Nadie duda del destacado lugar que ocupan los medios de comunicación en nuestras sociedades y de la capacidad que tienen para legitimar ciertas visiones sobre el andar en el mundo de los sujetos y los objetos. Tal es el caso de las noticias que publican, que hacen a la sedimentación de un sentido común que muchas veces cristaliza conceptualizaciones estigmatizantes sobre determinadas problemáticas. Un claro ejemplo de ello es el tratamiento de las informaciones que involucran a personas con padecimiento mental o adicciones. Allí, se puede observar claramente cómo se establece en general una vinculación directa con la peligrosidad y el delito, situación que además se profundiza si se encuentra rodeada por un contexto de pobreza.

Este escenario, desde una perspectiva de derechos humanos, contradice un robusto andamiaje jurídico, donde se destacan la Ley Contra Actos Discriminatorios N°23.592 (1988); los tratados internacionales incorporados con la reforma constitucional del año 1994 (artículo 75, inciso 22);y las leyes de Derecho a la Protección de la Salud Mental N° 26.657 (2010)yel Plan Integral para el Abordaje de los Consumos Problemáticos Nº 26.934 (2014). Asimismo, tal comportamiento colisiona de igual modo con el espíritu de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual N° 26.522 (2009), debido a que ésta promociona la libertad de expresión, la pluralidad de voces, el cuidado y la protección de las audiencias.

Como puede visualizarse, el cuerpo legal citado garantiza y amplía derechos de la ciudadanía en su conjunto. Por lo tanto también ampara, sea en su realidad individual como en su esfera comunicativa, a aquellas personas con enfermedades mentales o con consumos problemáticos de sustancias psicoactivas. No obstante y como bien se dijo, continúan con fuerza ciertas formaciones discursivas mediáticas que asocian directamente estas patologías a la criminalidad.

El cambio del lenguaje –particularmente el lenguaje hablado– en aquellos que en el ejercicio de su profesión se dirigen diariamente a grandes masas de lectores o teleaudiencias, deviene fundamental para el repliegue de la coyuntura aludida. El biólogo chileno H. Maturana manifestaba que el lenguaje construye realidades y que a través de él podemos reflexionar en relación a lo que nos toca vivir. Es más, afirmaba que este carácter “generativo” del lenguaje hace que no solo hablemos acerca de las cosas, sino que hace posible que las cosas sucedan.

En ese marco, el lenguaje detenta el poder de reproducir creencias que muy bien pueden colaborar con el refuerzo de prejuicios que conciben la distancia social deseada entre un nosotros y un otro bien definido, discriminado por cierta apariencia física, enfermedades, usos o costumbres. De esta manera, la visión del mundo que se conforma pasa a incorporarse a las instituciones del Estado y se ve plasmada en las distintas políticas públicas implementadas.

Frente a tales circunstancias, la comunicación responsable especializada en estas temáticas resulta una alternativa, que a su vez se constituye como una de las herramientas posibles para llevar adelante el trabajo de horadación de aquellas estructuras simbólicas que no permiten el pleno ejercicio de los derechos que asisten a las personas en las condiciones aquí expuestas. Su empleo, bien direccionado, cumple de por si con un rol pedagógico y formador muy visiblemente necesario, de acuerdo a la situación descripta, en periodistas y comunicadores. 

Al respecto, existe una interesante base desde la cual partir habida cuenta del trabajo que vienen desarrollando distintas dependencias públicas, como el Ministerio de Salud de la Nación. Hace ya algunos años, esta repartición impulsa una serie de recomendaciones dirigidas hacia los medios. A grandes rasgos, sugiere que “para lograr el cumplimiento efectivo del derecho a la salud mental, es necesario -entre muchas otras cuestiones- promover el uso correcto del lenguaje con denominaciones acordes al modelo comunitario y de inclusión social, evitando así la perpetuación de estigmas y discriminación a través de las palabras” (<http://www.msal.gov.ar/images/stories/bes/graficos/0000000479cnt-recomendaciones-tratamiento-temas-salud-mental-medios.pdf>).

En síntesis, el empleo de una comunicación responsable constituye una importante y necesaria herramienta para la labor preventiva, para lograr un efectivo cumplimiento de la normativa actual y para desarticular opciones social es que profundizan y/o agregan una mayor desigualdad a las desigualdades de por sí ya existentes. Hay que trabajar hacia la comprensión de que la salud mental y las adicciones forman parte del campo de la salud.

* Lic. en Ciencias de la Comunicación,UBA.

** Lic. en Psicología, USAL.