El gobierno de Cambiemos dejó una economía frágil y vulnerable: desregulación financiera, deuda externa, destrucción deliberada del salario y el empleo, tarifas dolarizadas, créditos hipotecarios indexados, alimentos indexados por la quita de derechos de exportación y un mercado interno reducido. 

El lento proceso de desdolarización, reestructuración de las deudas y estabilización de las variables macroeconómicas no ha culminado, pero es claro que el modelo económico vigente dista del anterior.

Bajo el mantra de reducir el déficit, la tasa de política monetaria aumentó de 38 por ciento anual en diciembre de 2015 a 63 por ciento en el mismo período de 2019, luego de haber tocado un pico de 86 por ciento en el ocaso del modelo. Aumentando el déficit financiero (luego del pago de intereses) al 4,3 por ciento del PIB y retroalimentando una histéresis inflacionaria difícil de contener.

La argucia contable del déficit primario recalaba en un ajuste fenomenal que destruyó el entramado productivo y condujo al deterioro conocido de las condiciones sociales. Hoy la tasa de política monetaria se encuentra en el 38 por ciento del 2015, posibilitando en fondeo para que las empresas locales funcionen, inviertan y se generen las condiciones genuinas para reducir el déficit vía crecimiento económico y mayor recaudación.

Otro caballito de batalla de la gestión anterior es que la deuda contraída fue a pagar deuda heredada. No se explica, entonces, cómo fue que aumentó el stock de deuda. Entre diciembre de 2015 y diciembre de 2019 la deuda pública en moneda extranjera de la Administración Central se incrementó en 100.166 millones de dólares. En apenas 4 años, Argentina obtuvo el financiamiento equivalente a la fortuna de Warren Buffett en sus 90 años y la dilapidó fugazmente.

La gestión anterior no sólo emitió la mayor cantidad de deuda en la historia nacional, sino que lo hizo en dólares, bajo legislación extranjera, poniendo como garantía recursos naturales y en un plazo tan exiguo que la tornaba insostenible.

No es lo mismo comparar deuda emitida en dólares, euros y francos suizos con la actual deuda en pesos dividida al valor del tipo de cambio. Al igual que no se puede comparar el período 2015-2019 con otro azotado por una pandemia y colapso de la economía global.

Los exfuncionarios vieron la oportunidad que la realidad adversa les ofrecía y decidieron utilizarla en su favor para mejorar su alicaída imagen frente a la sociedad, producto de una gestión antipolítica al servicio del capital financiero internacional. Se sirven de la falta de contextualización deliberada de los medios afines y la aquiescencia manifiesta en la reproducción de algunas afirmaciones falaces e intentan emprender un resurgimiento que los legitime.

“Cuando hay destrucción de capacidades productivas. Cuando el saber hacer de la economía desaparece. Los efectos de una crisis persisten en el tiempo”, sintetizó Martín Guzmán en la Comisión Bicameral de la Deuda Externa, el pasado 26 de agosto, en referencia de las políticas públicas contracíclicas que contuvieron un daño mayor en 2020, pero que bien podría aplicarse al desmanejo de la administración previa.

La negación de historia y la política no es, sin duda, un aporte al debate público. Pero quizá más grave resulte la negación del propio proyecto de país porque explicarlo les resulta impracticable.

* Economista. Auxiliar docente de Historia Económica y Social Argentina (UBA).