Federal, marchas que el propio presidente animó. “Dudo que esos uno o dos que osan desafiarnos, que desafían a la Constitución y no respetan al pueblo brasileño no vuelvan a su lugar; quien da el ultimátum no soy yo, es el pueblo brasileño”, amenazó Bolsonaro el último viernes. Su hijo, el senador Flavio Bolsonaro, fue el que apuntó ante la “transgresión” en el Arena Corinthians: “Los argentinos jugaron malas pasadas. Sabían que estaban infringiendo la ley brasileña, impidieron que Anvisa se fijara en ellos y, a la fuerza, subieron a 4 (jugadores) de Inglaterra. Argentina debería ser severamente castigada”.

La AFA publicó una foto a las 21.19 del plantel ya subido en un avión rumbo a Argentina. Lo que suceda a nivel futbolístico, la Conmebol dijo que lo definirá la FIFA, pues es su área de arbitraje la clasificación rumbo al Mundial de Qatar 2022. No está claro, con la ilusión futbolera de ver brillar a Lionel Messi ante la verdeamarelha todavía tibia y escéptica, escenario de qué fue el campo de juego corinthiano en la tarde en la que lo único que brilló fue justamente el fútbol, pero por su ausencia. El ingreso intempestivo de las autoridades sanitarias a la arena paulista parece ir perdiendo a cada hora que pasa su tono de sorpresa, para dejar paso a lo que sí parece la mayor puesta en escena: el sorpresivo interés sanitarista de un gobierno que desdeñó desde sus comienzos al coronavirus, tildando la enfermedad de “gripezinha” y enarbolando la bandera negacionista hasta convertirse en el segundo país con más muertos a causa de la pandemia.