La economía mundial mantiene las dificultades para recuperarse del impacto de la crisis sanitaria y las amenazas de las variantes como la Delta continúan provocando incertidumbre. Entre las economías desarrolladas Estados Unidos marca el principal foco de atención y los debates giran no sólo sobre el margen de la recuperación sino en qué ocurrirá con los precios.

Los últimos datos de inflación fueron menores a lo esperado pero el incremento interanual sigue estando por encima de 5 por ciento. En un mundo de tasas de interés cercanas a cero esa cifra pone presión inevitablemente sobre las decisiones de inversión. ¿Cómo manejar la liquidez si se quiere mantener el valor real de los activos?

Los principales economistas de la elite estadounidense no tienen una lectura única sobre qué sucederá con el proceso inflacionario en los próximos años. Paul Krugman es uno de los académicos que hasta el momento mantenía una posición moderada criticando a los analistas que vaticinan el regreso a la estanflación de los setenta.

Pero en una de sus últimas columnas en el New York Times –sin abandonar esa posición- parece empezar a dudar sobre el futuro de las tasas de inflación. Si bien plantea que por ahora se mantiene en el equipo de los que considera que las presiones son transitorias, el análisis que realiza deja flotando que podría no serlo.

Krugman considera que es necesario saber si las nuevas tasas de inflación están comenzando a “incrustarse” en el sistema económico como ocurrió en los setenta y, por tanto, pueden pasar a ser un problema permanente. O si son meramente el efecto de la salida de la economía estadounidense a la pandemia y los cuellos de botella asociados que generan faltante de insumos y mano de obra y elevan costos en algunas actividades.

Plantea que una de las formas de analizar la situación podría ser a través de las estimaciones del White Home Council of Financial Advisers. Este índice usa la inflación subyacente (núcleo) y le resta el efecto de los precios en sectores afectados por la pandemia.  Asegura que si bien en los últimos meses defendió el uso de este indicador ahora considera que no es la mejor opción ya que pueden estar ignorándose aumentos relevantes de costos.

El Premio Nobel piensa que si efectivamente se consigue controlar la pandemia la inflación tenderá a bajar y terminará mostrando que es un problema más parecido al episodio de 1951, cuando los precios subieron al 9 por ciento, que los de finales de los setenta. No obstante reconoce que esta es su visión hasta la fecha pero podría cambiar.

Para los economistas con impacto directo sobre los mercados (y la perspectiva de los inversores) la visión sobre el futuro de la economía de Estados Unidos es cada vez menos optimista. Krugman no es el único académico de prestigio que gira su discurso y acomoda sus perspectivas de lo que puede pasar con los precios. El investigador de Harvard Kenneth Rogoff se preguntó si hay un retorno a los setenta.

El tema parece ser uno de los puntos importantes de la agenda del debate estadounidense y en esa discusión Nouriel Roubini se mantiene al frente de los pesimistas. Aprovecha cada aparición pública para alertar sobre un futuro de estanflación. Y le suma otro efecto: la posibilidad de una ola de defaults de deuda corporativa y soberana.