Contrato de lectura para quien afronte esta columna. Puede dejar la impresión de ser el comentario de un partido en el que se está disputando el primer tiempo. Es inevitable porque los sucesos desencadenados ayer no han llegado a un desenlace, ni siquiera interino. Esto asumido, le proponemos seguir leyéndolo y hacer lo mismo con las páginas siguientes de esta edición. Lo ocurrido es relevante, acaso la primera crisis seria de gobierno dentro de la coalición oficialista. Por lo menos, la más aguda, la más visible, la primera que divide en dos al gabinete y al elenco de funcionarios que acompaña al presidente Alberto Fernández.

La parte ostensible comenzó con la puesta a disposición de renuncia firmada por el ministro del Interior Eduardo de Pedro. El texto es sencillo, parco, filo burocrático. Tales ofrecimientos son técnicamente redundantes o superfluos porque el presidente, único titular constitucional del Poder Ejecutivo, puede decidirlas y pedirlas en cualquier momento. Políticamente tienen sentido: desembarazar de escollos (reales o imaginados) al mandatario, ratificar que se está bajo su mando. Tras una ruda derrota electoral, hacerse cargo de cierta corresponsabilidad en los resultados.

Lo particular del texto de Wado de Pedro y de las manifestaciones similares de otros ministros o funcionarios nacionales (detallados en la nota de Melisa Molina) fue su profusa propagación. Y que todos provinieran de dirigentes vinculados directamente al ala kirchnerista del Frente de Todos (FdT). Medió, pues, una directiva de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Nuevo aporte para el manual de curiosidades políticas argentinas: los ofrecimientos de renuncias no apuntaban solo ni principalmente a ampliar el margen de acción del Presidente sino a interpelarlo, a exigirle que actuara, que relanzara al gobierno. Que pidiera otras renuncias, de “funcionarios que no funcionaban”. El reproche propalado off the record fue la pasividad de “Alberto” para mover alfiles pero en especial para dar respuestas concretas al reclamo surgido de las urnas.

Los rumores y versiones subsiguientes y veloces como las redes sociales apuntaron a un puñado de ministros en la mira del ala kirchnerista. El primero, el señalado desde hace meses, es el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero, cuadro predilecto de AF. También sonaban (o se ventilaba que debían sonar, en sentido figurado) el titular de Trabajo Claudio Moroni y el de Desarrollo Productivo Matías Kulfas.

Otro favorito de los rumores fue durante horas el ministro de Economía Martín Guzmán que fue blanco “on the record” de tuiteros, militantes y dirigentes kirchneristas que no integran el equipo de Gobierno. La acometida preocupó especialmente a la Casa Rosada y generó olas de satisfacción en los medios dominantes. Cristina frenó la marejada a la tardecita cuando llamó al ministro por celular y le desmintió haber pedido su renuncia. La charla fue breve, cordial, quedaron en verse próximamente. La circunscribió el elenco de figuras en la mira, irradió calma respecto el cierre furibundo, contrarreloj, del proyecto de Presupuesto que debía entrar al Congreso por Diputados en estas horas.

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De nuevo, la cronología se detalla en otras notas. La movida kirchnerista fue leída por otros aliados de la coalición como un intento no ya de presionar (lo que es innegable) sino de debilitar al presidente. La Confederación General del Trabajo (CGT) transformó una reunión programada en una discusión larga, seguida de una recorrida por canales de cable de su secretario General Héctor Daer. El mensaje: aval al presidente, a la gobernabilidad, a la unidad. Se ratificó una movilización para el lunes 18 de octubre, en igual sentido. Con tono sereno se subrayó al presidente como el primer, tal vez el único destinatario del apoyo. La unidad como emblema.

Varios gobernadores llamaron al presidente o a Cafiero para transmitirle a su vez que lo acompañaban. Algunos tuitearon como el entrerriano Gustavo Bordet o el catamarqueño Raúl Jalil.

El Movimiento Evita convocó a una movilización a Plaza de Mayo a las 15 de hoy. Sus consignas: “Por la unidad del Frente de Todos. A bancar al Gobierno. Fuerza Alberto”. Las cuitas internas entre el Evita y la Cámpora son longevas y se añejaron durante la gestión. Hoy en día, se exponen a la luz.

Fernández convocó a una reunión de (pongalé, por ahora) su fracción del gabinete, en Balcarce 50. Ministros y ministras habían tuiteado adhesiones, dejando constancia de que su renuncia estaba a disposición del presidente desde la aciaga noche del domingo.

No medió comunicación oficial sobre el cónclave, sí comentarios parcos respecto de que no había renuncias decididas. Y que es necesario y urgente necesario activar medidas “que llegaran a la gente” . Y defender la unidad de la coalición.

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Lo transcurrido en el primer tiempo, en la estresante jornada de miércoles, la parte visible del iceberg, termina allí, de momento. La oposición disfrutó la velada, varias de sus figuras recorrieron medios amigables con gestos circunspectos, cuestionando las internas del gobierno.

Las victorias electorales cohesionan, empoderan, liman asperezas entre aliados. Las derrotas centrifugan, atizan los conflictos preexistentes. Así pasan estos días para Juntos por el Cambio (JxC) y para el FdT.

Las Primarias Abiertas (PASO), otra paradoja autóctona, son muy contundentes pero queda pendiente la elección general de la que saldrán los diputados y senadores electos. Tal vez la suerte esté echada, tal vez pueda modificarse.

El oficialismo sabe que para tener alguna chance de remontar total o parcialmente el veredicto tiene que reconectarse con “la gente”, mejorarle la vida, buscar a votantes propios remisos, cambiar el clima social. Así sea parcialmente.

El debate interno, estallado velozmente es cómo se hará, con qué protagonistas. Y hasta que punto es necesario remozar ya mismo, antes de noviembre, el equipo gubernamental.

Como opinión provisoria, este cronista es chapado a la antigua. Opina que, en general, polémicas internas post derrota, exigencias, abroquelamientos, tienen que sustanciarse sin resonancia. Que la opinión pública observa con recelo esas controversias… lo que no les resta importancia pero las carga de riesgo. Que el voto popular expresó hastío respecto de “los políticos que no se ocupan de la gente”. Que suena peliagudo que los ofrecimientos de renuncias, los chismes que necesariamente comenzaron a correr, las recriminaciones entre aliados interesen (y, menos, satisfagan) a los amplios sectores que no votaron al oficialismo.

Pero toda verdad política es relativa, sabía decir el fallecido presidente Néstor Kirchner. Estos comentarios genéricos pueden matizarse o perder sentido si la polémica interna se encauza pronto y produce un desemboque deseable. Al final del primer tiempo, imposible asegurarlo. La real dimensión se medirá en los próximos días o semanas. Habrá que ver.

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