Este jueves 23 de septiembre se celebran 30 años de Screamadelica: un disco alucinógeno, así como definitorio de una época. Cuando apareció, no sonaba a nada que haya existido antes. Impresionante para cualquier adolescente, incomprensible para el establishment del rock. Es uno de esos trabajos a los que les sienta perfecta la etiqueta de “visionario”. ¿O más bien de revolucionario? Adjetivo hoy en vías de extinción, al menos en la música popular contemporánea. Recién comenzaban los '90, y apenas fue lanzado entró automáticamente en la élite de los mejores álbumes de la década. Lo sigue siendo. Y con el tiempo redobló la apuesta: decantó en uno de los discos más guapos que se parieron en el siglo pasado. Se trata de una obra maestra que versa sobre la imposibilidad, la alquimia, la sorpresa y la polaroid del momento. Sintetiza dos universos en teoría opuestos: la incomodidad del indie y el delirio del movimiento rave, generando un matrimonio indivisible y atrevido. Ocio y placer unidos para celebrar el auge de la cultura del club y la caída del thatcherismo.

Aunque a fines de los '80 ya habían editado un par de producciones para nada desdeñables, desde aquel momento Primal Scream se transformó en bastión de la contracultura. A tal instancia que este tercer álbum es considerado en el Reino Unido el despertar de los '90. El líder de este puñado de vándalos escoceses, Bobby Gillespie, abrazó la beatificación. Si bien siempre tuvo fama de drogadicto y fiestero, el artista nacido en Glasgow hace 59 años, nunca ostentó una carrera irregular. Incluso tras desintoxicarse, en 2008, la inspiración jamás le fue ajena. De lo que da fe su confinamiento en la pandemia, en el que terminó un disco con Jehnny Beth (ex líder de Savages, banda que actuó en la Argentina en el Lollapalooza local de 2014). Utopian Ashes se titula este fabuloso emprendimiento publicado el 2 de julio, en el que el tándem navega hacia el encuentro entre el country y el rock. Al mejor estilo de la mítica dupla que enarbolaron Gram Parsons y Emmylou Harris.

Al mismo tiempo que este disco le permitió hacer algo diferente a lo que venía labrando con Primal Scream, por más que sus compañeros de banda le acompañaron en el proyecto que comparte con Beth, el cantante preparó su libro de memorias: Tenement Kid. Tenía tanto para contar que su editor tuvo que recortar 240 mil palabras. El relato arranca desde sus inicios, como parte de una familia de clase trabajadora de la segunda ciudad más importante de Escocia, hasta Screamadelica. “Deseaba escribir acerca del recorrido de alguien nacido en el seno de la clase obrera hasta convertirse en artista”, explicó el músico sobre este libro, que estará a la venta a partir del próximo mes. “Tenía ganas de escribir también sobre Glasgow e igualmente de política, porque provengo de un entorno político (su padre aspiró a la Intendencia del pueblo Govan, por el Partido Laborista, en 1988). También quise contar cómo era el colegio y mi entorno. El arte y la música fueron fundamentales para mí. Gracias a mi interés por la cultura pop tuve una educación que jamás hubiera recibido en la escuela”.

A pesar de su desprecio por el sistema educativo, fue en el colegio donde Gillespie conoció a sus primeros cómplices: el guitarrista Robert “Throb” Young (falleció en 2014) y Alan McGee, quien cursaba un año más en la secundaria King’s Park. Fue el guitarrista, devenido en empresario, mánager y fundador del sello Creation Records (uno de los puntos de partida del britpop), el que llevó al frontman a su primer recital: Thin Lizzy. Luego aparecieron los Sex Pistols, y dejó todo para convertirse en artista. “La relación entre Alan y Bobby fue fundamental”, recuerda el escritor Irvine Welsh en Upside Down, película sobre Creation Records. “Eran una especie de dos rockeros punk de Glasgow de la vieja escuela que eran mejores amigos y tenían toda esta visión conjunta: Bobby como artista, Alan como facilitador”. A mediados de los '80, Gillespie era baterista de The Jesus & Mary Chain, con los que grabó no sólo su debut, sino también un disco esencial en el cruce entre post punk y noise: Psychocandy (1985). Pero también había formado Primal Scream, al lado de Young y Andrew Innes.

En sus inicios, el grupo se presentó como herederos de los Byrds y Love, mientras que uno de sus temas, “Velocity Girl”, formó parte del compilado C86 (que se regaló con la revista musical inglesa NME), que resumía la música indie de ese momento como algo desafiante y anodino. Por su parte, McGee vivía entre Londres y Manchester, donde era habitué de The Haçienda, búnker de New Order y Happy Mondays. En aquel entonces, Creation ya estaba en marcha, editando a The Jesus & Mary Chain y el primer disco de Primal Scream, Sonic Flower Groove (1987). Dos años más tarde, tras lanzar algunos singles que alimentaron su culto, apareció su segundo álbum, titulado de forma epónima y catalogado por la crítica musical como “inextricable e indeciso”. Por si fuera poco, encararon una gira europea que salió muy mal. La banda tenía la moral por el suelo. Gillespie y sus compañeros de grupo vivían en ese momento en Brighton porque los alquileres eran más baratos que los de la capital inglesa (está a una hora de distancia en tren).

Ante ese escenario, el cantante se encontraba angustiado. Y no era para menos. No tenían mucha plata, y el alquiler del departamento lo pagaban con una ayuda del gobierno británico. Así que apareció el fantasma de tener que reencontrarse con un trabajo asalariado. La última vez que Gillespie marcó tarjeta fue en una imprenta, y lo detestó tanto que juró que nunca más iba a volver a hacerlo. Brighton no era en ese entonces la urbe con la oferta de la que presume ahora. Una de las pocas maneras para matar el aburrimiento era emborrachándose hasta más no poder. “Soñábamos con tomar éxtasis, pero estaba fuera del presupuesto”, contó el frontman. “Una pastilla costaba lo mismo que nos daba el Estado semanalmente”. Sin embargo, para eso están los buenos amigos. Alan McGee solía visitarlos, y les llevaba algo de MDMA. Al igual que discos de la música que lo tenía eufórico: el acid house. Era el primer movimiento underground desde el punk. Aunque Gillespie no entendía el símil y mucho menos al género manufacturado en Chicago, en la segunda mitad de los '80.

Si bien en 1988 lo descubrió en una fiesta en un almacén de Brighton, a Gillespie le cayó la ficha más tarde. “Nunca habíamos escuchado algo así”, reconoció sobre ese sonido producido por el sintetizador Roland TB-303 y las constantes repeticiones rítmicas de la caja de ritmos TR-808. “Mientras seguíamos poniendo la música de Link Wray y Johnny Thunders en nuestra casetera, Alan y su amigo Jeff Barret eran proselitistas del acid house y del éxtasis. Eran como conversos religiosos”. McGee evoca: “Bobby entendió el acid house alrededor de junio de 1989”. Sucedió en una fiesta amenizada por el mandamás de Creation, en su sede en Londres. “Alan hacía sonar ‘Good Life’, de Inner City, al tiempo que nos alimentaba con sus pastillas. Pasaba la noche diciéndonos: ‘Abrí la boca, abrí la boca’. Y empezamos a meternos en esto”. La descripción de Andrew Innes sobre esa droga amorosa es idónea para entender lo que se venía: “Si te tropezás con un hooligan pensarías: ‘Oh Dios, acá vamos’. Pero no. El te abraza, y es tu nuevo mejor amigo esa la noche. Todo es hermoso y amigable”.

McGee estaba convencido de que tarde o temprano Primal Scream iba a funcionar. De manera que presionó a NME para que mandara a cubrir uno de sus recitales. Terminaron enviando a Andrew Weatherall. En realidad, era albañil. Cuando no escribía para la revista (lo hacía bajo el seudónimo de Audrey Witherspoon), llevaba adelante el fanzine Boy’s Own y era DJ en un club. Jeff Barret, quien ahora era el jefe de prensa de la disquera, fue el que presentó al redactor y a la banda en una rave celebrada a las afueras de Brighton, en el verano de 1989. Después, en septiembre de ese año, lo acreditó para que cubriera un show en Exeter. Más allá de que le encargaban que escribiera sobre la nueva escena, Weatherall era un apasionado del rock más clásico y épico. De hecho, fue uno de los pocos que entendió esa propuesta tan MC5 y The Stooges del segundo álbum de Primal Scream. Aunque el idilio entre ambos comenzó una vez que concluyó ese show en vivo, a partir del comentario de Gillespie de que le gustaba su cabello porque lo hacía parecerse a Marc Bolan.

A continuación, le ofrecieron cerveza a Weatherall, y al rato estaban todos borrachos... lo que significaba que el encuentro fue un éxito. Cuando llegó una nueva tanda de latas, Innes le preguntó si se animaría a remixar uno de sus temas, “I’m Losing More Than I’ll Ever Have”. Semanas más tarde, el periodista y DJ volvió con tres remixes. Gillespie estaba tan entusiasmado que sugirió agregarle a uno de ellos un sampleo de la voz de Peter Fonda tomada de una escena de The Wild Angels, cinta de culto del bikersplotaition dirigida por Roger Corman. “Queremos ser libres. ¡Queremos ser libres para hacer lo que queremos hacer! Y queremos cargarnos. ¡Y queremos pasar un buen rato!”, grita Fonda antes de que suenen unas trompetas con la mirada puesta en el cielo, para luego darle paso a la dialéctica entre el soul y el dub. El tema fue rebautizado “Loaded" (“Cargado”), y es una apología de las drogas. “En los tracks de la música house, noté que había sampleos de cosas que similares a un slogan. Pensé que éste garpaba e invitaba a la fiesta”, reveló el cantante.

Weatherall (quien falleció en febrero de 2020) hilvanó el tema en tiempo real en el club londinense Spectrum, en medio de un DJ set de Alex Paterson (creador del laboratorio de música electrónica The Orb). Para ello tomó el loop de batería de la edición pirata italiana de un disco de Soul II Soul y lo mezcló con “What I Am”, hit de Edie Brickell. Tras incluir la voz de Peter Fonda y de ultimar su producción, el periodista y DJ regresó a la pista de baile, esta vez de Subterrania, para estrenarlo. Con media sala bajo el efecto de las drogas, entre los que se encontraba Mick Jones (bajista de The Clash), la canción se volvió un hit. La gente clamaba el nombre del artista. Al respecto, Norman Cook (estaba por estrenar su álter ego Fatboy Slim) dijo: “Por todo el trabajo que hizo, la canción debería ser de Weatherall y no de ellos”. Pero Andy no lo veía así. Y es que ese gesto le permitió ser uno de los remixadores de artistas independientes más requeridos del Reino Unido. Lo llamaron desde Happy Mondays hasta Björk, pasando por The Future Sound of London y My Bloody Valentine.

“Loaded” fue lanzado en marzo de 1990, y alcanzó el puesto 16. Tras vender 100 mil copias, grabaron su segundo single: “Come Together”. Himno en el que la banda apeló por el diálogo entre el house y el gospel (Weatherall sampleó un discurso del reverendo Jesse Jackson en el que abogaba por un “hermoso y nuevo día”), y a lo que le añadirían el condimento narcótico. Así convirtieron a Primal Scream, en agosto de ese año, en el grupo más popular del país. Tres años antes, Reino Unido experimentó el “Segundo verano del amor”, con el que oficialmente la cultura rave y el éxtasis desembarcaban entre los jóvenes británicos. “Las drogas hicieron mucho por nosotros”, afirmó Gillespie. “Todo el mundo estaba bajo los efectos del éxtasis en Londres, y eso descontracturó a la gente. Se bailaba en cualquier lado”. Mientras que McGee agrega: “El genio de Primal Scream, y de Bobby en particular, fue comprender las posibilidades que el éxtasis le abría a la música. El eclecticismo que algunos le reprochaban a Primal Scream de pronto era su fuerza. Lo más difícil fue canalizar todo eso, porque realmente nos drogábamos mucho”.

Después de la salida de “Loaded”, el grupo se encontraba constantemente bajo los efectos del éxtasis. McGee les pidió que le prometieran que trabajarían intensa y organizadamente. Entonces decidieron que de martes a jueves estarían en el estudio, y de viernes a lunes se drogarían donde los agarrara el día. Y cumplieron. “Nos levantábamos y tratábamos de encontrar esa energía de la noche anterior”, cavila Innes. “Así surgían los sonidos locos que oías en estos discos ácidos. Porque eran bastante locos”. Primero construyeron e insonorizaron un pequeño estudio, y luego Innes, Gillespie y Young compusieron el resto de las canciones de Screamadelica. Si antes boceteaban con las guitarras, ahora lo hacían con acordes de teclado y un sampler Akai S1000. “Eso cambió todo”, asienta Innes. “De repente pudimos experimentar. Eramos una banda de rock que podíamos tomar un loop de batería de James Brown y tocar con eso. El ingeniero te daría un disquete, lo metías en el sampler y lo probabas. Era como si hubiéramos estado pintando en blanco y negro, y de repente tuviéramos una paleta completa de colores para jugar”.

Screamadelica contó también con aportes de The Orb y de Jimmy Miller, productor de los Rolling Stones desde Beggars Banquet hasta Goats Head Soup. McGee y Miller se conocieron en Nueva York. Este último entró en una crisis depresiva porque no encontraba nada que lo estimulara. Salvo el alcohol. Al escuchar los demos del disco, le dijo al jefe de Creation que quería trabajar con la banda “a cualquier precio”. En junio de 1991, salió el tercer single: el psicodélico “Higher Than the Sun”, con Jah Wobble, bajista fundador de Public Image Ltd, en calidad de invitado. En esta canción, Gillespie, suerte de híbrido entre Mick Jagger y John Lydon, expresa su misión: “Soy hermoso, no nací para seguir”, cantó. “Vivo sólo para hoy. No me importa el mañana, lo que tengo en la cabeza no lo puedes comprar, robar ni pedir prestado”. Después de tener en “Don’t Fight It, Feel It”, la canción explícitamente acid house del álbum, su siguiente corte promocional, Primal Scream publicó finalmente su obra maestra. Era como si los Stones hubieran recibido una descarga eléctrica.

Son 11 canciones (su duración oscila entre los 3 y los 10 minutos) que impactaron tanto en Oasis como en Chemical Brothers. Con letras y títulos inspirados en Sam Cooke, Can y MC5. Era como una especie de recortes secretos de sus influencias. Esa energía sucia y sexy no se había sentido en años, y contrastaba con lo que iba a suceder en los Estados Unidos al día siguiente, el 24 de septiembre de 1991, con la publicación de Nevermind, la obra maestra de Nirvana. En el transcurso de los 18 meses de gestación de Screamadelica, McGee (más adelante sería el descubridor de la banda de los hermanos Gallagher) disfrutó de la aclamación de la crítica con House of Love y My Bloody Valentine, dos bandas de su disquera que también habían abrazado el éxtasis. Quizás inevitablemente después de la euforia, siguió la caída. “Espero que esto no suene horriblemente acorde a mi edad, pero solo quiero ser un buen artista”, reflexiona Gillespie a tres décadas de este hito. “En el último par de años conseguí algo de claridad, y eso se debe en gran parte a que exploré más allá de mi zona de confort. Si te quedás en tu zona, estás atrapado”.


Una tapa como estampilla

Ese sol invertido y distorsionado (o más bien alucinado), invitación naíf a un universo complejo, fue concebido por Paul Cannell. Sin embargo, ésta no fue la primera idea que se barajó. Bobby Gillespie sugirió una foto del grupo que los hiciera ver sexis. Pero Alan McGee, líder de la disquera, no estaba de acuerdo. Entonces le encargó la tapa a Cannell, quien venía de trabajar con artistas como Manic Street Preachers. Luego de hacer el diseño de los singles del disco, el frontman nunca le puso una canción. Sólo le reveló el título. Con apenas ese dato, el diseñador mezcló su fascinación por el punk y el cubismo con su incapacidad de pintar con la mano derecha (era zurdo). Tomando como base el smiley (ese sol amarillo que se volvió símbolo del acid house). “Era como si el sol se hubiese tomado una pastilla”, definió Andrew Innes. Tras esa experiencia, Cannell siguió involucrado con la música. Pero los artistas y sellos con los que trabajaba desaparecieron, por lo que el diseñador entró en una crisis depresiva y se suicidó en 2005. Paradojas de la vida, cinco años más tarde el servicio de Correos británico eligió esa tapa para convertirla en estampilla. Celebrando las 10 portadas del rock que más impactaron en la cultura de ese país.


Aniversarios y celebraciones

Si para celebrar los 20 años de la salida de Screamadelica la banda escocesa preparó una ambiciosa gira mundial, que incluyó a Buenos Aires (como parte del Pepsi Music 2011), en esta ocasión el festejo cambió de formato. Primal Scream y Sony Music se asociaron para el lanzamiento de una edición especial del álbum, que estará dividida en tres partes. La primera de ellas salió a la venta la semana pasada. Consiste en un box que contiene 10 discos (de 12 pulgadas) con los singles de Screamadelica. A los que se les sumó un remix inédito de “Shine Like Stars”, a cargo de Andrew Weatherall. Ese mismo día, el 17 de septiembre, también se puso en circulación una edición doble en vinilo del disco. Mientras que el 15 de octubre aparecerá Demodelica, compuesto por demos y versiones a medio terminar de las canciones de ese repertorio. Antes de su retiro del universo discográfico, en 1999, Alan McGee le vendió a Sony Music los derechos del catálogo de Creation Records. Por lo que la banda ahora es parte de la corporación multinacional, lo mismo que el disco que Gillespie sacó este año junto a Jehnny Beth: Utopian Ashes.