Jacques & Victoria

En nuestro país, una de las referencias más tempranas a Lacan la encontramos en la correspondencia de Victoria Ocampo con su hermana Angélica. En una carta enviada desde París el 20 de enero de 1930, así lo describía la escritora argentina: “Inteligente y ambicioso. Lleno de no sé qué energía desaforada que lo devora física y moralmente. Con sueños napoleónicos de poderío. Trabaja en el hospital. Escribe. Sale. No sé a qué hora duerme, ni a qué hora come.” [...] “Anoche vino a verme y nos reímos bastante” [...] “Tenemos en común el gusto del disparate, entre otros”. Lo curioso es que Ocampo se refería a un Lacan residente en psiquiatría, que aún no era psicoanalista, pero que ya se codeaba, como ella, con lo más granado de los salones parisinos.

Lacan con Pichon

Enrique Pichon-Rivière, otro ícono cultural argentino, también se hizo amigo de Lacan en noviembre de 1951. Se conocieron en París, en un coloquio sobre la transferencia. En ese marco, Lacan invitó a Pichon a su propia casa, donde habrían cenado en compañía de Tristan Tzara. Además del psicoanálisis y la psiquiatría, los unía un interés común por la aventura surrealista. Aunque sus caminos teóricos se fueron apartando, volvieron a verse en 1955 y en 1969. Poco antes de este último encuentro, el psicoanalista franco-argentino le escribía a su colega francés: “Siempre trato de estar al tanto de la evolución de tu pensamiento. Para mí, te has constituido en lo que, en mi diálogo interno, yo llamo la 'brújula Lacan'".

Masotta, de Sartre a Lacan

En 1963, Pichon-Rivière logró transmitir algo de ese interés a Oscar Masotta, un joven bohemio y autodidacta, a quien prestó las primeras versiones mimeografiadas del célebre seminario Lacan. En 1964, Pichon también lo invitó a hablar sobre el tema en su Escuela de Psicología Social. Así, un Massotta que aún era sartriano y marxista, terminó dando una conferencia sobre “Jacques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía”. Poco tiempo después, este intelectual --a la vez arltiano y cultor del arte pop-- comenzaba a alejarse de la fenomenología existencial para abrazar el estructuralismo. Sus numerosos grupos de estudio sobre Lacan condujeron a la organización de dos “congresos” lacanianos (en 1968 y 1969), a la publicación de los Cuadernos Sigmund Freud, en 1971, y a la creación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, en 1974.

La implantación de Lacan en Argentina

Massota no estuvo solo en esa empresa. También había otros filósofos, como Raúl Sciarreta y Guillermo Maci, que enseñaban Lacan a los psicoanalistas. O semiólogos como Juan Carlos Indart, que los formaba en lingüística. En todo caso, es claro que ese Lacan estaba atravesado por Althusser, Barthes y los debates con el existencialismo. Además, en esa época convulsionada, los discursos sobre la subversión del sujeto no podían dejar de cruzarse con los ideales sobre la revolución social. Así, muchos de los primeros lacanianos fueron marxistas, particularmente, miembros del PC.

En 1975, Masotta decidió instalarse en Europa, para terminar siendo el principal introductor de Lacan en España. Mientras tanto, en Argentina, el lacanismo siguió expandiéndose durante la dictadura, aunque debió resignar toda conexión con el campo de la ideología en general y con el marxismo en particular. Su mayor expansión vendría recién después de la recuperación democrática, en 1983, a partir de su implantación en las carreras de psicología que, con su masividad, hicieron de caja de resonancia para las decenas de asociaciones lacanianas que germinaban en todo el país. Masotta había muerto en Barcelona, en 1979, y Lacan en París, en 1981.

La segunda recepción de Lacan

La formidable expansión que tuvo el lacanismo en los ’80 y ‘90, sobre todo en las universidades públicas y el sistema de salud, además del ámbito de las asociaciones privadas, constituye un fenómeno único en el mundo. Si bien es imposible contar con cifras precisas, puede afirmarse que, así como en los años ‘40 y ’50 el prototipo del analista argentino había sido un médico hombre, de formación kleiniana, desde fines del siglo XX, la mayoría de los practicantes del psicoanálisis son mujeres licenciadas en psicología, de orientación más o menos lacaniana.

Ya en el siglo XXI, la centralidad del lacanismo es cuestionada en distintos frentes. Tanto los discursos que proliferan en la cultura (desde la autoayuda hasta las terapias cognitivo-comportamentales) como los movimientos emergentes (ligados a los feminismos, las diversidades y las nuevas identidades), pero también las formas inéditas del padecimiento y la exclusión social implican hoy grandes desafíos. ¿Será capaz el psicoanálisis lacaniano de asumirlos? ¿Podrá recuperar todo su poder cuestionador, interpelando y dejándose interpelar por otros discursos? ¿Será posible preservar la vitalidad de la “excepción psicoanalítica argentina”, en un mundo regido por el imperativo de la renovación? Preguntas que se plantean a cuarenta años de la muerte de Jacques Lacan, para las que no tenemos respuesta.

Alejandro Dagfal es psicólogo e historiador (UBA, Conicet, Biblioteca Nacional).