HNetflix de algún modo opera como ágora posmoderna: una plaza digital pública (aunque por suscripción) a la que se va a plantear problemas y propuestas de soluciones en forma de series o películas o documentales que lo mismo pueden versar sobre el suicidio juvenil, el acoso laboral o el flashazo de manejar naves espaciales hacia las fauces del universo desconocido.

Por su carácter de depositario de mensajes, estéticas y tendencias contemporáneas, el servicio de contenidos audiovisuales a la carta va poniendo de relieve cambios en gustos e intereses, armando una retícula social. Cómo Netflix se ha infestado de series y películas que tienen a mujeres como protagonistas fuertes e inspiradoras es alto indicador de cuánto la sororidad y los movimientos feministas y femeninos son de interés e importancia.

Es una tendencia paulatina, pero la propia matriz retrospectiva de esa plataforma online lo demuestra además como movimiento universal, histórico: el documental She’s Beautiful When She’s Angry, por caso.

Pero la cosa se puso masiva en los últimos dos o tres años, y el madrinazgo posiblemente esté en el arco mismo de House of Cards (la quinta empieza el 30/5), en cómo Francis fue pasando de imponente a aborrecible y Claire de solapada a empoderada; sin ella, la Presidencia de Frank no tiene sentido, el clan Underwood no tiene sentido, y House of Cards tampoco.

Casi en paralelo, Game of Thrones (la séptima va desde el 16/7) fue deshaciéndose de sus chabones: el Rey Robert, casi todos los Stark, hasta el forrazo de Joffrey. Mientras, las figuras de Cersei y Samsa se redimieron, Arya alimentó su futuro destellante... y está esa Madre de Dragones que es lo mejor que le pasó al mundo reptil desde los dinosaurios. ¡Ah, y la indómita Lagertha de Vikings!

Entre esto y el embole de los súper héroes súper machos y el ascenso de Super Girl o Jessica Jones, el terreno se allanó y la riada trajo consigo a Eleven de Stranger Things (viene a la ComicCon Argentina a fin de mes), a la “angel original” de The OA y a la última gran figurella: la Reina Isabel de The Crown. Lejos quedaron las esposas aletargadas de Breaking Bad (la de Walter y la de Hank, ¡por favor!), las damas de relleno estético de Mad Men y tales. 

Y tanto más atrás seguirán quedando en sus carreras la rubia tetona que se interna al bosque entre la bruma y la ama de casa de la novela costumbrista argenta, siempre en la cocina, ajustada a “romper las pelotas”. Porque si las mujeres –gracias chicas por eso– están cambiando el mundo para mejor, ¿cómo no iban a cambiar la televisión con su imponente vaivén?