Nombrar el mundo y mirar aquello que suele ser escamoteado: chicos frágiles o una niña que desentierra huesos que no son de animales; muertos que regresan a la vida y apariciones espectrales. Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enriquez, el mismo libro de cuentos que este año compitió en la lista corta del prestigio Booker Prize Internacional, está entre las obras nominadas al Premio Kirkus, un certamen literario dotado de 50.000 dólares que se otorga anualmente en tres categorías --ficción, no ficción y literatura para jóvenes--, impulsado por la revista Kirkus Reviews, una publicación de reseñas y críticas literarias. El 28 de octubre, cuando se conozca el fallo del premio en Austin (Estados Unidos), Enriquez podría ser la primera escritora argentina en ganar el Kirkus.

“La lista de finalistas de este año es tan excepcional como cualquiera que hayamos visto”, dijo el editor jefe de Kirkus, Tom Beer. “Nuestros jueces han examinado un campo notablemente diverso e identificado los libros que merecen la mayor cantidad de lectores posibles. Esa siempre ha sido nuestra misión en Kirkus y estamos encantados de promoverla con los premios de este año”, declaró Beer. Además del libro de Enriquez, The dangers of smoking in bed, traducido por Megan McDowell, están nominados en la categoría ficción The love songs of W.E.B Du Bois, de la estadounidense Honorée Fanonne Jeffers, novela que fue seleccionada en el club de lectura de Oprah Winfrey; Harlem Shuffle, del estadounidense Colson Whitehead; Harrow, de la estadounidense Joy Williams; My Monticello, de la estadounidense Jocelyn Nicole Johnson y Bolla, del finlandés de origen kosovar Pajtim Statovci. “Bueno yo sé que hoy el tema es otro, pero estoy nominada a este premio con Megan McDowell. También está Joy Williams así que es totalmente imposible que lo gane”, escribió Enriquez en su cuenta de Twitter.

La preselección se hizo sobre más de 200 libros, según me cuentan mis editores. El mercado allá es muy amplio, y yo creo que la nominación del Booker influyó bastante, por lo menos en que le presten atención a un libro de cuentos. Los cuentos suelen ser muy bien apreciados, pero todavía no tienen competencia con las novelas, a veces con justicia, porque hay una diferencia de género que es bastante marcada”, plantea la escritora a Página/12. “Yo soy muy fan de Joy Williams, es una de las escritoras vivas más importantes que hay, la admiro muchísimo. No leí el libro finalista, pero es imposible que yo esté a la altura de ella. Nada de lo que yo haga se puede comparar con Joy Williams. Estoy muy conforme de estar nominada con una de mis ídolas como escritora. Espero que le dé curiosidad y que me lea...yo tengo una relación muy distante con los escritores, pero ella me pone en estado de fan y me gustaría que me leyera, no para gustarle, sino simplemente para saludarla y decirle ‘acá estoy yo que hago esto’”, confiesa la autora de Cómo desaparecer completamente, directora de Letras del Fondo Nacional de las Artes.

Enriquez cuenta que también está entre los nominados el nuevo libro de Colson Whitehead, “un escritor extraordinario”, que ganó dos veces el premio Pulitzer en obras de ficción. “No es que sea pesimista, sino que reconozco que estoy en compañía de grandísimos escritores”, admite Enriquez y subraya que uno de los escritores (Pajtim Statovci) es finlandés y que le parece “muy importante” que la literatura finlandesa, de escasa difusión, pueda estar representada, traducción mediante, en un premio de Estados Unidos, “un país que no se caracteriza por tener una relación súper fluida con la traducción”, precisa la autora de la novela Nuestra parte de noche, ganadora del Premio Herralde en 2019 y en 2020 del Premio Celsius a la mejor novela de ciencia ficción, terror o fantasía escrita en español, que otorga la Semana Negra de Gijón.

“Etapas horribles en el mundo hubo siempre –y creo que más horribles que esta-; con ese criterio después de la Segunda Guerra Mundial tendría que haber habido una explosión de terror, que de hecho hubo. El terror es un género permanente; lo que ocurre son fluctuaciones en visibilidad y en calidad”, explica la autora de Las cosas que perdimos en el fuego, cuyo relato homónimo será llevado al cine por la directora galesa Prano Bailey-Bond. “El terror de la Guerra Fría se expresó mucho más en la ciencia ficción, que fue el género que lo articuló mejor y con mayor popularidad. Lo que pasa con el terror es una cuestión generacional –advierte Enriquez-. Hay un montón de escritores muy influidos por los consumos culturales que tuvieron cuando eran chicos y la gran mayoría de los casos incluyó terror en cine y en televisión y lecturas como las de Stephen King o los cuentos oscuros de Ray Bradbury. Ninguno de nosotros consideramos que estos fueron consumos culturales despreciables, sino más bien todo lo contrario, fue un consumo cultural formativo”. Para la escritora hay menos prejuicios hacia las leyendas urbanas, los santos paganos o las historias de fantasmas porque están incorporados a lo cotidiano. “Todos los tiempos tuvieron su horror y no necesariamente eso produce literatura de terror. Hay escritores amigos míos que dicen que no pueden escribir terror porque no pueden competir con la realidad. El horror se puede reflejar de muchas maneras”.