En Estados Unidos yo hubiese sido un Evel Knievel, te juro hermano –le dice Ricardo a Luis frente al “globo de la muerte”, situado en un circo abandonado en el medio de la nada. --¡Me parece que estás exagerando! –contestó el otro entre risas-- ¿¡¡Evel Knievel!!?

Los dos amigos habían viajado en moto varios kilómetros por la provincia a campo abierto, alguien le había pasado el dato a Ricardo que cerca de la localidad de Azul, había un circo de mala muerte que no funcionaba hace mucho tiempo, la carpa o lo que quedaba de ella estaba repleta de agujeros y se había convertido en un gigante palomar, varias jaulas vacías y el paisaje se completaba con la famosa esfera de hierro donde hacían su show dos o tres motos en varios casos.

--Dale…abrí la puerta del globo --dice Ricardo-- quiero volver a sentir aquella sensación…. abrila que me meto y doy un par de volteretas.

--¡Dejate de joder! --le dice su amigo-- ¡Te vas a matar!¡Hace años que no hacés esto! ¡Ya no laburás en un circo y no sos un pendejo…no jodás!

-- ¿¿¡¡Qué me voy a matar!!?? --gritó-- ¡Cerrá el pico! ¡¡¡Quince años estuve dando vueltas ahí dentro en uno parecido a éste…y mucho más chico…dale abrime !!! --al otro no le quedó más remedio que hacerlo de mala gana.

A Luis le costó un poco abrir la puerta por el óxido del tiempo, pero lo logró. Agarró una tabla grande y la apoyó inclinada para que suba fácil la moto, mientras el otro hombre se colocaba el casco y se preparaba para entrar. Antes de hacerlo, se levantó la visera del casco y le dijo a su compañero: “Que lindo sería si me viera de nuevo Teresita”.

--¿Teresita? ¿Quién es Teresita? –le preguntó– pero el otro ni escuchó la pregunta por el casco y el ruido de la moto, y ya estaba casi adentro del globo. Una vez encerrado, aceleró desafiante mientras estudiaba el lugar y empezó a dar pequeñas vueltas, primero eran despacio y cautelosas, pero con cada acelerada, el motociclista iba tomando más y más velocidad girando por las paredes de fierro. Llegó un momento que ya no se sentía Ricardo Sorsenoni, sino uno de las “Águilas Desafiantes”, el nombre que tenía con sus compañeros de antaño en las épocas del circo “Magic”.

Daba vueltas y más vueltas, cada vez más rápido, asustando a las palomas por el ruido ante un solo y triste espectador. Luis se prendió un pucho mientras lo miraba un poco aburrido, era cómo ver un enorme hámster adentro de la rueda en una jaula, pensó.

No alcanzó a darle tres pitadas al cigarrillo, cuando vio con asombro que su amigo salió despedido con fuerza y se estrelló contra una de las paredes del globo, la moto siguió andando sola unos segundos hasta que se tumbó y por poco no le pasó por encima al hombre.

--¡Te dije, boludo, te dije…ya no estás para estas cosas! –gritó tirando el faso y yendo corriendo a auxiliar a su compañero. Le costó abrir la puerta nuevamente mientras el otro se revolcaba del dolor por el golpe.

Le sacó el casco mientras su amigo se seguía quejando --¡Está bien, está bien –le dijo–fue un golpe nada más…estoy bien…! Su nariz sangraba un poco

--¡Pero te hiciste mierda, negro… ¿No te tendrás algún hueso roto? ¿Querés que llame a una ambulancia?

--No, no, no…en serio…estoy bien, me la pegué mucho más feo en aquella época, Luisito

--¡Pero tenías treinta años, flaco…ahora tenés cincuenta y seis…te dije que ya no estabas para estas cosas…ya no sos un “Águila guerrera” –Ricardo sonriendo lo corrigió-- ¡Desafiantes…éramos las “Águilas desafiantes” …ayúdame a salir de acá…dale… no pasó nada.

Salieron de ahí, Ricardo apoyándose en el hombro de su amigo y rengueando fueron hasta un árbol cercano.

--¿En serio, huevón no querés ir a que te vean en un hospital? ¡Te hiciste mierda!

--No, no, cortala…--dijo mientras se sentaba a la sombra– Es sólo un golpazo…me dí mucho más fuertes que éste…dame un faso

--¿Quién era Teresita, Ricky?... la nombraste antes de meterte en esta mierda.

--Teresita… ufff… mi novia de la época del circo…era la trapecista… hermosa mina…nos quisimos muchísimo…hasta que cortamos…

Le pegó una pitada larga al cigarrillo –-Pobre…no tuvo suerte conmigo.

--¿Por?

--Ella se quería casar a toda costa –dijo mientras se secaba la sangre de la nariz.

--¿Y vos?

 

--Yo daba muchas vueltas.